En la búsqueda de los lugares que nutrieron en México el imaginario de Gabriel García Márquez para escribir Cien años de soledad, el investigador y escritor Álvaro Santana Acuña recorrió las casas que pertenecieron a amigos de Gabo, como Álvaro Mutis, el crítico literario Emmanuel Carballo y Carlos Fuentes. Encontró la casa en San Ángel donde vivió Fuentes entre 1963 y 1965, donde se fraguaron varias conversaciones sobre la literatura latinoamericana que estaban escribiendo en ese momento Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, José Donoso, Julio Cortázar, Alejo Carpentier y el propio Carlos Fuentes.
Esa casa, en la Segunda Cerrada de Galeana, que fue diseñada por el arquitecto mexicano Manuel Parra, es el nuevo proyecto soñado por Santana Acuña. El biógrafo de la novela Cien años de soledad y curador de la exposición de Gabriel García Márquez: la creación de un escritor global, organizada por el Harry Ransom Center, que ha recorrido Estados Unidos, México y está ahora en Bogotá, sueña con que esa casona pudiera convertirse en el museo del Boom Latinoamericano, pues dice que, en ese espacio, en esa casa, en las conversaciones y en las actividades que ahí tuvieron lugar, se gestaron también algunas de las grandes novelas de esa corriente.
“El gran público que quiera conocer más sobre este movimiento no tiene un espacio. No existe en Barcelona, que fue uno de los centros del Boom, no existe tampoco en Buenos Aires, otro de los centros del Boom, no existe en Caracas, no existe en Chile, en Bogotá, en Perú; creo que hay las condiciones para que México pueda ser el país que, como lo hizo en los años 60 con el impulso de este movimiento cultural, tome también la vanguardia de ser el primer país latinoamericano que abra un museo dedicado al Boom”, dice Álvaro Santana Acuña.

En esa casa que habitaron la actriz Rita Macedo y el escritor Carlos Fuentes —y que requiere una profunda restauración, pues el paso de los años y los materiales de construcción que caracterizan la arquitectura de Manuel Parra la han puesto bajo riesgo—, se daba cita “La Mafia”, ese grupo literario de intelectuales y escritores que pronto escribieron novelas relevantes, que lideraba Fernando Benítez y al que pertenecían Carlos Fuentes y al que llegó a insertarse García Márquez; ese sitio es fundamental para la historia del Boom Latinoamericano.
“En muchos aspectos, La Mafia fue un grupo muy parecido a este grupo muy estudiado y celebrado de artistas e intelectuales ingleses que se llamaba el Grupo de Bloomsbury, que tenía a Virginia Woolf, al marido, a Foster, al propio economista Keynes. En muchos aspectos, lo que ocurrió en Galeana con el grupo de La Mafia es como la versión latinoamericana de Bloomsbury, incluso su impacto global ha sido mayor”, afirma Santana Acuña.
El autor de Ascent to Glory: How One Hundred Years of Solitude Was Written and Became a Global Classic, estudio sobre la creación y consagración global de Cien años de soledad, dice que se puede organizar un museo muy lindo que también hable de la vida cotidiana del México de los 60. Cita como ejemplo lo que ha logrado la Fundación para las Letras Mexicanas con la Casa Estudio Cien años de soledad o museos como el del Grupo Abba y otros que se han ido creando y tratan de aproximarse al tiempo presente.

Santana Acuña dice que en esa casa confluyen dos razones por las cuales debe ser rescatada, la primera es porque es un edificio de interés patrimonial, por la historia arquitectónica de la Ciudad y de México. Y segundo, porque siendo el mayor movimiento literario que se ha producido en América Latina con varios centros en Buenos Aires, en Santiago, en Caracas, en Bogotá, y en Barcelona, no existe un museo dedicado al Boom.
