En "America" (así, sin tilde), el poeta Fernando Valverde escribe sobre un país exaltado que, al mismo tiempo, le canta a los grandes ideales de Occidente y es el territorio donde decenas de tiroteos en masa han sucedido.
Más allá de todas las cosas oscuras y terribles que aborda en el libro, probablemente, una de las virtudes de Estados Unidos es que su Constitución proclama la libertad religiosa: "Es un país donde las religiones han aprendido a convivir bien", dice Valverde, poeta estadounidense de origen español; elogiado por figuras de la talla de Raúl Zurita; autor del primer tomo de una biografía de Lord Byron que, en meses recientes, publicó la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); merecedor de la Orden de José Martí en Estados Unidos y hasta nominado a un Latin Grammy por sus composiciones flamencas —se lee en la solapa de éste, su libro más reciente, publicado bajo el sello de Vaso Roto.
"Siento un profundo respeto por todas las personas religiosas: musulmanes, judíos, cristianos. Me identifico más con los cristianos porque nací en España y recibí una educación católica, pero creo que, por desgracia, la radicalización y el fanatismo, al igual que la ideología política, son un cáncer en la fe religiosa.Todos los radicalismos terminan por deformar al otro. Entonces, uno siente miedo y el miedo produce una reacción violenta", afirma el poeta, quien decidió titular a su libro así, sin tilde, aludiendo a la forma en la que el nombre del continente y el nombre del país se escribe para los estadounidenses.
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En sus palabras, en el fundamentalismo subyace el miedo a perder un territorio, una identidad.
El germen —una de las necesidades, tras la escritura del libro— era comprender también porqué muchos jóvenes se habían enrolado al ejército, dispuestos a morir por America, ¿qué significaba, pues, America? Justo en los años de la campaña presidencial de Donald Trump estas dudas llegaron a Valverde. El slogan político, "Make America Great Again", hizo que todo el país se preguntara "qué diablos quería decir Trump al utilizar la palabra great". El foco era el adjetivo: la idea de grandeza.
"¿Qué se consideraba como la grandeza de America? ¿Qué es la grandeza de America si ya somos grandes? ¿O estaría diciendo que ya no lo éramos, que teníamos que volver a ser grandes? Yo dije, ¿qué diablos le está pasando a todos los académicos y periodistas? No se dan cuenta que aquí la gravedad está en ponerse de acuerdo con el significado de America. El centro de la discusión no era America; entonces, yo puse el centro allí".
Aquel Donald Trump candidato —continúa— se refería, ¿quizá?, a la America de John Fitzgerald Kennedy, un mediodía de noviembre de 1963, a bordo de un coche descapotable en Dallas, Texas, bajo la mira de un rifle de fabricación italiana. ¿O se refería a la America que libró a Europa del nazismo? ¿La América de Martin Luther King, de los derechos y las conquistas civiles, o la del Ku Klux Klan y el supremacismo blanco? ¿La America a la que le canta Walt Whitman, el fundador simbólico del sueño americano, o la America en la que un hombre puede entrar a una feria del libro, con un arma en la mano, y matar a todos? Preguntas que, por cierto, Valverde se hace desde una de las salas de prensa de la Feria del Libro de Monterrey, que concluyó el pasado 6 de octubre y donde presentó su libro.
"El primer mass shooting de la historia sucedió en la universidad de Austin, Texas, en 1966 y lo hizo un tipo que se llamó Charles Whitman. Me pareció una tragedia inimaginable. ¿Cómo el odio podía provocar que alguien entrara a un sitio a disparar sin motivo alguno? Ni siquiera había aquí el miedo al otro, a la diferencia o la reacción".
El fundador de la idea simbólica de nación que tiene Estados Unidos fue el otro Whitman, Walt Whitman —afirma—, mientras que el hombre que, por primera vez, disparó al corazón de la patria compartió su apellido: "Charles Whitman dejó una nota para la comunidad científica. Él no podía parar sus pensamientos de odio; no podía detener la idea de subir a la torre y ponerse a disparar. Pidió que le hicieran una autopsia e investigaran. Cuando abrieron el cráneo, encontraron un tumor cerebral. Es decir, lo que sujetaba el rifle eran los brazos de Charles Whitman, pero lo que inauguró en Texas la terrible historia de los tiroteos en masa no era su voluntad, sino otra cosa. Algunos dirán que fue el cáncer, que fue la torre, que fue el diablo".
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Al hablar del otro Whitman —del poeta— hace una pausa y explica que "America" es su libro más experimental; que el sonido, aquí, no tiene relación alguna con lo que él antes escribió: la cadencia de la poesía española, sus endecasílabos y alejandrinos dieron paso al influjo del Antiguo Testamento, particularmente, en una de sus versiones más poéticas, la versión King James. "Es un inglés arcaico, pero suena de forma maravillosa. Me metí a clases de Biblia en una iglesia presbiteriana; luego, en una metodista, una bautista y otra evangelista porque quería escuchar, quería que esa música, la del Antiguo Testamento, se me metiera". Una voz que también es cercana a la de Whitman.
Por último, cuenta que al libro lo parte el Río Misisipi como si fuera una cicatriz. Imagen de la que Valverde se sirve para hablar de la tensión infinita, entre lo mejor y lo peor, que hay en Estados Unidos: "Allá la gente es capaz de una solidaridad como nunca he visto. Un amor por la cultura que tampoco he encontrado en ningún sitio. Ellos patrocinan y financian cualquier esfuerzo creativo, pero también son capaces de la mayor intolerancia posible. La imagen, la metáfora, es la de esa cicatriz, el río Misisipi, que se tragó el cuerpo del primer hombre blanco que lo vio. El cuerpo de Hernando de Soto, su descubridor; y también el cuerpo del hombre que murió de una fiebre a las pocas horas de descubrirlo y fue echado al mismo río".
melc