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Madrid.—El Museo del Prado acaba de realizar una de sus mayores apuestas divulgativas de 2021 con el lanzamiento de la exposición "Tornaviaje. Arte iberoamericano en España", a la que el México colonial contribuye con más de 60% de las obras expuestas que se conservan en instituciones culturales, espacios religiosos o colecciones particulares, principalmente en España.
La muestra recoge más de un centenar de obras artísticas, enseres y otros objetos de interés que, procedentes del Nuevo Mundo, llegaron a España y por extensión a Europa durante el virreinato y que guardan relación con la religión, los estamentos sociales, la geografía, el urbanismo o las necesidades domésticas de la época, además de evidenciar el mestizaje cultural que se produjo durante ese periodo entre las dos orillas del Atlántico. Con un mensaje claro: el tráfico de obras de arte durante los virreinatos fue bidireccional.
Este cruce quedó plasmado sobre todo en las piezas que vieron la luz con un toque especial: la impronta artesanal de los nativos americanos, indios o mestizos, que tardó mucho tiempo en ser valorada por los europeos a pesar de su importancia estética, debido a los prejuicios y el desconocimiento, pero también a decisiones historiográficas y metodológicas contrarias a la realidad, según enfatizan los organizadores de la muestra.
Foto: Museo del Prado.
Entre las obras más relevantes, la que corona una de las salas de la exposición que transcurre entre luces tenues y muros de colores apagados. Se trata del soberbio Biombo de estrado, uno de los cinco que actualmente se conservan, y que reproduce en una de sus caras la caída de Tenochtitlán y, en la otra, la Ciudad de México, con más de 200 personajes que encarnan el momento histórico constitutivo de América y la vitalidad de las grandes ciudades de ese continente, sobresaliendo por su pujanza la capital novohispana.
Otra de las piezas que despuntan es la escultura de un imponente Cristo crucificado y hecho mayormente de caña, material que se comenzó a utilizar en el Nuevo Mundo para dar cuerpo a novedosas figuraciones cristianas que resultaron esenciales para el proceso de evangelización.
A unos cuantos metros del nazareno se alza una talla a tamaño natural de la virgen de Guadalupe facturada en Guatemala y que ofrece una visión poco frecuente: contemplar en tres dimensiones a la patrona de México.
Foto: Museo del Prado.
Símbolos religiosos laboriosamente trabajados, enseres domésticos, suntuosos objetos, pinturas de castas y retratos de nobles, grupos familiares y dignidades políticas y eclesiásticas completan la muestra que recoge también algunas de las denominadas “pinturas finas”, que eran presentes afectivos o de propaganda devocional y objetos de interés exclusivamente artístico, procedentes en su mayoría de las factorías de México y Lima.
“Con relación a México destacaría los dos cuadros de la Plaza Mayor y de la Plaza del Volador, de Juan Patricio Morlete (siglo XVIII); y las dos vírgenes de Guadalupe, impresionantes tanto por su tamaño como por la calidad de su pintura, una de ellas firmada por Juan Correa”, señala a EL UNIVERSAL el curador de la exposición Rafael López Guzmán, Catedrático de Historia del Arte Iberoamericano en la Universidad de Granada.
“También resaltaría los enconchados, que vienen de México, con una serie sobre la vida de la virgen. Y desde luego los Cristos de caña, especialmente el que proviene de Montilla (Córdoba, España), con un tamaño superior a la figura humana y que pesa solo 7 kilos y medio”, agrega el comisario de la muestra.
Foto: Museo del Prado.
Hay otras piezas en las que igualmente se conjugan las dos culturas, como una copia de El Divino Indiano, un Cristo caído que porta también elementos prehispánicos como los caparazones de los mayates, los escarabajos verdes que son un símbolo de resurrección, indica el catedrático de Historia.
La muestra se divide en cuatro grandes secciones con las que se busca clarificar y captar la atención del público hacia un legado más que variopinto, en el que también está presente la aportación de los indianos, emigrantes españoles enriquecidos en América y que viajaban a España con enseres del Nuevo Mundo.
El primero de los apartados, “Geografía, Conquista y Sociedad”, versa sobre el concepto de paisaje cultural ligado a la geografía, la conquista observada con toda su complejidad y las personas que habitaron los territorios americanos durante la Edad Moderna.
La segunda sección lleva por título “Imágenes y cultos de ida y vuelta”, y alberga una muy cuidada selección de óleos, esculturas y dibujos con la que se busca ahondar en las devociones religiosas, tanto americanas como peninsulares, así como en sus hermanamientos.
En esta sección también queda constancia del envío a España de obras de pintura de los más afamados centros manufactureros, entre ellos los talleres de la Ciudad de México que exportaban casi un cuarto de su producción de lienzos, abasteciendo un circuito comercial que abarcaba desde Centroamérica y El Caribe hasta Canarias y la península ibérica.
El tercer apartado, “Las travesías del arte”, pone el foco en uno de los intercambios comerciales de enseres de gran valor artístico, como equipajes y objetos de ajuar que cruzaron el Atlántico desde la orilla americana con destino a los lugares más diversos.
Por último, la cuarta sección denominada “Impronta indiana”, reúne un conjunto de obras dispares, pero que se entrelazan por reflejar de algún modo la materialidad artística hispanoamericana a lo largo de la Edad Moderna.
Con cuatro años de trabajo a sus espaldas, "Tornaviaje" busca también paliar un olvido histórico, ya que siempre se han echado en falta en las pinacotecas españolas las obras de los virreinatos americanos, a pesar de que en los siglos XVI, XVII y XVIII, los habitantes de la península ibérica convivían con más objetos artísticos americanos que de origen flamenco o italiano.
Comisariada por el catedrático López Guzmán, la muestra del Museo del Prado cuenta también con la colaboración directa de Jaime Cuadriello y Pablo F. Amador, miembros del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM de México.
La exposición, que ha sido posible gracias a la cooperación de 63 prestadores nacionales y 3 internacionales que cedieron 95 de las 107 obras expuestas, creadas sobre todo en México, Perú y Colombia, permanecerá abierta hasta el 13 de febrero de 2022.