"Siqueiros y los artistas americanos. Casos de estudio" es una de las exposiciones con las que el Museo de Arte Carrillo Gil celebra su 50 aniversario, efeméride que coincide también con el 50 aniversario luctuoso de David Alfaro Siqueiros, artista fundamental en la colección del recinto.
Para esta ocasión, el museo presenta una exhibición, disponible hasta el 24 de noviembre, que deja ver la faceta más social —por decirlo de una forma coloquial— del artista mexicano. Se trata de un recorrido en el que se muestran los lazos que estableció Siqueiros con artistas durante los viajes que hizo a países como Estados Unidos, Perú, Argentina, Chile y Bolivia.
Las rutas que hizo Siqueiros, muchas veces en calidad de exiliado, no es un tema que se aborda por primera vez desde lo académico, pero sí es la primera vez que “todas estas investigaciones que se han visto en papel se podrán ver en el espacio físico”, señala Tatiana Cuevas, curadora de la muestra.
“Es un homenaje de la influencia que ejerció en el continente, pero que también tuvo de vuelta. No es un intercambio unilateral y eso se ve en los intercambios epistolares, donde hablaban sobre la importancia del papel social del arte y los alcances que pueda tener”, detalla la curadora.
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En la primera planta del museo se muestra, en diálogo, obras de Siqueiros y de sus contemporáneos, como los peruanos José Sabogal, Camilo Blas, Julia Codesido; los estadounidenses Harold Lehman, Phil Guston, Reuben Kadish y Jackson Pollock; los argentinos Lino Eneas Spilimbergo, Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino y Cecilia Marcovich; de los chilenos José Venturelli, Luis Vargas Rosas, Laureano Guevara, Camilo Mori, Erwin Werner, Gregorio de la Fuente, Alipio Jaramillo y del boliviano Miguel Alandia Pantoja.
De algunos de ellos no hay obra, sino que se abordan en la exposición a través de su colaboración con Siqueiros en la realización de murales; ese era un modo de trabajo que acostumbraba el mexicano, recuerda Cuevas, poniendo como ejemplo a La Tallera.
Siqueiros conoció a todas estas personas porque en cada uno de sus viajes aprovechaba la ocasión de insertarse en las conversaciones artísticas y políticas locales para formar grupos con artistas comprometidos en causas sociales. Usualmente estos encuentros se propiciaban a partir de las charlas sobre arte que impartía el mexicano en escuelas de arte. Al final, estos territorios compartían con México “procesos de revolución y reconocimiento de territorios, comunidades indígenas, así como la lucha para reducir las diferencias sociales”, dice Cuevas.
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Intercambio cultural
Si se englobara en una sola palabra la exposición, Cuevas —quien es también directora del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC)— dice que sería “camaradería”, tanto en el sentido del lenguaje de la izquierda, pues se relacionó con creadores con perspectivas políticas similares, pero también en el sentido de amistades con las que reflexionó sobre la función del arte.
Ejemplo de ese espíritu de camaradería es la misma exposición, donde muchas de las obras son préstamos hechos por instituciones internacionales, como el Museo de Arte de Lima y el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Esto hace que la muestra sea una oportunidad única de ver estas obras reunidas en un mismo espacio. Entre los préstamos más destacados se encuentra el Boceto para el mural La hecatombe de Cajamarca, de 1955, del artista peruano Camilo Blas. Es una obra que cuenta con declaratoria de monumento artístico en Perú.
Otro préstamo destacado es el retrato José Carlos Mariátegui —quien dirigió la famosa revista Amauta—, realizado en 1959 por el propio Siqueiros, pero es una pieza que se encuentra en Perú.
Un gran número de cuadros de la argentina Cecilia Marcovich son el orgullo de Cuevas, pues para ella era fundamental incluir a esta artista porque “esta historia mayormente se ha conocido desde la aportación de los artistas hombres. Desde el muralismo en México, pero también la escuela del indigenismo en Latinoamérica”.
Además es la primera vez que se relaciona a la argentina con Siqueiros, pues no se conocieron directamente, pero eso no impidió que la creadora fuera firmante de una petición que exigía la liberación de Siqueiros de Lecumberri y lo considerara como uno de sus referentes para usar el arte como herramienta social, en este caso específicamente trabajando el tema de la lucha de las mujeres.
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En la exposición también hay una serie de obras del boliviano Miguel Alandia Pantoja, con quien también recién se establece este vínculo con Siqueiros, pues aunque no se conocieron en persona, una serie de cartas deja ver cómo ambos se elogiaban entre sí.
Pero no con todos fue miel sobre hojuelas. Siqueiros, con su explosiva personalidad, no logró congeniar con Jackson Pollock, a quien conoció cuando fundó el Siqueiros Experimental W orkshop en Nueva York, en 1936.
“Entre ellos hubo distanciamiento porque Pollock estaba más interesado en la expresividad del arte y Siqueiros en el potencial social. No se cayeron muy bien, pero sí colaboraron e hicieron algunas marchas contra del fascismo”, cuenta Cuevas.
“Fue en la ampliación de la perspectiva, el compartirle las luchas locales, que sí le cambiaron la perspectiva. Quizás si no se hubieran dado esos viajes, su perspectiva habría sido más para adentro, pero el ir, ver y escuchar a otros artistas enriqueció su trabajo”, concluye la curadora.
La investigación llevó un año y medio, Cuevas señala que se trata de “un tentempié” de una investigación más amplia que espera se pueda llevar a cabo más adelante, pues faltó abordar las estancias del artista en Cuba, Uruguay y Brasil. Un catálogo de Siqueiros y los artistas americanos. Casos de estudio, con ensayos de expertos de cada país presente en la muestra, está en planes de publicarse para finales de año.