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El confinamiento ha sido aprovechado por sectores económicos para atentar contra el patrimonio cultural, y lo peor es que ciertas autoridades dejan de hacer su trabajo. ¿Qué otra cosa podría explicar la orden de demolición de una casa en Lomas de Chapultepec, en la calle Explanada, que fue de las pocas residencias del arquitecto Adamo Boari? Sí, estimado lector, el mismo que construyó el Palacio de Bellas Artes y el Palacio de Correos.
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Por una omisión inexplicable, la casa no está catalogada y eso constituye un mayor riesgo para la vivienda que es patrimonio artístico, más allá de cualquier declaración. Nos cuentan que si la Subdirección de Patrimonio Artístico del Instituto Nacional de Bellas Artes no actúa pronto, la casa se vendrá abajo porque la alcaldía Miguel Hidalgo se apresuró a dar licencia de demolición al inmueble. En tiempos de pandemia, en ciertas alcaldías no guardan la distancia con los especuladores.
La crisis que se aproxima en el mundo editorial
El anuncio de que Penguin Random House hará la venta directa vía Internet de sus libros, a partir del 1 de septiembre, generó una discusión no sólo sobre el impacto para el sector librero y en especial para los pequeños y medianos puntos de venta, en realidad ha puesto de nuevo en evidencia las carencias y la falta de políticas culturales, pues no sólo hay problemáticas con el precio único del libro y con el comercio electrónico, sino con el comercio tradicional de libros, pues sabemos que ya había una grave situación previo a la pandemia, que se ha acentuado y que se convertirá en una dura crisis con la postpandemia. Incluso hay llamados a que los legisladores trabajen en una legislación antidumping en materia editorial y a que la Caniem actúe. Hay pronunciamientos contra el comercio electrónico directo de Penguin, que es una transnacional; dicen que lo que falta es solidaridad y cooperación, y que sin eso se destruirán los espacios comunitarios del libro, que aún sobreviven.
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