En Octavio (1982, y publicada en 1995 por Fontamara), Jorge Arturo Ojeda (Ciudad de México, 1943) relata los encuentros y desencuentros amorosos de un hombre joven con un muchacho bien parecido que le da el título a la novela.
Desafortunado es el personaje principal, que intenta ser correspondido, pero es atropellado por las circunstancias de la vida, que se puede equiparar con el autor de esta novela, pionero en la literatura gay en México, y que, lamentablemente, pasó la última década de su vida en el anonimato y soledad.
Autor de más de una veintena de libros, entre los que destacan los géneros de la novela, el ensayo y el cuento, Ojeda fue becario del Centro Mexicano de Escritores en 1965, y tuvo como mentor a Juan José Arreola y como compañeros a los escritores José Agustín y Jorge Ayala Blanco.
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El domingo pasado, el periodista Gonzalo Valdés Medellín publicó en el suplemento Confabulario de esta casa editorial que Jorge Arturo Ojeda falleció el 24 de mayo de 2024 por un síndrome coronario agudo, hecho que pasó desapercibido por la comunidad literaria.
Pero hoy, escritores han reaccionado a la muerte de este escritor pionero, quien celebró en sus letras la sexualidad divergente y el homoerotismo en una época donde la sociedad estaba atravesada por prejuicios morales y religiosos.
Con pesar, escritores, conocidos y críticos de la obra de Ojeda señalan que es lamentable que un escritor pionero en la escritura LGBTQ+ viviera sus últimos años en el abandono, la indiferencia, la pobreza y la soledad.
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Últimos días
En su escrito, Valdés Medellín reveló que Adolfo Delgadillo fue quien se encargó de Jorge Arturo Ojeda en el momento de su muerte. EL UNIVERSAL consultó a Delgadillo para conocer más sobre los últimos años del escritor, así como su versión de los hechos.
“Jorge Arturo tenía un hermano mayor, Gabriel, que nunca lo quiso. Le dije que intentara buscarlo, pero no se pudo. De forma incidental terminé cuidándolo porque fui su amigo y le tenía cariño. Al final de la vida de Jorge Arturo intenté contactar a su hermano en donde solían vivir, pero no encontré nada. Él escogió una vida solitaria e independiente, no pudo establecer relaciones firmes”.
De acuerdo con Delgadillo, Ojeda vivió con resentimientos hacia Octavio Paz y Juan José Arreola, lo que lo llevó a caer en depresión. “Vivió con enormes resentimientos hacia Octavio Paz y también hacia a Arreola, eso lo llevó a terminar sus días en depresión, pero fue la vida que él escogió”.
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Agrega que el día de la muerte de Ojeda, él se encontraba de viaje en Cancún, pero que dejó a una “encargada” para su cuidado. “Estaba de viaje, y me dijo esta muchacha un par de días después que ya no se movía, le dije ‘no mames, cómo crees, ¿estás segura? Regresé al día siguiente a la ciudad”.
Dice que le habló a un servicio funerario, que le dijo que era necesario cremar el cuerpo pues no estaba en condiciones de ser velado. Y agrega: “Sólo le hablé a un amigo cercano a él cuando murió. Años antes de morir me dio las llaves del nicho de una cripta en Polanco, ahí están las cenizas. Vendí algunos libros, otros los doné porque yo soy el heredero. Vendí el departamento también, porque era mío”.
A pregunta expresa acerca de por qué no informó del fallecimiento del escritor, Delgadillo contesta: “Yo no preferí mantener en silencio su muerte, me agarró de sorpresa su fallecimiento, agarré al toro por los cuernos, e hice lo que él me pidió, que fue no dejarlo sólo en su muerte. No fue una decisión, hice lo que pude, nadie más apoyó esto, así sucedió, no supe donde moverme”.
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Un escritor disruptivo
Para el crítico de cine Jorge Ayala Blanco, la prosa de Ojeda es la mejor de la generación del año 65 del Centro Mexicano de Escritores. Lo recuerda como un gran escritor, que vivió en “otra dimensión poética”, así como un gran cinéfilo y una persona histriónica y disruptiva.
“Me lo encontraba seguido en el cine Diana. Era un gran cinéfilo y un gran escritor, todos sus libros son una maravilla, sobre todo sus traducciones de poesía alemana. Hablaba varios idiomas. Pero, para muchos, era un personaje inaguantable, era muy histriónico, espantaba a la gente. Yo lo conocí así, por eso no me sorprendía, así le tomé afecto”, relata.
La idea poética de Ojeda, señala Ayala Blanco, estaba atravesada por la calle y la vagancia. “Formó parte de la Asociación de vagos de Zona Rosa, él era un vago. En esos años, ir a la Zona Rosa era ir a encontrarlo vendiendo libros, la gente le huía, él era avasallador”.
