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Bebe un poco de agua y saluda a su público. “Hi, everybody! ¡Aquí estamos!”. De fondo está el camerino y ahí hay un piano, aunque éste no se alcanza a ver, nos enteramos de su existencia porque Javier Camarena lo hace sonar. El tenor mexicano porta el vestuario del Duque de Mantua, personaje de Rigoletto, que interpretó en el Lyric Opera de Chicago, Estados Unidos, el pasado mes de noviembre. Es la cuarta función del performance y Camarena no ocupa el intermedio para retocar su maquillaje o repasar las canciones, invierte el tiempo en grabar un live para sus fans. Sólo tiene diez minutos y deleita a sus espectadores virtuales con dos arias de El barbero de Sevilla.
También hace una reflexión nostálgica sobre los inicios de su carrera. “Estaba tratando de recordar, preguntándome cuál fue el papel que más he hecho en mi carrera y éste ha sido dentro de El barbero de Sevilla de Rossini. No he visto este papel desde 2019. Es divertido recordarlo porque fue uno de los roles más desafiantes que enfrenté. Lo canté alrededor de 80 o 90 funciones, pero el problema fue que empezó a ser rutina y ya no me emocionaba tanto, comenzó a ser como: ¡ah, de nuevo el Barbero!, ¿sabes? Hoy, de alguna manera, lo extraño un poco”, confesó.
La transmisión fue vista, al menos, por 876 personas y Camarena les pidió una disculpa por no dedicarles más tiempo, darles la oportunidad de mayor interacción. “Tengo que irme. Quería estar un poco con ustedes porque sé que he estado lejos de las redes sociales, pero tengo que prepararme”. Y es que el tenor confiesa, en entrevista, que hay dos roles que nunca olvida: crecer como artista para ofrecer siempre su mejor versión al público y ser un padre responsable y cariñoso.
También expresa que su corazón se llena de satisfacción cuando mira sus logros. A pesar de los años, el cantante busca que su voz lata al unísono con la música, ejecuciones con las que ha conquistado a cientos de personas, agotando las localidades en los teatros donde se presenta. No importa si la ciudad es Barcelona, Buenos Aires, Los Ángeles o Tokio; el nombre de este intérprete originario de Xalapa, Veracruz, ha alcanzado un lugar en la historia de la ópera, al lado de Luciano Pavarotti, Alfredo Kraus y Juan Diego Florez.
Ejemplos de su grandeza fueron sus legendarias actuaciones en el Metropolitan Opera House de Nueva York, donde se ha hecho costumbre que haga bis. En tres diferentes producciones, los aplausos del público le han pedido la repetición de sus arias: La Cenerentola (2014), Don Pasquale (2016) y la Fille du Régiment (2019). La hazaña la repitió en la Fille du Régiment en el Teatro Real de Madrid, en el Liceu de Barcelona, y en la Royal Opera House, donde hizo bis en cada una de sus cuatro funciones.
Con una trayectoria en ascenso y una exhaustiva agenda, Camarena regresa a México para festejar sus 20 años de trayectoria con conciertos en cuatro ciudades: Querétaro, Guanajuato, Jalisco y Ciudad de México. En una breve charla, el tenor se confiesa orgulloso de regresar a su cuna profesional, el Palacio de Bellas Artes, escenario donde nacieron sus grandes aspiraciones.
Fue ahí, en 2004, donde ganó el primer lugar del Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli. A partir de ese momento, su carrera despegó: presentó el rol de Tonio en la Fille du Régiment, ópera de Donizetti, donde realizó su primer bis. Al año siguiente, viajó a Suiza, al Opernstudio de Zürich y tuvo la oportunidad de trabajar bajo la guía del tenor mexicano Francisco Araiza. Pocos meses después —ha platicado Camarena— los directores artísticos le ofrecieron un cover en una nueva producción de L’italiana in Algeri de Rossini y fue así que obtuvo un contrato como solista en esa casa de ópera, donde compartió escenario con la búlgara Vesselina Kasarova y el italiano Ruggero Raimondi.
Desde entonces, Camarena ha trazado su andar con pasos agigantados, interpretando a Almaviva, Don Ramiro y el Comte Ory de Rossini; Belmonte, Tamino y Ferrando de Mozart; Tonio, Nemorino y Ernesto de Donizetti; Fenton y Duca di Mantova de Verdi; Arturo y Elvino de Bellini. También ha pisado los escenarios más importantes de la ópera: la Opéra de París, la Royal Opera House de Londres, la Ópera de Viena, el Liceu de Barcelona, el Real de Madrid, el Colón de Buenos Aires y el Festival de Salzburgo.
Recientemente, concluyó una serie de funciones de la Traviata, de Verdi, en el Liceu de Barcelona, interpretando el rol de Alfredo, también hizo gira en el Teatro San Carlos de Nápoles interpretando por primera vez a Romeo, en Romeo et Juliette de Charles Gounod.
