Ser independiente y ejercer el periodismo cultural son el gran reto, dice Mónica Maristain, reportera, editora, escritora y directora del periódico digital MaremotoM. “Si entramos a cualquier medio oficial vamos a estar a expensas del pensamiento de ese medio. Y respecto a lo cultural, no hay posibilidades hoy. ¿Qué cosa cultural hay en general en los medios? Muy poco. Somos precisamente la voz independiente del periodismo”, afirma.
Para que su proyecto siga siendo viable, Maristain inició, por ejemplo, una campaña de financiamiento colectivo, hace menos de un mes, a través de la plataforma de GoFundMe: “El tema, en cierta medida, más que capturar dinero es hacer que cambie un poco la mentalidad de la gente”. Dice que la gente accede a pagar por la lectura de notas de un medio prestigioso. Pero cuando se trata de medios independientes, la historia es otra. No se trata, dice, de dejar en la ruina a nadie, sino de crear una red de apoyo, un cambio en la forma en que funcionan los medios.
Otro ejemplo es el de Paso de gato, publicación ineludible para la literatura y el teatro mexicanos, que hace poco más de año y medio tuvo que abandonar, por completo, su forma impresa y quedarse sólo en el terreno digital debido a la falta de apoyos que le permitieran subsistir. De tener 23 empleados a sueldo fijo, un pequeño ejército trabajando en la producción de 21 revistas impresas al año, hoy quedan seis personas y los servicios editoriales se convirtieron en una vía paralela de supervivencia.
Lee también: Política cultural estancada, en el primer año de Sheinbaum

El dramaturgo Jaime Chabaud, fundador y director de la revista, explica por qué en el pasado era posible apostar por un proyecto como Paso de gato: los gobiernos estatales tenían más recursos para la cultura y podían anunciar premios, festivales y encuentros. Hubo estados, cuenta, que pidieron aparecer en todos los números posibles en el momento y patrocinaron una sección. Dos páginas de contenido y una de anuncios que permitían que la revista funcionara económicamente bien. “En algún momento tuvimos un etiquetado de la Cámara de Diputados, que también es una figura que desaparecieron. Tuvimos, creo, millón y medio e hicimos 36 libros en un año. Una brutalidad, siendo una empresa tan pequeña”.
Enfatiza que el periodismo cultural ha visto reducidos los espacios tradicionales al máximo.
“Los periódicos han disminuido en páginas y, de por sí, las secciones culturales eran el patito feo de los periódicos junto a otras secciones, aunque han sido una forma de establecer un criterio crítico, no sólo sobre la cultura, sino sobre temas sociales en nuestro país. El periodismo cultural, que ha tenido una tradición riquísima, abanderada por intelectuales geniales y de primer orden, a veces muy revolucionarios y otras, muy conservadores, hoy ha sido diezmado también por una cuestión lógica de la evolución de los medios y la aparición de lo electrónico”.
Lee también: “Tilicos y flacos”: una obra de marionetas que aborda racismo y bullying en las infancias

Para la curadora Helena Lugo, directora de la revista Terremoto, una de las principales publicaciones sobre la escena artística contemporánea de América Latina, “el mayor reto tiene que ver con la inmediatez del consumo de información. Es muy difícil competir con un TikTok o un video de un minuto en Instagram que te va a contar una exposición en 20 segundos. Estamos lidiando con que esta inmediatez está muy peleada con todos los tiempos editoriales, que son lentos: hay que revisar, editar, traducir, volver a revisar en otro idioma, cambiar itálicas, puntos, citar... Los tiempos editoriales son mucho más lentos, la escritura es lenta y el reto más grande es que la gente no lee porque puede consumir la información de otros modos”.
De ese reto Maristain es consciente: lo que obtenga con la campaña de crowdfunding servirá para que su medio viva alrededor de un año y, además, pueda financiar una campaña en TikTok. Mucha gente, dice, está intentando hacer un festival de revistas digitales. Hay una necesidad “de alzar la voz frente a unos medios que siguen defendiendo políticamente sus intereses”.
En el caso de Paso de gato, el tránsito a lo digital borró las fronteras de sus lectores y convirtió la revista, antes focalizada en la escena nacional, en un portal iberoamericano de artes escénicas.
Lee también: Murió Victor Jiménez, el defensor y difusor de la obra de Juan Rulfo
Lugo retoma la palabra y señala que la historia de Terremoto es particular. Tiene más de 11 años operando, nace como blog y después se convierte en una revista hecha en formato impreso hasta la pandemia (con 24 números lanzados) y hoy es una organización sin fines de lucro: “Hemos desarrollado distintas estrategias para que la organización continúe con sus labores. Entre ellas tenemos una subasta a beneficio de Terremoto, donde le pedimos a distintos artistas que donen obra y hacemos una subasta para recaudar fondos para la organización. También vendemos servicios de publicidad en nuestra web, gracias a la visibilidad que tenemos: más de 35 mil suscriptores en todo el mundo y más de 50 mil seguidores en nuestras redes”. Precisa que tienen una especie de club donde algunos coleccionistas les compran ediciones de artista (lanzan un par por año) que les permiten recaudar fondos.
Es fundamental decir que en Terremoto se paga a escritores, traductores, editores, etcétera: “No trabajamos con un cierto número de colaboradores constantemente, sino que hemos trabajado, quizá, con más de 500 escritores a lo largo de estos años. Nos gustaría poder pagar mejor todos los artículos que escribimos (pagamos alrededor de 2 mil 500 pesos por artículo, de mil 200 palabras máximo). Y tratamos de publicar una vez a la semana”.
Replicante es otra revista cultural que tuvo que abandonar el formato impreso. En 2009, su distribuidor se declaró en quiebra. Al igual que en el caso de Maristain, una plataforma de financiamiento, Patreon, ha sido desde hace ocho años la gran aliada para que la revista siga con vida: “De esa manera es como replicante también paga sus necesidades más básicas. Cuando contamos con 2 o 3 mil pesos, se los ofrecemos a un colaborador especial, y eso es lo que le podemos pagar. No es una cosa común, lo hacemos de vez en cuando porque prácticamente es una revista sin ingresos”, afirma su director, Rogelio Villarreal.
Lee también: “La cultura, no el petróleo, es la verdadera riqueza de México”: Luis Fernando Lara
En Cubo Blanco, revista de arte en la que está al frente Édgar Alejandro Hernández, un largo proceso en el que la publicación fue tomando su propio cauce (desde el financiamiento de un amigo hasta la publicidad de instituciones), dio con la creación de la asociación Amigos de Cubo Blanco, en la que un grupo de personas interesadas en la crítica de arte paga una suscripción, mes con mes, que a su vez permite “tener un ingreso fijo mensual que permite pagar textos cada ocho días”. Para Hernández existe un gran reto: si el periodismo, en general, está precarizado, en el caso del periodismo cultural la situación es más difícil: “La precarización y la total desconexión de las oficinas de Comunicación de las instituciones públicas es grave”, afirma y recalca que para él fue de mucha ayuda la especialización en la crítica de artes visuales. Jaime Chabaud precisa, sin embargo y sin dejar de ser crítico respecto a una era de censura y autocensura, que recientemente ha obtenido anuncios federales para el portal. Rogelio Villarreal dice que “los gobiernos prometen mucho y no dan nada”.
El alcance de cada medio no es menor: oscila entre 10 y 15 mil vistas totales al mes, aunque en el caso de Replicante ha alcanzado 60 mil.