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El crítico de cine lamenta la partida de Jorge Arturo Ojeda, y rememora la última vez que lo encontró al asistir a una función de cine”. Él ya estaba muy decepcionado de la literatura. Dedicó su vida a ello, y vivió al final de una pensión de la tercera edad”, cuenta. "Mucho anterior a ese encuentro, asistió a una presentación de uno de mis libros, y su intervención estuvo muy fuera de lugar, pero es que él vivía en la poesía, y en estos encuentros que tuvo con otros escritores, incluso Carlos Monsiváis dijo que era el homosexual más ridículo de México. También se peleó con Arreola y Paz, vivía en el retiro y la amargura”, señala.
Ayala Blanco señala que ha sido un gran dolor saber de su muerte. “Dejamos de vernos, pero recuerdo que solíamos hablar por teléfono durante horas, le corregí algunos textos. Es lamentable, porque él era un escritor diferente, vivía en otro planeta literario”.
Para Ernesto Reséndiz Oikión, investigador de la cultura gay en México, la obra de Ojeda tuvo una gran recepción por parte de los lectores de la época, ya que se imprimieron grandes tirajes, específicamente de Octavio, y estuvo al nivel de la obra otros escritores de literatura homosexual como Luis Zapata y Miguel Barbachano.
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“Asistí a una presentación de Ojeda con el editor de Fontamara en la FIL Minería de 2010. Recuerdo ver a un Ojeda corpulento, avejentado, que estuvo hablando de su concepción de la literatura, con una visión intelectual, marcada por el romanticismo alemán, el pasado clásico helénico, esas dos eran sus dos grandes fuentes de inspiración”, explica Reséndiz.
El investigador cuenta que se enteró que Ojeda vivía en total soledad, y que en la etapa final de su vida recibió ayuda y regalías del editor de Fontamara, sin embargo, este murió, dejando al escritor en el abandono.
“Me entristeció la soledad y el abandono en el que terminan muchos escritores que en su época fueron exitosos. En México no hay retiros o jubilaciones que protejan a estos escritores”, señala.
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Días antes de su muerte, la revista TODES dedicó una publicación en X a Jorge Arturo Ojeda, donde señaló que el escritor necesitaba apoyo y se encontraba en estado de abandono, por lo que era necesario trasladarlo a un asilo.
Además de la literatura, el escritor también ha sido inspiración de cineastas, tal es el caso de Julián Hernández, director de cine mexicano LGBTQ+, y que le dedicó el cortometraje Cobalto (2018) a Jorge Arturo Ojeda.
“Ojeda me dejó impresionado y se quedó grabado en mi memoria. Me iba a la librería a leer Octavio porque no podía comprarla. Al comparar mis películas con sus libros, creo que se puede ver que no hay prejuicios de en la manera de retratar el amor homosexual, de esa forma abierta, sin opresión”, expresa.
Para Hernández, la obra de Ojeda es una explosión de erotismo y goce, pero también demuestra tristeza, desasosiego y dolor permanente por la imposibilidad de estar con el ser amado.
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“Me siento identificado también con su voluntad, porque creo que hizo lo que quiso casi hasta al final, escribió lo que quiso y publicó lo que quiso, así me siento cuando hago mis películas, porque la gente sólo piensa que grabo a hombres desnudos, pero no es así”, apunta.
Por su parte, Valdés Medellín recuerda las veces que se encontró con Ojeda en restaurantes de la Zona Rosa, en donde el escritor intentaba vender sus libros.
“Llegaba él como si nada, malvestido y con sus lentes de fondo de botella, y les platicaba a las personas quién era él e intentaba vender sus obras, no puedo decir que eso me dio ternura, me horrorizo, porque es una calamidad que un escritor de su talla terminara así, no porque sea indigno que vendas tus libros por cuenta propio, lo terrible es que no tenía ni para comer, eso es lo que duele, porque ni siquiera era tan grande, estaba joven”, narra.
Valdés Medellín cuenta que se enteró de la muerte de Jorge Arturo Ojeda por Enrique Gómez, un periodista de Radio IMER. “Platicando con Enrique, se me vino a la mente el nombre de Jorge Ojeda, y entonces me reveló que ya había muerto. Me sorprendí mucho, y me dijo que la persona que se encargaba de Jorge se negó a dar la noticia, fue así que comencé la investigación”, detalla.
La colección Molino de Viento de la Dirección de Publicaciones de la Universidad Autónoma Metropolitana reeditará para este año Sabiduría (1983), un título poco conocido del escritor.
“Es un libro personal, íntimo y ensayístico, el cual será reeditado en función de un público actual, que tiene interés por lecturas que aborden el yo, lo diario, lo personal”, adelanta el escritor y editor Cristian Lagunas, quien se encargará de realizar algunas correcciones e integrará un prólogo de su autoría.