Graciela Iturbide (Ciudad de México, 1942) hace un recorrido por su trayectoria de 50 años como fotógrafa en una exposición retrospectiva —que lleva su nombre por título— en el Centro Cultural Fábrica San Pedro, en Uruapan Michoacán.
A través de una selección de 200 fotografías —curada por Beatriz Mckenzie y la propia Iturbide— se pueden encontrar desde icónicas imágenes hasta fotografías que se muestran por primera vez sobre los recientes viajes de Iturbide a Lanzarote, India, Japón y más.
La revisión a su archivo llevó a que la fotógrafa tuviera una reflexión sobre su quehacer: por el narcotráfico e inseguridad en el país ha tenido que cambiar de temas y objetivos a fotografiar.
Hay fotografías que se muestran por primera vez, ¿cuáles son?
Es una muestra de todo mi trabajo. Hay unas fotos nuevas de la India y de Japón, no te puedo decir exactamente de qué son. Voy trabajando y voy poniendo en cajas todo lo que voy sacando. Hay de todos los años, pero algunas son nuevas en el sentido de que las acabo de imprimir, no que las tomé antier, sino que son parte de mi última vida: los volcanes de Lanzarote, que ahora estoy con ese tema, México, Italia, la India… hay un poquito de cada cosa. Son de hace como un año o año y medio.
¿Puede describir más de qué van estas imágenes?
Mira, de Japón me encontré un lugar chiquito donde tomé algunas fotografías. En Lanzarote son fotos de puros volcanes y algún autorretrato con los volcanes. También van a ver todos mis autorretratos que ya se conocen, pero alguno que otro nuevo. De la India hay (fotos) de algunos travestis que encontré y que estuve fotografiando.
En la muestra hay un núcleo que se titula “El viaje como experiencia de autoconocimiento”. A lo largo de estos viajes recientes, ¿qué ha aprendido de usted como fotógrafa?
Más que como fotógrafa, aprendí del mundo. Yo siempre he dicho que mi cámara es un pretexto para conocer el mundo, la cultura del mundo. Entonces, a través de mi cámara, cada vez que salgo y algo me sorprende, guardo la foto, para exponerla, romperla o guardarla, depende. Más bien, como Graciela Iturbide he aprendido muchísimo de la vida con la cultura de los países. Por ejemplo, en la India aprendí que venimos del homo sapiens, porque todo es volcanes, lavas, cómo nacen los cactus, es toda una reflexión que yo hice leyendo a Darwin. Siempre que voy a un lugar, después me queda un tema para yo acabar de aprender, en este caso me fui con Darwin para aprender más del origen, de nuestro origen.
Estuve en Lanzarote y también en La Palma, donde no me dejaron acercarme al volcán porque estaba en erupción. Aquí en México voy a tratar de fotografiar todos los volcanes. Fotografié al Paricutín, porque yo quería que estuviera en la exposición, pero desafortunadamente tomé una foto que todo mundo ha tomado, entonces no la puse, no valía la pena. A veces uno encuentra sorpresas en su trabajo, fotos que pensabas que no iban a resultar y de repente fotos que (implicaron) un esfuerzo para subir —estoy loca, a mi edad me pude haber matado ahí— fue maravilloso, pero mi foto no vale la pena. He aprendido como fotógrafa a ver el mundo de distintas formas, pero como Graciela Iturbide, sobre todo, en el sentido que por un lado están mis fotos, pero todo esto me da oportunidad de seguir leyendo y enterarme de todo lo que pasa en el mundo.
¿Al revisar su archivo tuvo alguna reflexión sobre su carrera?
Sí, claro. Yo comencé retratando los pueblos originarios de México, Juchitán, los seris, Chalma y sus fiestas, pero ahora, por el narco... Por ejemplo, yo iba y me quedaba a dormir en casa de mis amigas juchitecas para tener más complicidad y poderlas fotografiar en su vida cotidiana; he aprendido mucho de su cultura, su manera de ser. Juchitán es una especie de matriarcado, aunque ellas no le llaman matriarcado, están en otro mundo. Ellas sí son más feministas que nosotras, porque son las que llevan la economía, ellas trabajan; para mí son un ejemplo. Fotografié a los seris, estuve con ellos un tiempo largo viviendo en una de sus casas para poder tener complicidad. Después, por el narcotráfico, ellos mismos me decían “está muy peligroso, mejor no vengas”; empecé a fotografiar la naturaleza, empecé a fotografiar las piedras, los volcanes, la tierra, los paisajes. Estuve en Bolivia, Perú, Madagascar. En esta exposición se van a encontrar fotos de esos lugares.
¿Extraña hacer fotografías en esos lugares donde ya había establecido complicidad?
Sí, claro que extraño. He vuelto a visitarlos, he regresado a hacerles unas fotos, pero no voy a quedarme un tiempo como antes lo había hecho. Sí, extraño, pero bueno, sigo haciendo foto de gente cuando aparece, no creas que me dedico sólo a la tierra. Fotografío a gente siempre con respeto, nunca con telefoto, nunca con un tripié, siempre con amistad, siempre estando con ellas para poder platicar y que sepan que soy fotógrafa y que en cualquier momento les puedo tomar una foto. Por supuesto que cuando alguien me pide no hacer una foto, no la hago.
¿La inseguridad del país le ha impedido explorar otros temas o visitar otros lugares?
Sí, me ha pasado eso porque muchas veces quiero salir a la calle a fotografiar. Me encantaría hacer todo un trabajo sobre el Centro de la Ciudad, la Catedral, el Templo Mayor, ver a todos los transeúntes. Quiero volver y hacer un estudio, pero da miedo cuando traigo la cámara, que te vayan a quitar la cámara o hacer algo. Cuando voy, pido que alguien me acompañe para que me cuiden un poquito, porque yo siempre he fotografiado sola.
¿Cree que este factor de complicidad es lo que diferencia su trabajo al de otros o es algo que los fotógrafos deben establecer con su objetivo?
Es una pregunta complicada porque cada fotógrafo fotografía de acuerdo a su manera de ser. A mí me ha funcionado y siento que por respeto debe ser así. Hay fotógrafos que tienen unos grandísimos telefotos, no me gusta a mí, pero a lo mejor a ellos les funciona. A mí no me gusta porque siento que es como robarle intimidad. No estoy yo para dar ejemplos o decirle a los fotógrafos qué hacer.
Ahora con el desarrollo de la tecnología, ¿usted también hace foto con su celular?
Casi no, no sé cómo se hace, estoy aprendiendo. De repente cuando no traigo mi cámara lo hago súper mal, le tengo que preguntar a mis nietos, que lo hacen de maravilla. Tampoco hago foto digital, lo hago todavía con film y cámaras análogas.
¿Cómo ha vivido la evolución tecnológica de la fotografía?
Me ha sorprendido y me ha encantado. Yo no la uso. Algo que me ha encantado y sorprendido es que a los pueblos que voy, ya todo mundo toma fotos, los seris toman fotos con su celular o tienen cámaras digitales, entonces es maravilloso todas las maneras de captar imágenes, con cámaras de cartón, análoga, digital… Yo tengo una que me regalaron, no la he usado todavía, está guardadita en su casa, en su caja; en su casita, su cajita; entonces como tiene para grabar y yo estudié cine, tal vez haga unas peliculitas con esa cámara. Entonces no importa cómo se toma, lo importante para mí es el resultado.