Más Información

Sheinbaum lamenta tragedia por incendio en tienda Waldo’s de Hermosillo; instruye envío de apoyo federal

Gran Desfile de Día De Muertos 2025 convoca a más de un millón 450 mil personas, informa Gobierno de CDMX
Recordar a un personaje como Luis González y González es evocar no sólo a un historiador, sino a un ser humano. En ello coincidieron los historiadores reunidos por iniciativa de Enrique Krauze para la mesa redonda “Cien años del natalicio de Luis González y González”, celebrada en el Aula Mayor de El Colegio Nacional.
Con la presencia de Jean Meyer y Andrés Lira, el colegiado recordó “la delicia” que era compartir las tardes y las noches con don Luis, tanto en su casa de la calle Carlos Pereyra, como en Zamora y en San José de Gracia, donde le ocurrió otra anécdota: don Luis lo invitó a vivir en su casa y, de pronto, a las 3 o 4 de la mañana, “veo que se enciende una lucecita, entreabro la puerta y ahí está Luis González con una bata trabajando en su gran mesa con unas sábanas, usaba unas sábanas cuadriculadas en donde Aristotélicamente ponía todos los datos de la historia que estaba por contar, primero con lápiz y, cuando las confirmaba, lo ponía con tinta con su pluma fuente”.
“Tecolote de la historia, búho de la historia: cuando todos los demás dormían, Luis González trabajaba. Un día le pregunté cómo hacía eso y me contó que se había acostumbrado, porque había llegado a capitán; pero más bien tenía que ver con el hecho de que era un hombre de inmensa responsabilidad familiar: no tuvo fortuna, daba clases en El Colegio de México en muchas otras escuelas: tenía 6 hijos, 3 hijas y 3 hijos, que mantener”.
Lee también A cien años de Luis González y González, maestro de la microhistoria
Así fue como escribió “sus libros maravillosos de historia”: cuando el resto de los seres humanos apenas despertaba, “él había terminado su jornada de trabajo e iba rumbo a la escuela, la atención de sus hijos y con la pareja extraordinaria que tuvo: Armida de la Vara”.
Durante su plática, Enrique Krauze evocó su llegada al mundo de la historia: “Viniendo de ingeniería, entré a El Colegio de México casi por casualidad: un amigo me dijo que se abría el doctorado de historia en el Colegio y que estaba abierto a personas que amaban la historia, aunque no hubieran tenido licenciatura (en historia). Entonces me invitaron a que acudiera de oyente a las clases. La primera fue de José Gaos, una ceremonia casi religiosa acudir a su cátedra, porque estaba leyendo El espíritu de las leyes, de Montesquieu, y se detuvo en una página durante una hora: escucharlo era una maravilla. Así conocí lo que se llama ser historiador”.
Después llegó su acercamiento a la figura de Luis González y González, quien se sentó alrededor de una mesa donde estaban otras 10 personas “y nos dijo: ‘les voy a contar lo que de veras le gustaba a Santa Anna: las peleas de gallos’. Así nos empezó a contar sobre las peleas de gallos en Tlalpan y cómo era divertido Santa Anna, cómo le gustaba la juerga y ser el relumbrón”.
“Nos hablaba de la historia de México de mediados del siglo XIX con tal sabor, con tal frescura y humor, nunca me imaginé que la materia de la historia pudieran ser las peleas de gallo de Tlalpan, y explicara por qué Tlalpan era el lugar favorito y cómo se vestía, cómo hablaba Santa Anna y cómo la Marquesa Calderón de la Barca visitó y vio a Santa Anna. A mí me pareció absolutamente fascinante”.
Lee también Clío conmemora al historiador Luis González y González
De esa manera, Enrique Krauze descubrió que la historia podía ser no solemne, como le habían enseñado en la escuela, tampoco puramente filosófica, sino humana, divertida, cotidiana. “Ya como alumno formal me impresionó muchísimo un curso que daba sobre Teoría y método de la historia, “porque era como una especie de Aristóteles de la historia en cuanto a la teoría y el método”.
“Todo lo que tiene que saber un historiador de cómo escribir historia, desde la elección del tema hasta el estilo, con ejemplos a lo largo de 2000 años, desde Herodoto y Tucídides hasta el siglo XX, estaba allí: desde cómo se elige el tema, cómo se critican las fuentes, cómo se analizan las fuentes, cómo se busca comprender en la historia, cómo se busca explicar en la historia, cómo se construye el libro”.
En su exposición, el historiador recordó frases que marcaron su propia manera de aproximarse a la historia, como la idea de que “la historia es ciencia en la recolección y arte en la composición”, al grado que había dividido a los profesionales como historiadores-abeja, historiadores-araña e historiadores-hormiga: el abeja, era el historiador que realmente era muy imaginativo y no necesitaba mucho los datos, era el más teórico e imaginativo”.
“El historiador-hormiga era el que iba recogiendo datos, coleccionaba y acumulaba la información, “pero yo creo que la preferencia de Luis González era el historiador-abeja, que, al tiempo de recoger el polen, elaboraba la miel. También decía que había historiadores del sustantivo y del verbo, historiadores de la narración e historiadores del concepto”.
Noticias según tus intereses
[Publicidad]
[Publicidad]












