El reciente paso por México del clarinetista cubano Paquito D’Rivera, una de las leyendas del jazz latinoamericano —ganador de la Beca Guggenheim y del Grammy Latino del Consejo Directivo en 2022— tuvo una razón específica: interpretar The Journey, concierto para clarinete, violonchelo y orquesta, por primera vez en el país, y fue uno de los eventos centrales del Festival PAAX GNP.
Durante los días que el cubano permaneció en Playa del Carmen, donde se realizó el encuentro cultural, el también saxofonista alto y tenor participó en un conversatorio —el primero de las PAAX TALKS, un concepto en el que músicos y artistas le explican sus procesos creativos al público— junto al crítico musical Lázaro Azar. En esa sesión, D’Rivera recordó una anécdota descrita por el escritor Julian Barnes en su novela biográfica sobre el compositor ruso Dmitri Shostakóvich, El ruido del tiempo.
Es sabido que la salud psicológica de Shostakóvich se vio afectada por su relación con el régimen de Stalin. Cierta ocasión, recapitula D’Rivera, quien a su vez recapitula a Barnes, el dictador se levantó de uno de sus conciertos y ese gesto, casi insignificante, fue el origen de la paranoia y los terrores del compositor soviético: ser asesinado o terminar en un Campo de Concentración sin aviso alguno. Una amenaza de muerte perpetua. Sin embargo, el origen del miedo fue una especie de broma absurda del destino, puesto que Stalin sólo se retiró esa ocasión porque le dolía la cabeza.
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Cuando contó esta anécdota, usted recalcó: “No quieren eso para México”. ¿Qué indicios ve para decirlo?
Lo mismo que vi en mi país, lo mismo que vi en Venezuela: la influencia tremenda de la extrema izquierda aquí.
No estoy hablando de la izquierda solamente, sino de la izquierda de verdad.
Alguien me dijo que ustedes tienen Comités de Defensa de la Revolución [D’Rivera se refiere a los Comités de Defensa de la 4T, cuyo modelo son los Comités de Defensa de la Revolución Cubana]. Yo no los he visto y no me atrevo a criticar a la gente que han elegido los mexicanos. Nosotros se lo advertimos a los venezolanos y pasó. La gente puede ver lo que está sucediendo allá. No es un secreto, es un verdadero desastre. Ese país estaba lleno de exiliados cubanos. Les decían: acá no pasa esto, aquí lo ponemos y si no nos gusta lo quitamos, y mira lo que está pasando allá.
Yo lo veo aquí y me da miedo porque México es un país muy querido por mí. Yo no puedo hacer nada por eso, yo no puedo meterme en los asuntos de México. Si los mexicanos quieren ese país, que se diviertan; yo no me voy a divertir. Yo voy a sufrir mucho.
Usted especula que sucederá en un corto plazo, en pocos años.
Ya pasó antes, no es nuevo esto. Yo puedo hablar de música en México, pero yo no puedo inmiscuirme en los temas políticos de México.
Pienso lo mismo, que como mexicano no puedo opinar de lo que pasa en Cuba.
No, sí opina y di que es una porquería lo que está pasando. Es terrible lo que está pasando en mi país. Lo sé por experiencia. A nosotros nos advirtieron los chinos, hablando del erhu, el violín chino. En el año 59 los chinos dijeron: esto es comunismo. Nadie creyó. Esta revolución es verde como las palmas, decían. No, era verde como una sandía, que al abrirla es roja por dentro. Nadie hizo caso y ahí está. Hay 2 millones de exiliados cubanos, entre ellos muchos aquí en México.
Pero repito: yo no puedo meterme en la política de México. Yo no puedo opinar sobre eso, pero… cuidado que el perro muerde.
