Mientras el resto apuesta por la construcción para la 19° Bienal de de Venecia, la arquitecta mexicana Tatiana Bilbao (Ciudad de México, 1972) y el Vaticano eligieron otro camino: un laboratorio vivo de reconstrucción. El riesgo les valió la mención honorífica por mejor participación nacional.

Opera Aperta es el título del pabellón que presenta la –que apenas en 2018 comenzó a participar en la Bienal de Venecia– y consiste en un proyecto vivo, que es la restauración del complejo Santa Maria Ausiliatrice di Castello, que entre sus elementos tiene una iglesia, y data del siglo XI.

Todo comenzó en junio del año pasado, cuando Bilbao fue contactada por el Cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación del Vaticano, quien le explicó a la arquitecta que había sido seleccionada para diseñar el pabellón porque comparten valores. Y es que además de la restauración del edificio antiguo, el pabellón busca la restauración del tejido social.

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Opera Aperta es el título del pabellón que presenta la Santa Sede y consiste en la restauración del complejo Santa Maria Ausiliatrice di Castello, que data del siglo XI. Foto: Tatiana Bilbao Estudio
Opera Aperta es el título del pabellón que presenta la Santa Sede y consiste en la restauración del complejo Santa Maria Ausiliatrice di Castello, que data del siglo XI. Foto: Tatiana Bilbao Estudio

Por ello, Bilbao consideró que era importante colaborar, por lo que invitó al despacho catalán MAIO Architects, con quien ya ha trabajado, y seleccionó a Marina Otero Verzier, arquitecta e investigadora, y Giovanna Zabotti, directora artística de Fondaco Italia, como curadoras.

En su primera edición en la Bienal de Arquitectura, el Vaticano invitó a renombrados arquitectos, como Norman Foster y Souto de Moura, para que construyeran de forma individual su versión de una capilla en una de las islas de Venecia.

Ahora el país entregó a los arquitectos este edificio de 500 metros cuadrados que se construyó en 1171 como hospicio para peregrinos, que más tarde se convirtió en un asilo, una escuela y un internado. En 2001 comenzó a ser usado para actividades culturales y hasta hace poco funcionaba como biblioteca y ludoteca, pero tras los daños de una inundación en 2019, cerró al público. “Nos dimos cuenta que el edificio estaba en muy malas condiciones para ser usado y tenía que ser reparado, no podíamos generar actividad antes de repararlo. Toda la gente en automático pensó que íbamos a reparar el edificio para luego ver qué poner para la Bienal y no, ¿por qué haríamos eso? El proceso de reparar un edificio debería ser en lo que se centre la arquitectura, sobre todo en un contexto como el de Venecia, donde no se hacen edificios nuevos, sino que se reparan a edificios que ya existen”, explica Tatiana Bilbao en entrevista.

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Uno de los objetivos del proyecto es formar comunidad, por lo que dentro del recinto hay un comedor para los trabajadores, vecinos y visitantes. Foto: Tatiana Bilbao Estudio
Uno de los objetivos del proyecto es formar comunidad, por lo que dentro del recinto hay un comedor para los trabajadores, vecinos y visitantes. Foto: Tatiana Bilbao Estudio

“La restauración física es una excusa para hacer una restauración social del tejido”, agrega Bilbao.

El trabajo físico

Durante los seis meses que se lleve a cabo el evento, el edificio estará en proceso de restauración, uno al que no se había sometido en mucho tiempo, estima la arquitecta.

Se contempla que estos trabajos concluyan poco después de la clausura de la Bienal, en noviembre. Para empatar tiempos con la Bienal, se trabajarán elementos puntuales como la restauración del altar de la iglesia, los muros dañados por salitre, el terrazzo (piso) y vigas de madera del coro de la iglesia.

Se considera que es un laboratorio, porque parte de estos trabajos serán realizados durante talleres de restauración que impartirá dos veces a la semana la Universidad Internacional del Arte en el sitio.

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La idea principal es transparentar el proceso de transformar el espacio. Foto: Tatiana Bilbao Estudio
La idea principal es transparentar el proceso de transformar el espacio. Foto: Tatiana Bilbao Estudio

 La malla protectora y las luces blancas son fundamentales; y en procesos de restauración para hacer agradable y neutralizar el brillo de la luz blanca se suman luces amarillas. El minimalismo de la decoración también permite que el trabajo manual sea el protagonista.

Para la arquitecta mexicana —quien diseñó el Jardín Botánico de Culiacán, es profesora en Yale y ha sido galardonada con el Marcus Prize y ArpaFil— es momento de reconstruir en vez de construir de cero, una tendencia que cada vez cobra mayor fuerza en su campo.

“El espacio está mal distribuido, hay gran cantidad de edificios vacíos, tanto viejos, porque nadie ha puesto interés en restaurar, como nuevos”.

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Considera que un mensaje de este proyecto es que en “la arquitectura hemos desaparecido el proceso de restauración y reconstrucción, siempre mostramos el diseño, los dibujos y las 800 maquetas, y luego mágicamente aparece el edificio terminado. No mostramos ese proceso que transforma al espacio”.

El trabajo social

“El reto más grande es el de trabajar con la comunidad”, dice Bilbao. Justo el título de esta edición de la Bienal es Intelligens. Natural. Artificial. Collective.

El curador de la muestra, el arquitecto Carlo Ratti, explica que se trata de ver cómo enfrentarse a un “mundo que arde” desde la arquitectura y la inteligencia colectiva.

En noviembre de 2024, Venecia anunció que el inmueble sería prestado por los próximos cuatro años para que fuera el pabellón del Vaticano. Ante la noticia hubo habitantes que pidieron se mantuviera el uso civil del recinto. Autoridades venecianas aclararon que se indicó al Dicasterio que las actividades que ahí organice deben estar al nivel de las exigencias de sus habitantes. Entre estas podría entrar que durante los trabajos de restauración, la sede se convertirá también en un espacio de práctica del Conservatorio de Música “Benedetto Marcello”.

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“Hay instrumentos porque el conservatorio no tiene un espacio donde ensayar y están buscando un espacio permanente, mientras aquí hay espacio para que los alumnos usen estos instrumentos cuando los necesiten”, detalla la arquitecta.

Otra forma de formar comunidad, señala Bilbao, es a través de la comida. Por eso dentro del recinto hay una cafetería y comedor, administrado por la cooperativa nonsoloverde, para los trabajadores y para que, cada martes y viernes, vecinos y visitantes pueda comer gratis, aunque se requiere un registro previo. “En la comida se hacen los intercambios más interesantes, no necesitas ir a un curso de restauración para compartir con los vecinos. Es algo para todas las edades, donde todos pueden estar incluidos”, agrega la arquitecta.

La conceptualización del pabellón partió de Obra Abierta, de Umberto Eco, donde habla sobre permitir al lector reescribir un texto, así como de Laudato Si’, un escrito del recién fallecido papa Francisco I, donde dice que todo en el mundo está interconectado y que en el cuidado de estas conexiones se desarrolla el tejido social.

“El cardenal me explicó que sí importaba el arte y la arquitectura, pero que el interés primordial era con la colectividad. Eso fue lo que me atrajo, lo que me dijo que debía de participar. Nuestro trabajo apenas comienza”, concluye Bilbao.

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