En un país con un ritmo frenético de transformaciones en casi todos los ámbitos , el mundo de las geishas ha cambiado poco en Japón , ya que se mantiene con la esencia que conserva desde hace siglos: la tradición por encima de todo.
Es el respeto a esa tradición lo que, en pleno siglo XXI, sigue impulsando a las jóvenes japonesas a sumarse a esta profesión. Es la tradición la que determina los ritos que se siguen, pero es la misma tradición la que choca con jóvenes ansiosas de devorar el progreso.
"Realmente se está reduciendo el número de geishas aquí porque se retiran las veteranas cada año y también algunas que han entrado (al mundo de las geishas) al final lo dejan", se lamenta Chiyoka , una mujer de Hiroshima que lleva dieciséis años ejercitando este arte.
"Me gustaría que entraran más", agrega en una entrevista con Efe en la que relató sus vivencias en el mundo de las geishas y los desafíos que entraña una profesión que intenta ganar su propio sitio en los espacios que ceden las tradiciones.
Son muy jóvenes cuando entran a este mundo
, primero como aprendices y luego ejerciendo una profesión en la que el "gei" o arte se busca hasta la perfección , ya sea en sus movimientos suaves de danza, la delicadeza de su música o el don de la conversación .
A cualquier turista que circula por las calles de Tokio pueden llegar a ofrecerle espectáculos de samurais o invitarlo a un espectáculo de "kabuki" o teatro japonés , pero el mundo de las geishas sigue siendo un arte limitado a sus espacios tradicionales.
Chiyoka forma parte de una agrupación del distrito de Shimbashi , que anualmente ofrece un espectáculo de geishas en el teatro Shimbashi Enbujo . Ese recital, "Azuma Odori" (El baile del Este), ya lleva 95 ediciones.
Ese espectáculo es un elogio a la delicadeza, que se percibe en los movimientos, la música, los cantos, la puesta en escena o los kimonos.
Todo ello se funde en una expresión artística forjada en más de un milenio de historia.
En las butacas se nota una presencia reducidísima de rostros occidentales, y también escasean los jóvenes, y es que en el Japón de hoy en día, para muchos nipones esta actividad es una gran desconocida.
"Nunca he ido a un show de geishas (...). Sería estupendo verlo en este contexto moderno", dice a Efe Hikaru Otsuji , una agente inmobiliaria de 27 años. "Es una tradición de muchos, muchos años. Lo veo como un cabaré al estilo oriental, aunque conlleva mucho más entrenamiento", agrega.
Contemplar las artes que ofrecen las geishas se puede hacer en espectáculos como el "Azuma Odori", una vez al año, o en los "ryotei", restaurantes tradicionales restringidos a hombres de negocios que buscan un entretenimiento artístico, personalizado y exclusivo.
"En Shimbashi no se trata de servir a los turistas, sino de atender a los empresarios que invitan a sus clientes", dice Chiyoka.
En esos restaurantes, los clientes son agasajados con los cantos antiguos que salen de las cuerdas de los shamisen, y con la tradicional ceremonia del té; pero también con la conversación.
La geisha conversó con Efe después de asistir a una clase de danza dirigida por una veterana en un local amplio y de líneas austeras con el silencio sólo roto por la música que debe acompasar los movimientos elegidos, tanto del cuerpo como de los abanicos.
Junto a ella habla Kohana, que lleva cuatro años y medio en este mundo de las geishas, al que se unió en su región de Kagoshima, al el sur del país, porque estuvo aprendiendo "el baile tradicional japonés desde pequeña".
Con el tiempo ha ido absorbiendo las vertientes de este arte, incluida la conversación. "Nos enseñan que tenemos que tener mucho cuidado con la forma de hablar", dice Kohana.
El distrito de geishas de Shimbashi ha pasado a la historia como uno de los mejores en el mundo de las geishas, una fama que surgió hace siglo y medio. Antaño acudían importantes políticos o funcionarios de alto nivel y, más recientemente, empresarios.
Tanto Chiyoka como Kohana mostraron su lealtad inquebrantable a los principios tradicionales de este arte, a pesar de que en los tiempos nuevos esas disciplinas pierdan espacios.
"Creo que se debe mantener lo que se tiene que mantener, pero también creo que podría ser más conocido por más gente", comenta Chiyoka.
Y a ambas geishas les gustaría que sus hijas siguieran con la tradición, aunque otras jóvenes, como la mencionada agente inmobiliaria, jamás se dedicarían a mantener este arte ancestral.
"No tendría la paciencia para ser una geisha, y no puedo tratar con todos los hombres", agrega Otsuji refiriéndose a las actuaciones en los restaurantes.
nrv