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Guanajuato.- Una playa artificial, instalada en el patio de la Casa de Cultura de Guanajuato, es el escenario donde alrededor de 30 personas, entre intérpretes y cantantes, dan vida al performance-ópera lituano Sun & Sea, que ganó el León de Oro en la 58 Bienal de Venecia.
Desde cuatro ángulos, en los andadores del primer piso, el público observa a los performers que tienen prohibido ver al público. Y bajo la luz caliente de una serie de paneles, equipados con toallas, lentes oscuros, bicicletas y protector solar, encarnan al grupo de bañistas y llevan a escena una imitación, un simulacro de la vida cotidiana. Como en un contrapunto, mientras toman fotos, se ponen bloqueador o juegan ajedrez —alguien lee, incluso, Como agua para chocolate, de Laura Esquivel— cargan sus pequeños dramas individuales. Una mujer, por ejemplo, canta la historia de su esposo, un nadador experto que se ahogó en aguas profundas; algo que nadie puede creer. Otro sufre por ser mal visto ante sus compañeros de trabajo —su coro reza: agotamiento, agotamiento—. Un muchacho es feliz porque las circunstancias lo llevaron a conocer al amigo de su hermano y ahora no se separa de él. El olor a desagüe, los mosquitos y la mierda de los perros sobre la arena desatan la ira de una mujer que lleva un sombrero y un listón negro.
A través del libreto, escrito por Vaiva Grainyté, los personajes abordan temas como el control de las branquias de los peces, el granizo y la nieve en mayo, el veneno estancado en la psique y la explosión emocional en público —”la negatividad respirando sale sin avisar (...) Como lava”—, la desaparición de los corales, la producción de plátano proveniente de Sudamérica, el presentimiento de una extinción masiva, el lamento por la propia muerte y el día en que no se volverá a sentir ni amar —"soy mortal, mi cuerpo envejecerá y se marchitará"— y la idea de que la impresión tridimensional podrá replicar la existencia entera en medio de un mundo que va a pique.

“La pieza es un mosaico fragmentado que, al mismo tiempo, mantiene una narrativa, una unidad, como un planeta”, afirma, en entrevista, la cineasta y directora Rugilé Barzdziukaité.
Más allá de la vida cotidiana nadie se atreve a dar un paso adelante de esa quietud vertiginosa. En ese mural asimétrico y ese torbellino de conciencias que se mueven en círculos concéntricos, sus historias se sobreponen, se contraponen, se ensimisman. “El hecho de estar todos juntos en un lugar y resonar le añade un nivel, una especie de unidad que eleva la vida cotidiana que están cantando en la obra”, explica la compositora Lina Lapelyté.
Alcanzar la coordinación entre tantos elementos (música, letra, performance) es “algo que siempre debemos revisar. El esquema de acción no es fijo. Entonces, hay una lucha constante cuando una cosa es excesiva o pierde el rumbo”, complementa Barzdziukaité. La idea final, uno de los cuestionamientos que se esperan del público es un mensaje de esperanza: “Que todos somos uno mismo”, concluye Lapelyté. Sun & Sea puede verse hasta el 14 de octubre como parte de la programación del 53 Festival Internacional Cervantino.