“El mejor sitio para poner un museo del Boom Latinoamericano es Ciudad de México y es en la casa de Galeana”, afirma el investigador que reconoce que por esa casa pasó todo el mundo cultural y artístico de la época. “Ahí estuvieron Elena Garro, los importantes críticos latinoamericanos Ángel Rama y Emir Rodríguez Monegal; Elena Poniatowska, María Luisa Elío, Jomí García Ascot, los grandes amigos de Gabo: Emilio García Riera, Álvaro y Carmen Mutis, Luis Buñuel, Luis y Janet Alcoriza, Emmanuel Carballo, Arturo Ripstein, José Luis Ibáñez, Julissa, la hija de Rita Macedo; pasaba gente muy vinculada al mundo de Hollywood: el actor John Gavin, protagonista de Espartaco, e incluso el cantante Jim Morrison estuvo en varias fiestas. Tenemos artistas, intelectuales, periodistas de Estados Unidos, de prácticamente todos los países de América Latina, de Francia, de Italia, de Polonia. Era uno de los lugares de paso”.
A la propietaria de la casa, quien prefiere resguardar su nombre, la idea le agrada: “Una casa con tal historia merecería ser una casa abierta a actividades culturales, a mantener vivo ese periodo de esplendor que tuvo un grupo de artistas, de mucha fiesta, de vida cultural, cinematográfica. Ojalá sí se lograra un proyecto cultural y que la casa fuera la sede”. Para ello se requiere inversión e interés de instituciones culturales.
Archivo y centro cultural
Al igual que los argumentos que sustentan la propuesta que para concretarse busca una institución, mecenas o inversor, Santana Acuña tiene claro los que podrían ser los contenidos del museo. Una de las razones por las cuales está convencido de que ese museo debe existirm dice, es porque hay archivos de escritores y escritoras del Boom, de editores y de agentes literarios que están en riesgo de desaparecer.
“Esa documentación tiene que ser preservada y este espacio podría funcionar como una especie de archivo-museo-centro cultural. También la propia organización de la exposición de Gabo en sus tres versiones diferentes me ha demostrado que hay mucho material y no solamente documentos y manuscritos, tenemos primeras ediciones, fotos, videos, audio e incluso películas. Hay una de un cuento llamado ‘Las dos Elenas’ que se rodó allí en Galeana, tenemos también obra de artistas plásticos, hay un libro dedicado a La Mafia”, afirma el profesor de Sociología en Whitman College.
El segundo piso de la casa de Galeana era el estudio de Carlos Fuentes y era también el lugar de las fiestas que celebraban con Rita Macedo. En esas fiestas se veía a García Márquez, a José Donoso, quien no solamente visitó Ciudad de México en el año 65, sino que gracias a la amistad y generosidad de Fuentes, en la casa del fondo del jardín, que era como una especie de bungalow, Donoso escribió, entre otras cosas, su novela El lugar sin límites.
Lee también: Gonzalo Celorio recibe hoy la Medalla José Vasconcelos 2025
“Donoso y Fuentes habían estudiado juntos cuando Fuentes, por el destino diplomático de su papá, vivió en Chile. Al mismo tiempo que Donoso escribía El lugar sin límites, en la parte delantera de la casa, Fuentes estaba escribiendo su novela Cambio de piel y su libro Cantar de ciegos y al mismo tiempo venían escritores como García Márquez que le hablaba a Fuentes de esa novela que él quería escribir que se llamaba Cien años de soledad”, cuenta.
Asegura que algo determinante para crear ese museo es que uno de los textos fundamentales, algo así como el “manifesto surrealista del Boom latinoamericano”, es decir, la declaración más importante que permite a muchos escritores, incluso al propio García Márquez, cobrar conciencia de la novela latinoamericana, lo escribió Carlos Fuentes en esa casa y es una declaración que se publicó en La Cultura en México y que se llamaba precisamente “La nueva novela latinoamericana”.
“Resultado de todas estas conversaciones, de todas estas interacciones con intelectuales, artistas, en su mente cobró forma esta idea de que había una nueva novela latinoamericana que estaba emergiendo y que había que promocionar”, señala Santana Acuña.
La propietaria de la casa de Galeana asegura: “Yo me enamoré de esta casa por ese espacio donde era el estudio de Carlos Fuentes. Esa chimenea sale en varias fotos con el número 26, todas esas son piedras viejas que podrían tener un buen final”. La dueña del sitio se ha dedicado a seguir el trabajo arquitectónico de Manuel Parra y por ello doblemente ama esta casona.