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El Tren Maya , la refinería Dos Bocas , el aeropuerto de Santa Lucía y Chapultepec forman parte de los megaproyectos insignia de la administración encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador ; sin embargo, ha estado en el ojo del huracán por la cantidad de recursos -3 mil 500 millones tan sólo para 2021- mientras a otras instituciones culturales se les recorta el presupuesto y porque está fundamentado en un “latrocinio intelectual”.
Durante el conversatorio “Proyecto Chapultepec, política cultural y ordenamiento territorial” , coordinado por el antropólogo Bolfy Cottom, los especialistas Cuauhtémoc Medina, Sergio Raúl Arroyo, David Huerta y Teresa Velázquez reflexionaron y criticaron desde diferentes aristas el proyecto.
En su intervención Cuauhtémoc Medina ofreció una lectura de un texto al que llamó “Denles Chapultepec: El presupuesto, el soberano y el jardinero”, en el que dijo que sorprende la “enorme flexibilidad con que los dineros de la nación pueden redirigirse” hacia Chapultepec.
El historiador del arte recordó la relación del poder político y la cultura en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari , cuando buscó “reconciliarse” con los críticos e intelectuales que estaban en dos tribus dominantes, para que se sumaran a su proyecto de modernización. Fue entonces que se creó el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), que luego se transformó en la Secretaría de Cultura.
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“La autollamada Cuarta Transformación no ha sido una revolución sino la continuación bárbara de la administración neoliberal. Tras la transición del año 2000 y sobre todo con la victoria de López en 2018, los nuevos presidentes ya no sienten que deban cuidar la imagen de sus gobiernos frente a los intelectuales o los desprecian olímpicamente, como López que los acaban convierten en parias del poder presidencial”, dijo Medina.
Sin embargo, detalló que la visión presidencial se extiende hasta la Secretaría de Cultura, cuya “nueva lógica es complacer” al titular del Ejecutivo federal, tanto que el Proyecto Chapultepec surgió como fruto de la casualidad y la improvisación, pues a diferencia de los otros proyectos insignia, éste no fue mencionado ni en la campaña ni en el arranque de la presidencia.
Foto: Especial
Y es que ya iniciada la presidencia, “no había ni bandera ni ocurrencia del sexenio que hasta ese momento se había planteado como una alternativa de producción cultural en desafío a la lógica de privilegio de la alta cultura a la que opondría una serie de prácticas comunitarias”.
Aunado a ello, el Presidente decidió habitar Palacio Nacional y abrir al público Los Pinos, aunque se decidió nombrar “dos personajes disímbolos”, Isaac Masri y Homero Fernández, para dirigir ese complejo, algo que sólo presagiaba en que acabarían en “aborto institucional”.
Una vez que llegó Gabriel Orozco a presentar el Proyecto Chapultepec, lo describió como una “batalla”; sin embargo, Cuauhtémoc Medina dijo que “no importaban las palabras, porque la gesta que describía era ignorada por la nación. El artista devenido en jardinero sexenal se postulaba como el agente de un proyecto previo que había muerto en silencio”.
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La muerte del megaproyecto se dio en parte, agregó Medina, porque desde hace 15 años, presumiblemente en la administración de Vicente Fox, el arquitecto Alberto Kalach y su taller había trazado un plan maestro para Chapultepec. “Había delineado las líneas generales que Orozco presentó ante las cámaras y al Presidente”.
“Que el principal proyecto cultural esté fundando en un latrocinio intelectual es suficientemente grave, pero es un dato clave para entender la dinámica de la administración. Lo evidente es que Chapultepec no fue para Orozco un encargo, más bien, él mismo consiguió encargarse Chapultepec con intermedio de la presidencia, pues durante años se sabía que Orozco estaba obsesionado con hacer que los museos mexicanos establecieran que él no sólo era el ‘Papa’, sino también el ‘papá” del arte mexicano”, dijo Medina.
Durante su intervención, el etnólogo Sergio Raúl Arroyo señaló que un problema con la actual administración es que ha prevalecido un elemento ideológico ante cualquier aspecto productivo.
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“Ese elemento ideológico es un sometimiento un poco primitivo de la economía financiera del sector público a lo que sería una lógica estatista. Más bien creo que hay un despotismo y un profundo centralismo que lo que hace es seguir la vieja tradición mexicana donde se trata de acumular en ciertos puntos estratégicos del territorio y la economía los proyectos modales”.
Arroyo indicó que esa forma de actuar por parte de la administración actual ha sido una constante, aunque “hoy vemos que los procesos de emancipación, algunos más tímidos que otros, se están cortando, hay una especie de complejo de castración en el Estado mexicano que trata de disolverlos y volver al modelo diazordacista de convertir a México en una isla absolutamente ideologizada en torno a esta especie de priismo primitivo en el que vivimos tantas décadas”.
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