Más Información

Diputados posponen, otra vez, decisión sobre desafuero de Cuauhtémoc Blanco; oposición acusa “impunidad de Morena”

Sheinbaum: Hoy comienza la integración vertical de Pemex para fortalecerla; reconoce a Cuauhtémoc Cárdenas por defensa de la soberanía

Caso Teuchitlán: Biblia, maleta y tenis reavivan búsqueda de Merari; testigo detalla cómo operaba el Rancho Izaguirre

Así “ponía” la hermana de Xóchitl Gálvez víctimas para secuestrarlas; tenía relación con gente importante, “según declaraciones”
”La literatura no te debe dejar inmune. Yo no necesariamente sobrevivo a la creación de estas criaturas, estas historias, estas marionetas que a veces parecen los personajes; sí me toca padecer lo que ellos padecen, sí sufro” asegura el escritor Hiram Ruvalcaba (Zapotlán el Grande, Jalisco, 1988) al hablar de las historias de dolor, violencia y deshumanización que dejan sus nueve cuentos reunidos por Era Ediciones en Los inocentes, un libro de relatos duros, descarnados y violentos que exponen homicidios, humillaciones, crueldades y amarguras.
El narrador, periodista y profesor de Literatura, con maestría por El Colegio de México, asegura que la literatura nos permite explorar y ver esas oscuridades que en la realidad a veces no podemos ahondar, profundizar e iluminar, pero que son parte de nuestra naturaleza.
Coincide con Stephen King quien dice que la literatura de terror nos gusta por el placer que nos provoca y nos acerca a experiencias terribles de las cuales no tenemos que pagar las consecuencias.
Reconoce que sus historias generan inquietudes y angustia. “Yo no había caído en la cuenta hasta que algunos de mis amigos y lectores me hicieron reconocer que yo escribo algo muy cercano a la literatura de terror, que a lo mejor en mis historias no hay una sensación de miedo latente, pero hay una sensación de angustia en muchos de mis textos que yo reconozco como mi huella. A mí me gusta provocar esa sensación”.
En este libro no le da tregua al ector, “en otros libros he tratado de poner algún cuento que sea más ligero, que calme un poquito la borrachina de la angustia, pero para mi estreno con Era, dije, 'pues ahí va toda la chinga y que los lectores se metan a este universo y salgan jodidos', porque la verdad es que la experiencia de Los inocentes sí está pensada para sacudir”, afirma el también autor de Los niños del agua (2021) y la novela Todo pueblo es cicatriz (2023), ganadora del Premio Amazon Primera Novela y del Premio Filiberto a Mejor Novela Negra 2023.
Para Ruvalcaba la literatura conduce a la gente a los espacios donde ocurren las cosas. “Nunca he ido a un prostíbulo, pero quiero a través de la literatura acercar a los lectores a esta experiencia, que sepan qué se siente estar ahí, que sufran o padezcan lo que esta chica ha visto y vivido, que también padezcan la indecisión de este cabrón que va a tratar de contratar sus servicios, y esto aplicado a todos los cuentos; esa es mi búsqueda estética”.
Sus historias están protagonizadas por personajes que reaccionan a sus deseos oscuros, y sin embargo dice, “yo tengo esperanza de que dentro de todos nosotros exista mucha luz, pero creo que el ciudadano de a pie carga dentro de sí mucha oscuridad. Lo que me interesa es ver ¿hasta dónde podemos rastrear la oscuridad que traemos dentro y hasta dónde somos dueños de un real raciocinio que nos permita elegir no actuar en pos de nuestros más bajos instintos?”.
Cuenta que tiene muchos años situándo sus historias en Tlayolan, que es un pueblo que podría ser Zapopan el Grande y la región sur de Jalisco. “Tlayolan es Sayula, es San Gabriel, es Tamazula, es Pihuamo, es una zona más o menos amplia que yo he recorrido porque a eso se dedicaron mis papás, a ser maestros rurales. Me tocó conocer esto y a mí me parece que la vida del pueblo expresa con toda claridad las cosas que a mí me interesan como autor de literatura”.
Ruvalcaba es de la idea de que un buen cuento acaba, pero no termina, es decir, el lector llega a un punto final, pero la trama, el argumento tiene que seguirse resolviendo en su imaginación y lo tiene que dejar pensando por lo menos un par de días o meses o años después de leer el relato. “Si uno logra esto quiere decir que el relato fue significativo y que afectó al lector de manera transversal. Yo creo que los finales de Los inocentes o los finales que yo busco en general con todas mis historias, tienen esta pretensión, yo intento que el lector diga, ‘Chale, güey, pasó esto’, pero luego que se plante: ‘¿qué les pasa a estos personajes? ¿A dónde van? ¿Qué pasa al día siguiente?’. Ese día siguiente yo tengo la esperanza de que lo complete el lector”, concluye Ruvalcaba.