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En Luxor , joya del turismo arqueológico del sur de Egipto, Abu Aya pasa la mayor parte de su tiempo sin hacer nada, sentado delante de su tienda de recuerdos en el zoco de la ciudad.
Aunque las reservas turísticas se reactivan, Abu Aya se muestra pesimista. "Esta mejora no beneficia aún a los comerciantes y las familias de la región", lamenta.
Junto a los propietarios de las tiendas vecinas, este vendedor de 47 años vestido con las prendas tradicionales de Alto Egipto recuerda los buenos días en que los visitantes extranjeros llegaban por miles.
"Antes, mi galabiya (túnica blanca tradicional) estaba llenas de dólares y euros", recuerda.
Como Abu Aya unos cuatro millones de egipcios trabajaban directa o indirectamente para este sector antes de la revuelta de 2011, según el ministerio de Turismo.
Desde entonces las visitas cayeron en picada, y a diferencia de lo que sucedió hace 20 años cuando un grupo extremista mató a 58 extranjeros en Luxor, los visitantes no regresaron.
Los templos están desiertos y el país está en crisis económica por la crónica inestabilidad. Desde que el presidente islamista Mohamed Morsi fue destituido en 2013, las fuerzas de seguridad enfrentan a grupos extremistas que atacan a la policía, al ejército pero también a la comunidad copta.
En octubre de 2015, 217 pasajeros y siete miembros de la tripulación de un vuelo de la compañía rusa MetroJet, que despegó de Sharm el Sheij, murieron en una acción reivindicada por el grupo Estado Islámico.
Varios países europeos disuaden desde entonces a sus ciudadanos a viajar a algunas regiones de Egipto.
Como resultado el sector se desmoronó. En 2010 Egipto había registrado un récord de 15 millones de visitantes. En 2016 llegaron a 5,3 millones según el ministerio de Turismo.
Maher Abdel Hakim, experto hotelero y coordinador del comité a cargo de promover el turismo en Luxor y en Asuán, otra mítica ciudad del sur de Egipto, confirma que los comerciantes de Alto Egipto se vieron considerablemente afectados.
"Anteriormente, los turistas se paseaban en los monumentos, hacían paseos en carreta. Compraban souvenirs, joyas en oro y diversos objetos artesanales. Todo el mundo salía ganando", recuerda.
En el templo de Luxor, construido hace más de 3.400 años, sólo una pequeña cantidad de turistas egipcios se pasean entre las gigantescas columnas grabadas.
Perseverantes, los conductores de carretas los siguen y negocian el precio del paseo. "Aceptaré cualquier precio que me proponga. Quiero solamente alimentar mi caballo", lanza uno de ellos a los probables clientes.
Los ingresos por turismo alcanzaron los 12.000 millones de dólares en 2010. En los tres primeros meses de 2017 el Banco Central de Egipto los estimó en sólo 1.300 millones, muchísimo menos aunque un 128% superior al mismo periodo de 2016.
Entusiasta, el experto Abdel Hakim espera una ocupación de los hoteles de 30% para fin de año contra 23% en 2016 y 17% en 2015.
Atribuye esta mejoría a la llegada de nuevos turistas, chinos o indios. "Registramos asimismo un aumento del turismo llegado del Golfo, hasta ahora circunscrito a El Cairo, Sharm el Sheij y Hurghada", a orillas del Mar Rojo, precisó.
Sobre los templos de Karnak, Hatchepsut o Ramesseum, los globos aerostáticos de todos los colores siguen llevando turistas. Pero, desde hace un año, los pasajeros son sobre todo chinos.
Abu Aya asegura que Luxor es segura, a pesar de un nuevo intento de atentado en 2015. Ann Zhu, una turista china, consiente: "Me siento más segura en Luxor que en El Cairo".
sc