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cultura@eluniversal.com.mx
San Agustín Etla, Oaxaca.— En el primer día que el mundo despertó sin Francisco Toledo, las aulas no cerraron. En el Centro de la Artes de San Agustín (CaSa), el primer espacio artístico y ecológico de Latinoamérica, los talleres y las clases continuaron.
Fundado por el “oaxaqueño universal” en 2006, en lo que fue la fábrica de Hilados y Tejidos La Soledad, adquirida por el pintor en el 2000, el CaSa es refugio de fotógrafos, bailarines, artesanos y artistas que buscan compartir sus conocimientos en clases que, por disposición de Toledo, son gratuitas.
En este espacio, la búsqueda y experimentación artística siguió, pero envuelta en la tristeza que se mezcla con la incertidumbre sobre el futuro de los proyectos impulsados por el benefactor. Pese a que en la despedida que ofreció la familia del artista en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), su hija Sara indicó que la labor de su padre persistirá, en el CaSa saben que la ausencia de Toledo apenas comienza.
Motivados por esta certeza, alumnos y talleristas decidieron enviar un mensaje al que consideran su padre. En una pancarta blanca don letras negras, los discípulos del juchiteco enviaron un mensaje de gratitud. “Gracias por nuestra CaSa. Hasta siempre, maestro”.
Están convencidos que ellos son responsables de mantener su legado con vida. “Todo esto que él creó, no puede depender solamente de que él esté o no esté, es responsabilidad de todos lo que estamos relacionados a lo que él dejó, a la escuela que dejó”, dijo a EL UNIVERSAL Ernesto Alo Franco, uno de los talleristas de la quinta generación de la Escuela de Grabado Menos Tóxico, proyecto impulsado por Toledo y que coordina Demián Flores.
Sabe que es muy poco el tiempo que ha pasado para entender el tamaño de la pérdida, pero su legado es vasto y multiforme, y su herencia se observa lo mismo en la investigación sobre el ámbito del dibujo que sobre los temas de sus obras, como el erotismo, la muerte, la introspección sobre el cuerpo humano y su relación con la naturaleza, y en la gestión cultural y la educación.
“Todos están tristes, preocupados, finalmente esta escuela en la que estamos, desde el espacio hasta el concepto dependía directamente de él”, aseguró el tallerista y agregó: “Nos va a va tocar a todos nosotros cuidarlo”.
Ver a tanta gente que ha sido tocada por la inspiración de Toledo, les da ánimos de que esto no va a morir, saben que a Toledo se le debe “rendir homenaje con el propio trabajo, aprovechando los espacios que el creó y las oportunidades que brindó a la gente”.
Alondra Benítez, artista originaria de Tehuantepec fue tocada por el legado de Toledo. “A todos nos heredó en vida muchísimas cosas, estos grandes proyectos que ha fundado como es el CaSa, el Manuel Álvarez Bravo (Centro fotográfico) y otros que han llegado hasta nuestros municipios. Yo soy parte de la primera generación de La Otra Gráfica, proyecto nacido en Juchitán”.
Su obra benefactora ha beneficiado a mucha gente que no puede venir a Oaxaca. “Siempre se preocupó porque los jóvenes aprendieran y se prepararan. Fue maravilloso todo lo que nos dejó en vida, pero más allá de la muerte esto sigue. Todo el legado va a continuar, él va a seguir vivo a través de lo que hemos aprendido”, señaló Alondra.
En el CaSa todos saben que Toledo decidió compartir lo que aprendió. Rogelio Azcárraga, otro tallerista, dijo que la labor del maestro fue la de un padre que les proporcionó “un espacio de trabajo, de producción, de enseñanza a nivel nacional e internacional” que tiene alumnos de todo el país.
“Tenemos la fortuna de que el maestro nos dio este albergue para trabajar, para producir, para compartir todo lo que hemos emprendido. Me siento muy triste por su partida, pero nos dejó el CaSa, nuestra casa. Él era parte de este refugio, de este hogar”, aseguró Rogelio, quien dijo que Toledo cuidaba cada uno de los detalles de lo que acontecía en el CaSa, por ejemplo, con el Taller de Grabado Menos Contaminante, donde vigilaba que se usaran sólo materiales amigables con el ambiente.
“Fue como un padre, él cuidaba todo lo que pasaba aquí, no podíamos trabajar con materiales agresivos. Ahora que él ya se fue ¿quién va cuidar eso? Nos deja una tara fuerte. Al final, como maestros de este proyecto, aprendimos a resolver el proceso del grabado sin químicos, y tenemos la responsabilidad de seguirlo haciendo así”, señaló.
Antes de extender la pancarta Alo Franco dijo que la herencia más grande de Toledo fue ver por los demás. “Fue un ser humano impresionante, siempre vio porque la gente se diera cuenta de que la educación es la principal arma para combatir lo que venga en la vida”. Así lo decía el propio “juchiteco predilecto”: “Quise crear espacios que sirvieran como herramientas para los artistas en formación, para que ellos tengan lo que nosotros no tuvimos a la mano”.
Y así es como lo recuerdan en el hogar que fundó en San Agustín Etla, como el hombre que deja “un legado que se basa en el amor por la tradición, la educación y la propia cultura”. Una luz que maestros y alumnos que participan en su proyecto están convencidos que no se debe quedar sólo en Oaxaca, porque es algo universal. “Él es como un gran sol en la humanidad”.