El mexicano ha compartido el escenario con Plácido Domingo, Diana Damrau, Pretty Yende, Natalie Dessay, Joyce DiDonato, Cecilia Bartoli y Carlos Álvarez, por mencionar algunos. Además, nunca olvida sus raíces, ha ofrecido conciertos de música mexicana, incluidas las obras de Francisco Gabilondo Soler “Cri-Cri”.
¿Han cambiado tus aspiraciones?
Dice la canción que “veinte años no es nada” y la verdad es que el tiempo se pasa rápido cuando uno está tan entretenido y contento. Ha sido una carrera llena de contrastes, de cosas maravillosas, sobre todo, lo que más valoro es todo el aprendizaje, lo que he ido conociendo en el camino, eso me hace sentir muy afortunado.
La primera vez que hice el Concurso Carlo Morelli, en 2003, fue cuando tuve la oportunidad de ver el escenario del Palacio de Bellas Artes y aunque ese año no llegué a la final —la eliminatoria se hace en la sala principal del Palacio—, pude verlo y dije: "Algún día voy a cantar ahí." Un año después estaba haciendo la final del concurso y canté por primera vez ahí, en el 2004 fue cuando tuve la oportunidad de hacer por primera vez una ópera y fue la realización de ese primer sueño sobre el cual se construyeron otros tantos más: aspirar a otros escenarios, a otras ciudades, a otros públicos, siempre con la conciencia de hacer lo mejor posible mi trabajo.
Todo el aprendizaje que ha habido en el camino de la mano de maestros, de directores de escena, de directores musicales, de directores orquestales, de pianistas, de reperturistas… realmente ha sido una travesía de lo más interesante y el motivo de salir de México en el 2006 fue seguir creciendo como artista y es algo que hasta la fecha puedo decirte que sigo buscando como meta principal: seguir creciendo, seguir aprendiendo, seguir mejorando. Eso ha sido siempre una constante.
Además, México siempre ha sido mi prioridad, está en mi corazón y mente, por eso siento que el público percibe el cariño que tengo por mi país.
¿Qué sientes al recordar el bis en el Metropolitan y que la crítica te colocara junto a Luciano Pavarotti y Juan Diego Florez?
Mi primer bis fue en el Palacio de Bellas Artes, en el año 2005, cuando se retomaron las funciones de La hija del regimiento, fue algo sumamente emocionante. Cuando se dio el bis, en el 2013, en el Metropolitan de Nueva York cantando al príncipe Ramiro de La Cenicienta de Rossini, no tenía idea, solamente pensaba en la reacción que tenía el público al escucharme cantar, al escuchar mi interpretación de ese rol. Sin duda, una de las cosas más emocionantes que me ha tocado vivir en esta carrera; un teatro que puede albergar poco más de 3 mil personas que estuviera abarrotado y que aparte estuviera ovacionándome. Al terminar la parte que canto como solista, yo sentí esos aplausos como un tsunami de ruido sobre el escenario, fue sobrecogedor, fue emocionante en extremo.
Tienes razón, me colocó en la historia de ese gran escenario compartiendo crédito con otros dos grandes cantantes a los que admiro muchísimo, que han realizado en su tiempo un bis, lo cual se considera una gran hazaña. Me llena de alegría y de muchísimo orgullo que un mexicano haya tenido un logro así en un teatro tan importante.

¿Qué significa llevar tu voz a otros públicos, cantaste el año pasado el Himno Nacional Mexicano en Texas en un partido de futbol?
La música rompe fronteras y obstáculos de y sobre tantas y tantas cosas, es un vehículo importantísimo de comunicación, un medio de expresión y esto es algo que me ha gustado hacer, encontrar en cada una de las piezas que hago, ya sea una ópera, ya sea una canción de concierto, ya sea una canción popular, encontrar el alma de esa canción, apropiarme de la canción y vivir las diferentes situaciones que se puedan estar expresando, es algo que a mí siempre me ha emocionado, es lo que me encanta de este trabajo. La música es un medio de comunicación de mi alma y de mi corazón que le doy al público que me escucha.
Si hay algo que me gustaría compartir de la experiencia de cantar el Himno Nacional, a manera de reflexión, es algo que muy poca gente puede entender, ahora yo lo sé, entiendo ahora el por qué puede ser complicado para algunos artistas cantar el Himno y, entre comillas, que se les olvide.
Confesaré lo que pasa. Uno llega al lugar, en este caso, al estadio, que es un terreno inmenso, en mi caso, estoy mucho más acostumbrado a un teatro, a un lugar donde resuena mi voz dentro de un recinto, pero en un estadio con una audiencia diferente, es un lugar que no tiene la acústica que favorece al canto, entonces se usa la amplificación. A la hora de empezar a cantar “Mexicanos…”, escuchaba: “Mexicanos”, es decir, en los altavoces se oía mi voz pronunciando esa primera palabra, me escuchaba a mí mismo tarde en las bocinas, imagínate lo que eso significa para tu nivel de concentración. Me entró un terror, pensé: “¿Cómo voy a hacer esto?” Y al final era solamente confiar en mi afinación e irme así como una grabadora, sin escuchar en absoluto lo que estaba pasando afuera de mis oídos, era únicamente escucharme a mí por dentro.
