Guadalajara, Jalisco. —“La literatura es un oficio peligroso cuando se enfrenta a la desmesura del poder de las tiranías que nunca dejan de sentirse amenazadas por las palabras”, afirma Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua-1942), escritor que recibió el Doctorado Honoris Causa por parte de la Universidad de Guadalajara.
Este reconocimiento se suma a la larga lista de galardones que ha recibido Ramírez en su carrera, como el Premio Carlos Fuentes, el Premio Alfaguara de novela, la Orden de las Artes y de las letras de Francia y el Premio Cervantes.
“Este doctorado se le confiere por su amplia y destacada trayectoria y reconocimiento invaluable al legado y a la contribución a la cultura”, dijo Ricardo Villanueva, rector de la Universidad de Guadalajara, antes de entregar la medalla a Ramírez, autor de libros como Castigo divino, Tongolele no sabe bailar, La fugitiva, Ese día cayó en domingo y Mil y una muertes. El rector destacó su dedicación al periodismo y su labor política como fundador del Grupo de los 12 en los año 70 y como vicepresidente de Nicaragua de 1985 a 1990.
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“Por la palabra libre hay un precio que pagar, cuando el poder de la dictadura quiere el silencio o la mentira o el halago”, dijo Ramírez en su discurso, en el que el exilio fue tema principal: “La vida en el exilio se vuelve una mezcla de ansiedad, infortunio y gratificaciones”.
Sergio Ramírez, quien fue perseguido por el gobierno de Daniel Ortega, explicó que el exiliado se enfrenta al síndrome de la maleta abierta, es decir, que el extranjero nunca termina de desempacar por la esperanza de volver a su país. El escritor dijo que una vez que ésta se cierra es porque el país ya quedó lejos, perdido entre la bruma y que sólo se puede recordar a través de sueños y memorias. Eso le pasa a Ramírez, quien vive en Madrid y sueña con su casa. Uno de sus sueños trata de cuando regresa a casa, ve a sus padres, aunque no puede abrazarlos porque el vehículo en el que va en su sueño no se detiene. Pero espera poder hablar con ellos más tarde, cuando su padre ya haya cerrado las puertas de la tienda. “Mi memoria es una ciudad extraña”, agregó el autor.
El escritor de 82 años de edad comentó que ya es momento de preguntarse cómo quiere ser recordado, a lo que indicó que prefiere ser recordado como escritor y no cómo político:
“Nunca un político prestado a la literatura, un escritor metido en las entrañas del poder escribió sobre el poder. (…) Si me recordaran como político estarían mal porque fui un mal político, no estaba hecho para la persistencia del oficio”.
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