Un gran concierto escrito desde la memoria
La primera semilla para crear The Journey está intrincada en los primeros recuerdos del clarinetista, cuando en sus años de infancia, hace más de medio siglo, iba al Barrio Chino de La Habana en compañía de su padre, el saxofonista y director orquestal Tito D’Rivera. Pero The Journey, pieza comisionada por la Sinfónica Nacional de Estados Unidos y la Fundación Wolf Trap, y estrenada a nivel internacional el 8 de septiembre de 2022 en el Filene Center del Wolf Trap de Vienna, Virginia, con el propio D’Rivera en el clarinete, Yo-Yo Ma en el violonchelo y Cathy Yang en el erhu, es también fruto de una broma privada que marca la amistad del músico cubano con Yo-Yo Ma. Un concierto ecléctico y festivo en el que, en cierto sentido, Oriente y Occidente se dan la mano.
¿Cómo logró que el sonido del erhu, el violín chino, y los ritmos latinos se cohesionen?
Se dio de forma natural y muy espontáneamente. Yo también me sorprendí cuando terminé el movimiento central de la pieza; después de que lo terminé me asusté un poco.
¿No será ridículo esto?, me pregunté y estuve meditándolo un par de semanas. No estuve convencido de que no era ridículo hasta que lo tocamos y Yo-Yo Ma me dijo: me encanta, qué lindo es ese movimiento. Me dio miedo estarle faltando al respeto a una cultura tan lejana, la de Asia. Aunque quizá no sea tan lejana porque Cuba estaba llena de chinos; igual que el mundo entero. Es parte de la cultura del Nuevo Mundo.
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El nombre original es Rice and beans o el Concierto del arroz con frijoles porque era una dedicación a mi gran amistad con Yo-Yo Ma. Debía tener un elemento chino y pensé en el erhu.
Hay algo en su composición que encadena los instrumentos.
Hay algunos instrumentos que han vivido más tiempo juntos: la orquesta de cuerdas o las maderas. Pero meter un erhu ahí… supongo que alguien más debe haberlo hecho; he oído cosas de erhu con orquesta y casi siempre son de compositores asiáticos. No estoy seguro, pero creo que es la primera vez que un compositor no asiático mezcla esto con ritmos de Cuba y Brasil.
No sólo es el estreno en México, sino la segunda vez que se interpreta a nivel mundial, ¿dónde más se tiene pensado interpretarlo?
Tengo un contrato para hacerlo en Puerto Rico. Hay un Festival de Jazz en Puerto Rico que quiere incluir la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico y el Festival Pau Casals. Casals vivió muchos años en Puerto Rico y murió allí; su madre era puertorriqueña. Entonces quieren mezclar una cosa con la otra: el violonchelo y el jazz. Creo que esto también es una especie de reconocimiento a Pau Casals, que fue un gran violonchelista.
¿Está grabado el estreno de la obra, que comisionó la Sinfónica Nacional de Estados Unidos?
Todavía no. Yo-Yo quiere grabarlo. Pero tú sabes que son personas muy ocupadas, que tienen muchísimo trabajo. La pieza es “unusual”, esa fue la palabra que usó Yo-Yo. No es usual, no es común esta pieza. Salió así porque fue comisionada por el violonchelista más famoso del mundo. Me esforcé y lo logré. A veces uno puede esforzarse y quedar bastante mal. Las dos veces que tocamos The Journey ha tenido bastante aceptación.
Yo-Yo había grabado piezas mías ya. Gané un Grammy con una pieza que escribí para él, una pieza que se llama Wapango. Él me grabó varias veces, siempre conmigo tocando en algunos discos; por eso me comisionó una pieza grande, ya que las otras eran de música de cámara, formatos pequeños. ¿Me escribirías esta pieza? También le dijo a alguien en el Kennedy Center que quería que yo escribiera una pieza; entonces la financiaron, pero yo no sabía cómo iba a sonar.
Yo-Yo le hizo la propuesta a la Orquesta Sinfónica Nacional de Estados Unidos, les dijo que quería que yo escribiera el Concierto del arroz con frijoles. Era una broma, era un concierto para él y para mí, pero se lo tomó en serio y se lo dijo a la gente del Kennedy Center y ellos, a su vez, se lo tomaron en serio. Salió bien. Tuvo un final feliz.
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