Al final, ha habido muchos cantantes que han interpretado el Himno, cada quien con su estilo, obviamente yo con mi estilo vocal de un cantante de ópera y con el conocimiento de la partitura, es decir, cantando el Himno como está escrito y como debe ser cantado, sin buscarle nada como le hacen los estadounidenses, que le dan diferentes estilos y entonaciones a su himno y lo hacen jazz, lo hacen como quieren. Para el mexicano, nuestro Himno es una obra sagrada y se tienen que interpretar con muchísimo respeto. Al final eso quise hacer. A pesar de todo esto que te comenté, fue un momento impresionante y de mucho orgullo. Tener la oportunidad de hacer algo tan mexicano en un país que no es mexicano, es una experiencia maravillosa y lo hice con muchísimo orgullo y con muchísima felicidad.
¿Cuáles son los roles fuera del escenario que asumes y no abandonas como persona?
La preocupación de ser papá es constante, esa no para. Primero porque son bebés y de repente en la noche te despiertas y tienes que checar si siguen respirando, es una cosa tan rara. Ya luego empiezan a caminar y tienes que ver por dónde anda y qué se meten en la boca. Luego van creciendo, asisten a la escuela y siguen creciendo hasta llegar a la adolescencia y ¡Dios mío! paga uno el karma, lo que hizo uno de adolescente a los papás. Es algo que, igual que con la música, tienes que hacer partiendo desde el amor. Una de mis principales ocupaciones fuera del escenario es mi familia, es lo prioritario y siempre lo será, mis hijos y mi esposa, formar una familia es una de las vocaciones que tenía claras.
¿Cuál es el cuidado que debes tener? Eres un artista con giras largas y constantes.
Las cuerdas vocales son el instrumento musical más delicado que existe. Los cuidados que le des a tu propio cuerpo repercuten directamente porque la voz es parte de tu organismo. En esa medida tu voz estará cuidada también. Es un instrumento de precisión tremendamente delicado y como tal hay que saber cómo manejarlo, para eso existe un entrenamiento, desde la escuela son cosas que uno aprende, el cómo respirar, cómo emitir el sonido y cómo potenciar la voz para que sea un sonido que se proyecte y que no necesite de una ampliación dentro de un teatro, para que todos los que están ahí te escuchen a pesar de estar cantando con otros compañeros y acompañado de la orquesta, es saber optimizar el sonido de la voz y para eso son muchos años de trabajar en ello.
Es un entrenamiento relativamente constante. Cuando son obras nuevas tengo que estudiar, que acostumbrar mi voz a ciertos pasajes, a ciertas notas. Me imagino que los músicos somos como los corredores. Cuando ellos hacen un recorrido por primera vez siempre les parecerá un poquito más largo que cuando se recorre varias veces. Lo mismo pasa en el canto, a veces una pieza puede parecer muy complicada, pero conforme se va practicando y entendiéndose cómo administrar la energía, resulta, a veces, sí cansado, pero ya uno sabe cómo hacer las cosas. Lo mismo pasa con la voz, hay un entrenamiento.
Por ejemplo, hay una parte en la obra El barbero de Sevilla que en el escenario dura unos cinco o seis minutos y para esa pieza trabajé prácticamente tres meses, es decir, para un aria que dura unos minutos en una ópera de tres horas me implica un trabajo de tres meses, imagínense, eso habla de un trabajo concienzudo, de mucha precisión y es así como le hacemos cuando tenemos que preparar roles nuevos. Y eso es sólo hablando de la parte de la voz, hay otros factores de cómo interpretar un personaje, tener respuesta a ¿cuál es la parte psicológica que a mí me llama?, ¿qué es lo que quiero remarcar del personaje que voy a interpretar?
Además, está la otra parte que corresponde a saber los idiomas, entender exactamente cada una de las palabras que tengo que cantar; algunos los hablo, otros tengo que estar en trabajo constante para entender precisamente la letra y dar una interpretación justa. Suena a mucha talacha, pero cuando disfrutas lo que haces, en realidad no trabajas.
¿Preparas algún disco?: ¿hay alguna canción que te acompañe?
Discos en puerta no hay por ahora. Hay algunos proyectos que están ahí escritos a lápiz, que pueden o no hacerse realidad, son a futuro y a mediano plazo.
Ahora para preparar mi gira en México he estado estudiando mucho las partituras, lo que ahora corresponde es la parte de la memorización, entonces estoy escuchando algunas versiones de muchas de las canciones que interpretaré, algunas cantadas por Alfredo Kraus, por Carlo Bergonzi, por Luciano Pavarotti e incluso algunas que he grabado, las escucho para recordarlas y tenerlas frescas en la memoria. Cuando estoy trabajando normalmente suelo escuchar las piezas en las que tengo que trabajar y cuando no, escucho mucho todavía un disco que hiciera Pablo Milanés en el Tropicana, Cantando boleros, es uno de mis discos favoritos.
Después de sus conciertos en México, Camarena tendrá una serie de presentaciones en las ciudades de Abu Dhabi, Tokio, Taipéi, Shenzhen, Málaga, Pamplona y Buenos Aires.