Cuando se habla de artistas mexicanas del siglo XX se vienen a la mente nombres como Frida Kahlo, María Izquierdo, Nahui Ollin, pero no Pilar Calvo (Ciudad de México, 1914 –1986), pintora que resurge del olvido en el Museo Nacional de San Carlos con su primera exposición individual en 80 años titulada Pilar Calvo. Travesías de trazo y color.
La pintora nació en familia acomodada, por lo que desde joven estuvo relacionada con el arte. Aprendió a pintar con Germán Gedovius y, en su época, fue muy exitosa en ventas, llegó a exhibir en Nueva York y en 1944 tuvo una exposición individual en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes. ¿Pero entonces por qué su nombre se perdió?
Raquel Fundia, cocuradora de la exposición, explica que el “borramiento” del nombre de Pilar Calvo se debe a varios factores. “Por un lado sí van a jugar los estereotipos de género”. En la prensa, cuando se hablaba de Calvo algunos periodistas destacaban la gracia y su sensibilidad al pintar. “No habrían dicho eso al hablar de un pintor”, agrega Fundia. Por esta razón, esta exposición se concentra en el trabajo artístico, poniendo en segundo plano su vida personal.

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“Por otro lado no se le ha hecho justicia para la importancia que tuvo en su momento, tiene que ver cómo contamos la historia, a quiénes rescatamos y a quiénes enaltecemos. Artistas extraordinarias de la misma generación, como Frida Kahlo, y su popularidad opaca a otras artistas”, dice Fundia.
Otro motivo podría ser que mientras la escena artística mexicana se daba a conocer en el mundo por las vanguardias, el estilo nacionalista y el movimiento muralista, Calvo estaba en su propio carril con su arte de estilo clásico y académico. Se formó en la Academia de señoritas, con un temario que Gedovious hizo similar al de la Academia de San Carlos, con clases que iban desde anatomía hasta inglés.
“Pilar Calvo y muchas alumnas toman las enseñanzas del maestro y, aunque desarrollan un estilo propio, nunca hubo esta confrontación con la academia”, dice la curadora.

En esta muestra, el público podrá apreciar las características del trabajo de la artista como la calidez de su paleta, pues “tiene un manejo excepcional del color en todos los géneros artísticos que manejó”, dice Fundia. Ángel Calvo, sobrino de la artista y heredero de una veintena de sus obras, recuerda cuando Calvo pintaba en casa y coincide con Fundia sobre el color, porque señala que ella era capaz de lograr colores exactos a los de la vida real a través de la mezcla de pinturas.
En un muro de la sala de exhibiciones se presentan tres pinturas que, de acuerdo con la curadora, es posible apreciar la versatilidad de Calvo: su lado moderno, con la obra Mujer fumando; su estilo tradicional del siglo XIX con Anciano español, y un retrato de Cristo, como ejemplo de su pintura religiosa. Ángel Calvo también posee un lienzo con la Virgen de Guadalupe que encontró poco después de la muerte de su tía, en uno de sus armarios. También pintó paisaje y bodegones, que era el género del que más vendía obras.
Pero el fuerte de la pintora eran los retratos y autorretratos y ese es el punto de partida de la muestra, que da la bienvenida al público con tres autorretratos hechos en distintas épocas de su vida, del que destaca Autorretrato al exterior, de 1944. La pintura la hizo probablemente para su exposición en Bellas Artes y ahí se representa como la pintora que fue, vistiendo su bata blanca, un pañuelo con manchas de pintura, junto a su paleta y sosteniendo sus pinceles.

