Para el , que hoy ofrece una conferencia en el de la UNAM y que en días recientes dio varias charlas en El Colegio de México para hablar de su libro Gaza, ante la historia (Akal, 2024), el ocultamiento del genocidio en Palestina no podrá sostenerse durante mucho tiempo. Le preocupa que, en una lectura histórica del futura, esta masacre que sucede prácticamente en vivo frente a la humanidad pueda desencadenar una nueva ola de antisemitismo y borrar el peso del Holocausto. Un conflicto al que el historiador no le vaticina un final, tras la victoria de Trump en Estados Unidos.

Usted habla de la confusión entre víctimas y victimarios.

Yo hago una comparación con la situación de la Segunda Guerra Mundial y del proceso de Núremberg que siguió, el proceso de los crímenes del régimen nazi. Me parece que las reacciones a los ataques del 7 de octubre de 2023 son un poco como si, al final de la Segunda Guerra Mundial hubiera sucedido un proceso no para juzgar y condenar los crímenes del nazismo, sino para juzgar y condenar los crímenes de guerra de los aliados que lucharon en contra del nazismo. Que el 7 de octubre sea un crimen y un acto terrorista que nada puede justificar es evidente para mí. Pero fue seguido por una guerra que está tomando rasgos de genocidio y todos los medios de comunicación, los grandes medios de comunicación y los jefes de gobierno y de Estado del mundo occidental están justificando la guerra israelí en contra de Gaza, como si hubiera un solo responsable de lo que está ocurriendo, que sería más como si la reacción de Israel fuese justificada y legítima. Me parece que es una inversión de la historia, una inversión de las víctimas en victimarios.

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Eso también me sorprendió porque es evidente la dimensión genocida de la guerra de Israel. Una evidencia contundente, según los criterios establecidos por la comunidad internacional. Las Naciones Unidas nos dijeron en enero que había un riesgo real de genocidio, pero después de enero hubo otras decenas de miles de muertos. Hay evidencia del genocidio y hay un silencio, una ocultación, una negación de éste por parte de los grandes medios de comunicación. Hay razones geopolíticas detrás de eso. Hay razones culturales vinculadas a la imagen de Israel, la memoria del pasado que está vinculada a esa imagen. Un sentimiento de culpa muy fuerte en Europa, en particular con respecto al Holocausto. Una sensación de culpa que se traduce, políticamente, en un soporte incondicional a Israel. Yo creo que en el sur del mundo hay otra sensibilidad respecto a la dimensión colonial de la guerra, de la ocupación de Palestina, de la negación de los derechos de los palestinos y a la guerra de Gaza. Otra sensibilidad que hace que en el sur global hubiera una reacción distinta de los gobiernos y de los grandes medios de comunicación. Me parece que los grandes medios de comunicación de México (EL UNIVERSAL es uno de ellos) no reaccionaron al 7 de octubre de la misma manera que The New York Times o Le Monde. Hay sensibilidades y miradas distintas. Hay un capital moral de confianza que Israel siempre utilizó para justificar su política. Israel es el país que nació de las ruinas del judaísmo en Europa, que nació del Holocausto. Es el país de las víctimas del antisemitismo y del Holocausto. Y entonces Israel puede beneficiarse de una especie de inocencia ontológica, esto es la imagen que Israel intentó difundir de sí mismo. Y es una política de la memoria que logró éxitos durante el pasado y que explica en larga medida las excitaciones, la complicidad, la negación de la realidad por muchos gobiernos occidentales. Bueno, creo que este ciclo se está acabando y que la realidad de este genocidio está apareciendo ante los ojos del mundo. Entonces, no sé hasta cuándo esa actitud será posible. Yo hago la constatación que en Estados Unidos, donde vivo, por ejemplo, hay un movimiento en contra de la guerra que es poderoso. Un movimiento que incluye también a muchos judíos. Es decir, muchos judíos no aceptan esa narrativa que es difundida hoy por Israel.

Una gran diferencia es que con medios como Al Jazeera el horror del genocidio se ve prácticamente en vivo.

Lo que se hace es ocultar esas imágenes o informaciones que circulan. Existe Al Jazeera y existe un conjunto de plataformas que hace un trabajo de contrainformación. Hay que reconocer que un papel importante en este trabajo de contrainformación lo hacen algunos medios israelíes también que son perseguidos por el gobierno; hacen un trabajo de investigación muy serio. Yo creo que es muy importante y una paradoja que se destaca. Muchos de los crímenes perpetrados por Israel en Palestina y, en particular, en Gaza, son difundidos por los propios soldados israelíes. Hay formas de violencia que claramente son la negación de los derechos humanos más básicos. Imágenes de un trato inhumano de los prisioneros palestinos o imágenes de júbilo frente a la violencia y humillación de los palestinos. Es la propia confesión de los crímenes que han hecho los soldados israelíes que lo difunden en las redes sociales. Es una gran paradoja. Los crímenes son difundidos por los criminales mismos. Es la razón por la que creo que este discurso dominante en los grandes medios occidentales no puede eternizarse.

Pareciera que el mundo cruza los brazos.

Hay un discurso de legitimación de la guerra, de defensa incondicional de Israel, de banalización del sufrimiento de los palestinos. Pero este discurso dominante no es compartido por la opinión pública. Hay una discrepancia fuerte entre lo que la gente común piensa o siente y el discurso que es difundido por los medios de comunicación. Hay una gran indignación que todavía es incapaz de traducirse en una acción política exitosa.

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Israel, con su política y su genocidio, está estableciendo las premisas para una nueva ola de antisemitismo. Si la memoria del Holocausto sirve para legitimar un genocidio, mejor olvidar el Holocausto. La gente empezará a pensar así. Hay muchísimos judíos que se dicen antisionistas y son críticos al Estado de Israel. Esa distinción es fundamental.

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Tengo la convicción de que no habrá un cambio cualitativo. Es una situación abierta con muchas contradicciones y con un soporte incondicional de Estados Unidos a Israel que va a ser más explícito que antes.

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