Un “bosque de tipografía como quien ingresa en un laberinto gótico”, con un “jardín de vocales”, un lugar donde se respiran “las palabras que han salido del limbo de la contingencia” y “el aire eléctrico de las conjugaciones”, son frases del poema “Invitación a David Huerta” que dejan ver cómo veía la muerte el poeta Julio Trujillo, de quien se confirmó su fallecimiento la noche del jueves pasado, luego de haber estado desaparecido durante seis días en Inglaterra.
El 10 de enero, Trujillo fue reportado como desaparecido y la policía de los condados de Devon y Cornwall comenzó la búsqueda del también editor mexicano de 55 años. Había sido visto por última vez en el área de Mousehole Nr. Penzance, en Cornwall y el jueves su cuerpo fue hallado en el pueblo costero de Sennen.
Luego de que la familia de Trujillo confirmara su fallecimiento a este diario, la policía inglesa actualizó su sitio web, donde detalló que “su muerte no está siendo tratada como sospechosa y se está preparando una carpeta para el forense”.
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Entre la luz y la oscuridad
La muerte del escritor ha conmocionado a la comunidad literaria mexicana. “Sí estoy, la verdad, muy tocado, además por todas las circunstancias, por cómo se dio esta tragedia, es más doloroso”, dice el escritor Mauricio Montiel, quien conoció a Trujillo en medio del “torbellino” cultural de los años 90 en la Ciudad de México.
No se han dado más detalles sobre la causa de muerte, pero su última interacción en redes sociales fue en X y el mismo día en que desapareció; ahí escribió el verso “Ya no va a dolerme el mar, porque conocí la fuente” y un par de días antes publicó “…cuando yo muera de vida y no de tiempo…” Esto llevó a especulaciones.
Sin embargo, sus amigos escritores recurrieron a una misma palabra para describirlo: solar.
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“Julio siempre mantuvo esa fachada solar, luminosa. Yo creo que las sombras conviven con nosotros aunque estemos a plena luz del día y creo que Julio lo tenía claro. Como persona, como amigo, como cómplice siempre fue de carcajada fácil, la risa a flor del labio, siempre socarrón”, afirma Montiel, autor de La penumbra inconveniente.
El escritor Ernesto Lumbreras aseguró que con la partida de Trujillo, la comunidad literaria mexicana se queda “huérfana de una presencia solar” y de una poesía que describió como “luminosa”.
Hernán Bravo Varela, poeta, asegura que su amistad con Trujillo se sostuvo gracias a su vitalismo, bonhomía y dicharachería “que solo podían venir de un temperamento olímpico como el suyo” –Trujillo era un apasionado de los deportes, particularmente del beisbol, tema de “Parábola”, uno de los poemas que escribió sobre su hijo Santiago, así como ensayos que relacionan a la poesía con deportes como atletismo y tennis.
Aunque sus amigos reconocen el interés del escritor por textos oscuros y existencialistas.
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Montiel dice que se notaba su curiosidad “por un mundo más sombrío”: “Él era un lector voraz, le interesaban ensayistas y novelistas que tendían a esas zonas sombrías de la existencia. Nadie que sea un buen escritor, como lo era Julio, puede evadir esas zonas”.
El escritor Luigi Amara, también gran amigo de Trujillo, habla sobre la época difícil por la que atravesaba el poeta, con quien hasta hace poco mantuvo comunicación:
“En algún punto se volvió más profundo, más existencial. El libro Jueves, que publicó hace poco, tiene una complejidad vital, se nota que toda esa fuerza solar y la vitalidad en la sangre fue cambiando. Me tocó vivir esa etapa difícil en su vida. La vida cultural en México cambió mucho en estos últimos años y creo que él se sentía fuera de lugar, apestado, ya no se sentía con esa naturalidad con la que navegó en el mundo, y eso lo llevó a un lugar sombrío. Acaba de ganar un premio en España y acaba de ser padre, y me comentó sobre la maravilla del lugar donde vivía, seguía activo, a veces me compartía lo que estaba leyendo”.