“Tiene mucha introspección, tanto en sus autorretratos como en los retratos de otras personas. Nos ve desde arriba, desde un punto de vista en contrapicada, justo asentando su oficio. El autorretrato para las artistas mujeres, en particular, abre esta posibilidad de dejar de ser simplemente objeto del arte, como suele pasar en la tradición occidental, para convertirse en sujeto, y aquí lo vemos muy claro”, dice Fundia.
Pero aunque el arte de Calvo estuvo alejado de las vanguardias, no fue inmune al movimiento muralista, pues hay un pedazo de muro con un rostro pintado con la técnica de fresco —como la que llegó a usar David Alfaro Siqueiros— y pintó un mural con motivos nacionalistas titulado El primer mexicano (1943). Esta obra cuenta la historia de Gonzalo Guerrero, un español que naufragó en las costas de Yucatán y murió luchando contra los españoles al inicio de la conquista. El mural se encuentra en el Hotel Posada del Sol, en la colonia Doctores.
“Al final, sí es alguien de su época. El mural no está abierto (al público), pero sabemos que está en buenas condiciones”, dice la curadora.
Encuentran más pinturas de Pilar Calvo
El que Pilar Calvo haya sido una pintora profesional y su éxito de ventas hoy podría considerarse “un arma de doble filo”, dice Fundia, pues su arte está disperso en colecciones particulares y no se tiene registro de su obra. El Museo Nacional de San Carlos posee algunas de sus obras, como el autorretrato que pintó a los 17 años. También hay piezas de ella en el Museo Kaluz, pero en la exposición actual, la gran mayoría de las obras en exhibición son de Ángel Calvo, su sobrino, quien dice a EL UNIVERSAL que posee una veintena de sus obras.

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“Tenemos dos ejemplos de obras que sabemos que se vendieron bien, pero no sabemos dónde están hoy en día. Y me encantaría que a raíz de esta exposición aparezcan”, dice Fundia. Se trata del retrato de una niña que fue titulado Conchita y otra pintura de una niña sentada en un paisaje desértico, frente a un cactus. Ambas obras fueron fotografiadas para la revista The Federal Illustrator, en 1935. Si bien no hay pistas de dónde podrían encontrarse, otras tres pinturas han aparecido gracias a la exposición, se trata de un retrato y dos bodegones.
“Una de las personas que me contactó me contó que los dos cuadros que tiene los compró su abuelita en algún momento de la vida. Me emociono mucho cada vez que alguien nos contacta para decirnos que tienen obras. Me encanta que el museo está detonando esta recuperación y revalorización de cuadros que a lo mejor están en casas y no se les había puesto demasiada atención. El museo no sólo es depositario de memoria, sino también es un agente activo en la construcción de la historia del arte”.
Pilar Calvo, desde lo personal
La pintora Pilar Calvo recibió una educación muy “esmerada” en cuanto al arte y cultura, impartida por tutores privados y siempre en presencia de su madre, quien estuvo muy involucrada en su formación y durante su carrera. La investigación que se hizo para esta muestra se descubrió que también estudió dibujo y pintura por correspondencia en la Federal School de Estados Unidos. “Eso sería como tomar clases por Zoom hoy en día”, agrega la experta. Tras tomar clases con el pintor Gedovius, quien también fue maestro de su madre, Calvo se fue a Europa durante tres años para conocer a los artistas europeos. Pero estalló la Segunda Guerra Mundial y pudo salir con ayuda de un oficial nazi y el embajador de México en Francia. Ya en México, Calvo dio clases de arte en la academia que fundó su compañera de escuela, Carmen Jiménez.

Calvo, quien gustaba de los huevos reales, siempre usaba un anillo de topacio naranja y disfrutaba de andar en bici, pintaba en casa, era muy crítica con su arte (“no estaba muy conforme”, recuerda su sobrino). Las ventas de su obra le permitió comprarse su carro, algo propio de una mujer independiente y poco usual en la época. Sin embargo, en cuanto a socializar, por prejuicios de género sólo le limitó a convivir en las reuniones que organizaba su padre banquero, cuenta Calvo.
Tras su éxito de ventas y sus exposiciones en Nueva York y Bellas Artes, Ángel Calvo dice que su “buena época” acabó en la década de los 40. El sobrino de la pintora recuerda que incluso dejó de pintar y aunque no sabe el motivo, especula que quizás fue por una depresión.
Pero en algún punto retomó su arte, y continuó haciéndolo hasta antes de morir, alcanzando a retratar a los hijos de Ángel Calvo, quienes la recuerdan tocando el piano cada que la visitaban.