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El Mundial de Futbol México 70 fue un parteaguas en la historia de la competencia organizada por la FIFA .
Era la primera vez que la Copa del mundo se disputaba fuera de Europa y Sudamérica. También fue un mundial de primicias: el primero en el que se usó la dinámica de tarjetas de amonestación y el primer mundial que consagró el éxito comercial que ya caracteriza al evento deportivo.
También fue el evento que consolidó a dos estrellas del futbol: Pelé , quien ganó su tercer mundial para Brasil, jugador que hoy se anuncia se encuentra en cuidados paliativos y se le rinde honor en Qatar 2022 . El segundo ídolo consagrada fue nada más y nada menos que el Estadio Azteca, el recinto, rematado con una escultura de Calder, se sumó tras esta competencia a la lista de prestigioso y colosales campos del futbol, junto al Maracaná y al estadio Wembley.
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Entre cientos de puestos de ambulantes, un tráfico de pesadilla, gente peleando por alcanzar un boleto de entrada, toneladas de basura y propaganda política, así fue como se vivió la primera jornada del Mundial México 70, que arrancó con un partido disputado entre México y la aun Unión Soviética (URSS).
Fiesta espectacular, plena de colorido, fue la que se vio fuera del Estadio de Santa Ursula
1 de junio de 1970
Por Mario Aguirre R.
Si de verdad existe una esfera mágica, es no es otra cosa que un balón de futbol. Y ayer se demostró.
Por que no puede ser sino magia la que hace un esférico de aproximadamente 500 gramos de peso que apasiona a multitudes, exacerba voluntades, hilvana tragedias -¿no es ejemplo de ello Maracaná?- y lo mismo contribuye al estallido de un grito jubiloso, que a crear un ambiente de desesperanza.
Pasión, júbilo, emoción vivida en su máxima intensidad fue lo que ayer miles de aficionados al balompié experimentaron antes, durante y después del partido México-Rusia, que abrió la novena edición del Campeonato Mundial de Futbol.
Los exteriores del Estadio Azteca lucieron el extraordinario colorido que les dieron las decenas de puestos de “souvenirs”, expendios de refrescos, higiénicos y antihigiénicos, y la presencia multitudinaria de paisanos de todos los rumbos de la patria y extranjeros, que en el mar de gente, contribuían a crear una confusión de lenguas.
Verdaderos ríos humanos penetraron por pasillos y escaleras al monumental estadio. Pero cientos de aficionados “sacrificados” por no conseguir boletos, tuvieron que conformarse con verlo por televisión o escuchar el desarrollo del juego a través de radios.
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Las puertas del “coloso” de Santa Úrsula fueron abiertos al público a las 7 horas, pero aún antes de esa hora, llegaron cientos de aficionados que se unieron a los que pasaron la noche en las inmediaciones del estadio, generalmente personas de condición humilde que por vivir lejos de Coapa, temieron no llegar a tiempo para “agarrar lugar”.
Una espectacular fiesta
La enorme explanada del estadio era una feria del sombrero, principalmente hecho de palma y en los estilos más estrambóticos e imaginables.
El ambiente de auténtica fiesta que imperó fuera del estadio, presidido siempre por la alegría de “Juanito 70”, fue aprovechado incluso por los candidatos a diputados federales por el XXIV distrito electoral del PRI y el PAN, que repartieron propagandas a granel, principalmente viseras de cartón con las siglas de sus respectivos organismos.
A las 10.25 horas, en que el Presidente Díaz Ordaz y su comitiva llegaron al estadio para ocupar el palco oficial, hubo clamoreo entre los millares de aficionados que estaban en la explanada, nacionales y extranjeros, que vitorearon al Jefe del Ejecutivo.
A medida que se acercaba la hora del inicio de la ceremonia inaugural, los que no alcanzaron boleto se apiñaban en las entradas de los pasillos, tratando de “ver” a través de minúsculos espacios, entre las olas de sombreros de los privilegiados acomodados en los graderios.
Uno de los “sacrificados” fue el campeón mundial de peso welter, José Angel “Mantequilla” Nápoles, que trataba de conseguir boletos en el “mercado negro” a como diera lugar. “Traigo dinero para pagar lo que sea por dos boletos”, dijo el boxeador de color, nacionalizado mexicano. Lo acompañaba André Tavira. Cuando vieron a “Mantequilla” decenas de niños se arremolinaron en torno de él, le pidieron autógrafos y le echaron porras.
