Perderlo todo, menos la soledad es una obra de teatro que aborda la historia de dos personas tan lejanas, tan distintas y tan distantes, que coinciden en sus últimos instantes de vida, entablan una extraña comunicación y convierten la historia en una fantasía escénica sobre lo efímero de la vida, el tránsito a la muerte y la soledad.

La obra, escrita por Valeria Fabbri, bajo la dirección de Cecilia Ramírez Romo, regresa a los escenarios con un nuevo elenco, Alberto Lomnitz y Meraquis Pradis, y con la continuidad de Fabbri, en el Teatro Sergio Magaña, con funciones de jueves a domingo, hasta el 25 de julio.

“En 2018 Valeria Fabbri me mandó su texto y me invitó a dirigirla, desde que lo leí me enamoré. La obra tiene muchas capas, las identificaba, sabía que existían, monté sobre ello, pero se me han ido develando las más profundas, las que no había alcanzado a ver, he llegado al centro de la cebolla. Las palabras me están resonando en otros lugares, evidentemente hablamos de la soledad, del espacio que hay en seis segundos, tiempo en el que los dos personajes se mueren”, cuenta Ramírez Romo.

El montaje es una coproducción de Teatro La Capilla (2018- 2019) con la compañía Me dijo, le dijo, le dije, que ha tenido una recepción positiva de la crítica, por tratarse de una reflexión en la que un hombre mayor y una chica se conocen al borde de la muerte y disertan acerca de la soledad y la tristeza.

“Florentino y Macarena mueren al mismo tiempo y en el mismo lugar. En esos seis segundos en los que están perdiendo la vida, sucede esta obra. Sus conversaciones suceden en ese lapso, sin saber que están muriendo juntos. En este momento la muerte ha tomado un rol importante en nuestra vida, la tenemos mucho más presente y mucho más cerca, hemos recordado que en cualquier momento puede suceder y que todos estamos expuestos. Ya lo sabíamos, pero se nos hizo tangible con lo que nos acaba de ocurrir como humanidad”, dice la directora.

La propuesta escénica, que juega con la realidad y la ficción, es ubicada en un tiempo y un espacio actuales: la estación del Metro Zócalo de la Ciudad de México. Ahí, Macarena, una joven de 17 años, experimenta un repentino dolor en el estómago y la envuelve un desasosiego que la nubla y la lleva a percatarse de que algo extraño ocurre: parece ser invisible al resto de los pasajeros y el mundo.

En su desesperación por encontrarse sola, por fin conecta, en un extraño plano de realidad, con Florentino (Alberto Lomnitz), un hombre de 71 años de edad. Aunque no se ven uno al otro, estos dos desconocidos mantienen comunicación por teléfonos conectados hacia cualquier parte y permanecen tomados de la mano en sus últimos instantes de vida.

“La obra ha tomado una dimensión maravillosa porque en este momento estamos hablando de la soledad. Estamos en una pandemia en la que la mayoría de nosotros pasamos un año encerrados en nuestras casas y esto nos delimitó, nos colocó como humanidad. Si no tenías familia, estabas sola. La pregunta que lanza la autora es si estar solo es estar triste y a partir de esta pregunta surge toda la palabra. Este remontaje, en este contexto, me removió, me hizo poner acentos en lugares en donde no existían”, agrega Ramírez Romo.

Y añade: “Ahora también nos dimos cuenta de quiénes son los viejos y en esta obra es un hombre de 71 años que muere de un infarto. Y ella tiene 17 años. De modo que es un espejo inverso, lo que hacen es reflejarse constantemente uno al otro. Hemos jugado con estos símbolos. Era natural que un hombre de más de 70 años muriera por cuestiones de edad, hoy todo se nos ha movido, ya nada es lineal. De esto va la obra”.

La escenografía y el vestuario son firmados por Fernanda García, también escenografía e iluminación son de Sergio López Vigueras y el diseño sonoro de Xico Reyes. Se presenta los jueves y viernes a las 20:00, sábados a las 19:00 y domingos a las 18:00 horas en el Teatro Sergio Magaña (Sor Juana Inés de la Cruz 114, colonia Santa María la Ribera). El aforo al recinto es del 50 por ciento y tanto el personal como el elenco, así como los asistentes están obligados a atender las medidas sanitarias de acuerdo al semáforo epidemiológico.

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