En su última entrevista con EL UNIVERSAL en 2021, Trujillo dijo que Jueves (Trilce, 2020) era un poema “con fuerza de sobreviviente” y que lo escribió en días de “vértigo y soledad”: “Me llevó a una situación de aislamiento deliberado; deliberadamente quería estar solo, necesitaba estar solo, no había conseguido comunicarme bien con mis semejantes, entonces fue como pedir un tiempo fuera”.
Poeta puro
El poeta David Huerta describió, en 2016, a Trujillo como un “poeta genuino”: sus amigos coinciden.
Hernán Bravo Valera admira la escritura de Trujillo desde Una sangre, una de sus primeras publicaciones y con la que ganó el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino en 1994. Ernesto Lumbreras destaca que su obra llamó la atención de “los capitanes que regían la nave de la poesía en lengua castellana, me refiero al interés manifiesto de Octavio Paz, Álvaro Mutis o Gonzalo Rojas”.
Julio Trujillo, quien nació en la Ciudad de México el 16 de septiembre de 1969, estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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Publicó más de 10 libros, entre los que se encuentran Proa (Marsias, 2000), El perro de Koudelka (Trilce, 2003), Sobrenoche (Taller Ditoria, 2005), Bipolar (Pre-Textos, 2008), Pitecántropo (Almadía, 2009), Ex profeso (Taller Ditoria, 2010), La burbuja (Almadía, 2013), El acelerador de partículas (Almadía, 2017) y Jueves (Trilce, 2020).
Trujillo fue becario del INBA en 1993, y del FONCA en 1994 y en 1996, así como miembro del Sistema Nacional de Creadores desde 2004. Apenas en noviembre de 2024, el poeta había sido galardonado con el VIII Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro por su libro Detrás de la ciudad y antes del cielo.
El autor también tuvo su faceta fue editor en revistas como El huevo, Letras Libres, Revista mexicana de cultura y Revista de la Universidad de México.
Para Montiel, Trujillo era uno de los “pocos poetas puros” de la actual literatura mexicana, por ser fiel al género.
“Le pregunté si tenía el gusanito de escribir novela y me dijo que se mantenía fiel a la poesía. Estaba muy interesado, parafraseándolo, en las cosas minúsculas del mundo para hallar algo trascendental, buscaba la eternidad en lo efímero, en lo cotidiano, en lo aparentemente banal, ahí Julio detectaba lo perdurable”, comenta.
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Esa atención en lo “minúsculo” la percibe Lumbreras en “la música encantadora” de los versos de Trujillo: “Su obra exige una atención del oído, ese era el sentido privilegiado del poeta Trujillo, los mecanismos musicales”.
Hernán Bravo Varela coincide en que era fiel a su brújula y asegura que en sus versos se refleja su “energía telúrica”:
“Mantuvo una inquietud absoluta con las posibilidades plásticas y casi diría textiles del verso, porque la manera de tejer en todos esos materiales su frondosísima respiración, es único no sólo de su generación. Deveras se nos va un poeta importantísimo dentro de nuestras letras”.
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“Fue un poeta inquieto, intelectualmente siempre estaba buscando lecturas, era muy buen editor, lo recuerdo con mucho cariño”, añade Luigi Amara.
“Hay libros que se publicarán de manera póstuma; la editorial Pretextos y la editorial Trilce dio a conocer que publicarán libros. Nos queda mucha poesía, afortunadamente, de Julio Trujillo”, concluye Lumbreras.
A Trujillo le sobreviven sus hijos: Santiago Trujillo Carreño, Ana Trujillo Carreño, de su primer matrimonio con la editora Tania Carreño, y Max Trujillo Foster, recién nacido, de su segundo matrimonio con la escritora y traductora Lucy Foster; así como su madre, Patricia Rodríguez Bucheli, y sus hermanos Bernardo y Adriana Trujillo.