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Cuando sonó el silbatazo del árbitro y en el césped México y la URSS se “declararon la guerra”, hubo dejo de tristeza en los rostros de los que “quedaron afuera”. Había ansiedad por conseguir boletos, y algunos aficionados de plano gritaban que los compraban a cualquier precio, pero para esa hora la policía ya había barrido con revendedores y de paso con carteristas y delincuentes de toda laya que trataron de hacer su “agosto”.
Fortaleza Inexpugnable
“¿Qué se siente querer y no poder ver el futbol adentro?”, se le preguntó a una jovencita angustiada por no haber podido adquirir boleto.
“Del cocol”, dijo y sin agregar más, pegó al oído un pequeño radio de transistores.
El estadio era realmente una fortaleza inexpugnable para quien no tuviera boleto había policías uniformados y no, por centenas. Guardias presidenciales cuidando la entrada del pasillo que da al palco oficial, y miembros de la Policía Militar por todos lados.
Casi al término del primer tiempo, por el puesto de mando de la Policía Preventiva, se vendieron boletos de preferencia especial a 80.00, rápidamente se agotaron.
En torno a televisores portátiles generalmente de los comerciantes instalados en la explanada, se aglomeraban los fanáticos para no perder detalle del encuentro. El barullo del público que presenció el juego se escuchaba intensamente en las afueras del coloso, principalmente cuando había buenas acciones o cuando se levantaban olas de protesta.
En cierto momento llegó el eco de la ejecución multitudinaria de silbidos malintencionados. “Son para el árbitro”, dijo un niño.
El comercio en el área de la explanada, que en tanto duró la ceremonia inaugural y el choque México contra URSS, permaneció un tanto estática, cobró fuerza al término del partido, cuando oleadas humanas volvieron a invadir la descomunal plaza. Los pregoneros volvieron a levantar la voz y todo se avivó de nueva cuenta.
Los resultados son justos
Los comentarios del resultado del encuentro se hacían en voz alta. “Si Borja hubiera jugado clava un gol a los cinco minutos del partido”, le dijo una mujer a su acompañante. Este, más ecuánime, se concretó a responder: “¡Quién sabe! ¡Quién sabe!”.
El licenciado Rómulo Sánchez Mireles, director del ISSSTE, comentó: “Deportivamente, los resultados siempre son justos. Me pareció a mí que la selección mexicana no contó con todo el estímulo que estaba obligada a darle al público. Me gustó como jugaron nuestros muchachos, sobre todo en la segunda parte del partido”.
El júbilo era notorio en un enorme porcentaje de los que abandonaban el Coloso de Santa Ursula. “Lo positivo para México es ese primer punto”, dijo un aficionado.
Un brasileño, oriundo de Río de Janeiro, Joaquín Pio, aprovechó la salida de los aficionados para vender banderines con el retrato de Pelé, el “Rei da 1,000 gols”. Su proverbial simpatía y el hecho de que no dejaba de hablar, le acarrearon clientes. Hablando en portugués decía que le había salido caro el viaje a México y necesitaban para el regreso y “para alimentar mi humanidad”.
Doce toneladas de basura
Hacia las 15 horas, eran relativamente pocas ya las personas que quedaban en la explanada del estadio. Los vendedores de “souvenirs” y baratijas contaban dinero y levantaban la mercancía. La acción de la escoba dejó sentirse en el amplio espacio. Los médicos, enfermeras y ambulantes de las cruces Roja y Verde, atendieron un total de 20 personas, principalmente afectados por insolación, apretones, escoriaciones y otros. Dos personas fueron llevadas de emergencia al puesto principal de la Cruz Roja, una señora uruguaya que se identificó como Gumercinda Borguay y una desconocida. Aquella iba en estado comatoso, a consecuencia de un desajuste en la presión arterial. El hombre intoxicado por ingerir alimentos en mal estado. Ambos fueron salvados.
Los cuidadores oficiales de los estacionamientos del estadio se quejaban de las exiguas propinas recibidas por su trabajo y calificaban en general al aficionado al futbol “tacaño”.
Varias jovencitas vendedoras de medallas conmemorativas del IX Campeonato Mundial de Futbol, al ver a este redactor anotar, se acercaron y dijeron: “Nosotras hicimos ‘changuitos’ para que no perdiera México”, y cruzaron los dedos índice y medio, gráfica expresión del sortilegio que sirvió para conseguir el empate.
Cerca del grupo, unos pequeños pateaban latas vacías, rememorando alguna acción de sus jugadores favoritos en la cancha.
Los barrenderos proseguían su obra de limpieza. A una pregunta del reportero, echaron miradas en torno suyo y calcularon su labor dentro del estadio.
“Fácilmente saldrán doce toneladas de basura”, dijeron.
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