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Considerado como el alimento de los dioses al ser utilizado en ofrendas por las culturas mesoamericanas, el copal -una planta con más de cien especies- está en riesgo de desaparición por los incendios forestales o la tala indiscriminada.
En la lengua náhuatl, "copal" se refería a toda planta productora de resina que desprende aroma al quemarse. La mayoría son árboles que miden de 4 a 30 metros.
De los diversos tipos de copal también se extraen aceites aromáticos para inciensos y perfumes, así como maderas para artesanías.
Las cualidades de los copales fueron aprovechadas por las culturas prehispánicas para usos festivos y medicinales, así como ceremoniales como ofrenda para las divinidades.
El copal "era ofrecido a los dioses, considerado como vector de comunicación", explicó la doctora Aurora Montúfar López, especialista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En los registros arqueológicos prehispánicos existen piezas de copal en las espectaculares ofrendas rescatadas del Cenote Sagrado de Chichen Itzá, antigua ciudad maya en Yucatán, y en el Templo Mayor de los aztecas, en Ciudad de México.
Ahí se ha encontrado el copal representando pequeñas tortillas, tamales o granos de maíz, "por lo que se piensa que era considerado alimento para los dioses", indica Montúfar.
Alrededor de 100 especies de copal se distribuyen exclusivamente en el continente americano, desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de Perú y Brasil, incluyendo las Antillas y las Galápagos, según datos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.
Por lo menos 80 % de estas especies "habitan naturalmente en México", principalmente a lo largo de la costa del Pacífico; las más comunes para su uso son: Copal blanco, Almárciga, Copal santo, Copalillo y Linaloe.
El Copal blanco es el más empleado en México y América Central y "se comercializa más allá de las áreas donde se produce".
En México, al copal usado en las ofrendas dedicadas al Día de Muertos , que se celebra cada 2 de noviembre, se le conoce comúnmente como "incienso".
"El principal objetivo de su venta es quemarlo y ofrendarlo a los difuntos", señala la experta.
Los antiguos mexicanos consideraban al copal como un dios protector, lo llamaban Iztacteteo, que significa "dios blanco", por el humo blanco que produce cuando se quema.
La persistencia de su venta y uso ritual en diversas regiones de México "nos muestra la permanencia de la concepción del uso del copal como medio para comunicarnos con las entidades divinas", dice Montúfar.
Sin embargo, la tala inmoderada , el avance de la frontera agrícola y los incendios forestales están causando la pérdida de diversas especies de copal en México, advierte a su vez Manuel de Jesús Solís, excoordinador del Programa de Conservación de la Biodiversidad.
El Cañón del Zopilote, en el estado de Guerrero, "es una área de importancia mundial para su conservación por la gran riqueza de copales que ahí existen", destaca.
La pérdida del conocimiento tradicional es otro factor importante. En regiones como Puebla cualquier persona "se hace copalera", como se conoce a los individuos que rayan el árbol todos los días y ocasionan que muera más rápido. "Bajo ese procedimiento, pronto se acabarán las poblaciones de Copal blanco", advierte Montúfar.
El conocimiento tradicional y la experiencia local en el uso de cada especie pueden enriquecer de manera significativa los planes de manejo y contribuir a que sea exitoso el aprovechamiento sustentable de los árboles de copal.
Se tiene que cuidar ese recurso, principalmente el Copal blanco, "porque es la (variedad) que nos ofrece la resina simbólica para halagar a los dioses de la cultura mesoamericana que nos dio origen".
"Es importante conservar nuestras tradiciones culturales. Han permanecido 500 años y "no hay por qué terminar con ellas", sostiene la doctora.
La regulación en la explotación del copal es indispensable para asegurar su futuro y persistencia como patrimonio cultural de Mesoamérica.
sc