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No pasa mucho para que empiece la fiesta a la que convocó la Orquesta Aragón el domingo por la noche en la explanada de la Alhóndiga de Granaditas. Doce hombres en escena visten camisas rosas y son los responsables de la danza y cierto fervor que flota entre el público. En el camino, 84 años después de su fundación, la Orquesta, que fundó Orestes Aragón, ha recogido el Grammy Latino y dos distinciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), que la nombró Patrimonio de la Humanidad en 2005 y le otorgó la Medalla Pablo Picasso.
En el primer bloque se escucha "Apágame la vela" y el público, de pie, baila y repite "María", en coro, hasta escuchar, poco después, el acento cubano que hace una pregunta obligada para los músicos de la orquesta y los devotos del son: "¿Cómo es posible que después de 50 años y con tanto amor por México no hayamos asistido antes al Cervantino?" Sigue "Toma chocolate, paga lo que debes" y en la primera fila bailan un par de parejas y algo, en sus movimientos, en sus ropas, en su imagen de perfil, recuerda los pasos del son jarocho y del danzón. A la vez, hay pocas parejas desperdigadas en la explanada; casi todos, hombres y mujeres, bailan con ellos mismos. Incluso se ve alguien con un casco amarillo de Protección Civil, en las orillas, en medio de los que se limitan casi a ser sólo oyentes. Al mismo tiempo, vocalistas y flautista bailan con un ritmo sincronizado, como en una coreografía.
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Empieza algo que prácticamente es conocido por todos: el cuarto de Tula, le cogió candela, se quedó dormida y no apagó la vela, y el espíritu cubano corre por la sangre de los hombres en el escenario. Hay quienes enloquecen, bromean y gritan. "¿Ustedes saben por qué se quemó?" Tras lo que la Orquesta pasa revista por la canción mexicana y menciona a Jorge Negrete, Juan Gabriel, Alejandro Fernández, Luis Miguel, José José y anuncia un popurrí de compositores y cantantes nacionales. Con mano delicada, los técnicos manipulan las luces; las apagan, las encienden, las modulan.
"Si tuviera cuatro vidas, cuatro vidas serían para ti" y los violines silban. Es curioso que con los temas mexicanos se perciba algo de quietud en un público que parece limitarse a escuchar y observar. Algún espectador pregunta cómo se escucharía esto con un trago de ron. En uno de los momentos de más euforia cantan "Sabrosona" y las voces, los instrumentos, se mezclan con el vapor y el hielo seco que recorre el escenario.
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La gente vuelve a bailar. Delante de las vallas se encuentra el representante de la Orquesta, quien graba una toma panorámica con su celular y sonríe. "Sabrosona" avanza y el ambiente festivo también está en ascenso. Entonces, la banda hace una pausa y cuenta que, por la mañana, una mujer bellísima les preguntó si estaban todos los integrantes de la orquesta. El grupo se fundó en 1939, señorita, dice el cantante para después reír y presentar a los músicos según su instrumento: las voces, el timbal, la flauta. Pero dos nombres llaman la atención: el nieto de Benny Moré y Rafael Felipe Lay Bravo, el director.
Cuando llega el turno de "Son al son" algo nostálgico remite a la isla. La gente baila enfebrecida: ...mi tierra linda cómo te quiero... yo a ti te canto... y empieza "Gózalo, mulata" y la gente ovaciona, se entusiasma sin pedirle una tregua al baile. Podría ser el punto final, pero la Orquesta sigue y la noche aún no acaba.
melc