Hace unos días la directora del INBAL, Lucina Jiménez, contó a este diario el enorme trabajo que ha implicado la reapertura de espacios y el retorno a la actividad laboral de manera presencial. Se han hecho muchísimos protocolos, dijo; uno por cada espacio y por cada grupo de trabajo. Y sí, nos cuentan que los hicieron, pero ya han comenzado a salir los “asegunes”. Uno tiene que ver con el que se hizo para el Museo del Palacio de Bellas Artes, en donde, nos aseguran, están haciendo cosas que podrían ser buenas, pero parecen malas. Le explicamos: los protocolos tienen el visto bueno de diversas autoridades, uno de ellos el de la Comisión de Seguridad e Higiene, integrada por autoridades del INBAL y por trabajadores sindicalizados que durante estos meses han tomado cursos y capacitaciones sobre medidas sanitarias; de modo que, si esta comisión no verifica que todas las medidas estén cumplidas, el recinto no se abre. Pues resulta que las salas para la muestra El París de Modigliani y sus contemporáneos no han sido verificadas por los trabajadores de la comisión, pero ya está prevista una conferencia de prensa para hoy. Además, según los protocolos del museo, están cancelados eventos privados e inauguraciones, sin embargo, se prevé que este mismo lunes haya una “visita especial” de 19 a 22 horas; y una inauguración el martes 8, con autoridades, a las 10:30 horas. Nos cuentan que los trabajadores se preguntan por qué hacen protocolos que las autoridades van a seguir según les convenga.

Hace falta más que fe, esperanza y caridad

Hace muy bien la Arquidiócesis Primada de México en preocuparse por los trabajos de restauración que requieren muchas iglesias que forman parte del Patrimonio Histórico, Artístico y Religioso del país y que fueron dañados por los sismos del 19 de septiembre de 2017; sin embargo, nos dicen que ahora lo que hace falta es que ellos comiencen a ocuparse y cumplan con sus responsabilidades. El pasado domingo en su revista Desde la fe, la Arquidiócesis envío un mensaje a las autoridades culturales que velan por el patrimonio, dijo que “dejar que estos sitios sean presa del descuido, el abandono, y la inseguridad (como ocurrió con la Iglesia de la Santa Veracruz) es atentar contra nuestra historia”. ¡Qué cosa más cierta! Pero lo que olvidan es que son ellos quienes tienen la custodia de ése y otros cientos de templos según la Ley General de Bienes Nacionales; y puesto así no basta con mantener la confianza en que todo será restaurado, deberían asumir su tarea de custodios y de usufructo de los templos, y no esperar —muy cómodos— a que se apliquen los recursos asignados, para que entonces colaboren “junto con el Pueblo de Dios en los detalles de mejoramiento”.

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