Elena Poniatowska cumplirá, justo en un mes, 90 años de vida y lo hace feliz y llena de proyectos; ayer recibió el Doctorado Honoris Causa de la Universidad César Vallejo de Perú; mañana presenta con Guadalupe Loaeza, en el Museo de la Ciudad de México, los dos volúmenes de "El amante polaco", novelas sobre su antepasado que fue el último rey de Polonia; el viernes recibirá un homenaje de la UNAM; y trabaja en una nueva novela. Todo marcha bien aunque acaba de perder la visión de su ojo izquierdo.
Esa noticia la dio a conocer al concluir su discurso al ser investida por la Universidad César Vallejo con el Doctor Honoris Causa; sin embargo, no es algo que la atemorice, “es parte de la vejez, son 90 años. Ya no veo del ojo izquierdo, el derecho aún funciona, aunque el derecho no es el ojo de mi ideología, el que me falló fue el de la izquierda”, dice a EL UNIVERSAL, con buen ánimo, la escritora y periodista nacida el 19 de mayo de 1932, en Francia, y llegada a México hace 80 años, un hecho que considera su gran privilegio.
Poniatowska habla en entrevista del ejercicio de memoria y reconstrucción de su historia familiar y personal que significó la escritura de El amante polaco, Libro 1 y Libro 2, da cuenta de amigos como José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis, de su ingreso al periodismo en un tiempo donde había pocas mujeres y una total censura; acepta que hoy se maltrata y asesina a los periodistas, pero niega que haya menos libertad de prensa; dice que ella nunca ha estado del lado del poder ni le interesa mandar, pues sólo sabe obedecer. También habla del presidente, Andrés Manuel López Obrador, que, asegura, es blanco de las críticas porque se expone sin medida en las conferencias matutinas, y dice que no está cerrado a las críticas, más bien está rodeado de palabras.
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¿Cómo sale de este ejercicio de memoria para reconstruir la historia familiar?
Reconstruyo algo sobre mi vida personal, hablo de mi vida pero en general hay poco, la mayoría de las páginas están dedicadas a la Polonia del pasado, de 1740, no tanto a México. Yo nací en 1932 y vine a México con mi madre y mi hermana Kitzia en 1942, mi papá se quedó en la guerra, fue combatiente, no lo vimos cinco años, pero mamá tenía un apellido mexicano: Amor, aunque también nació en Francia, ella es de las familias que se fueron con Porfirio Díaz, dueñas de haciendas.
¿Repasó y vivió un mundo lleno de guerras, violencias, desigualdades?
Sí, pero también he vivido un mundo lleno de arte, de pinturas, de muebles bellísimos, de castillos que sólo conocí a través de fotos, incluso dormí en castillos de Francia, así que también hubo cosas muy bellas y los libros que yo leí de niña, porque entonces no había televisión, no había cine... ya soy viejísima. He tenido muchísimos privilegios que agradezco y el mayor privilegio ha sido vivir en México, mi mamá era mexicana pero se casó con un francés.
¿En este mirar al pasado reafirmó que ha tenido privilegios, pero descubrió que fue una mujer que se ha forjado su propio camino?
Sí, gracias a mis amistades, gracias a que me recibieron muy bien en los suplementos culturales, a que se me abrió un espacio en el periodismo diario, en Excélsior, donde me inicié en las entrevistas que pude hacer gracias a que era periodista, porque de otra forma jamás me hubiera podido acercar a Diego Rivera, a Siqueiros, a María Félix, a Dolores del Río, no hubiera podido nada más como niña bien; si yo los podía interrogar era porque era periodista, eso me enriqueció enormemente, no sólo conocerlos, escucharlos, hacerles preguntas ignorantes y babosas, también que no me rechazaran me favoreció muchísimo, conocer mi país. Llegué a un lugar donde todo mundo te trataba bien porque había muy poquitas periodistas mujeres, reporteras, había un muy buen ambiente que ahora no se si sea tan bonito como entonces, no había tragedias tan espantosas salvo, claro, la masacre del 68 y después los terremotos. Salir a las calles a los terremotos me enfermó.
¿Fue duro recoger los testimonios para elaborar La noche de Tlatelolco?
Era difícil que te publicaran, por eso hice el libro, nadie te quería publicar nada, te decían que no, había censura, creo que ahora es mucho mejor la libertad de prensa que en mi época. En mi época no se hablaba de nada, había una página de crímenes, de notas como “degolló a su mamacita”, “fumó mariguana”, había paginas rojas, pero permanecías del lado de la vida bonita.
¿Hoy con más asesinatos de periodistas cómo puede haber mayor libertad de expresión?
Hay asesinatos a periodistas, maltrato, pero también algo nuevo que empezó entonces: la presencia de mujeres en el periodismo, que ha sido muy importante.
Usted sigue haciendo periodismo. ¿Cómo ve la situación en la actualidad?
Todo está dirigido a la tele, si tú vas a una escuela de periodismo, todas las jóvenes quieren hablar en la tele, el periodismo escrito está condenado, espero que no esté condenado a muerte, aquí cerca había como cuatro puestos de periódicos, ya no queda ni uno. Se está muriendo la prensa escrita, aunque es importantísimo, porque hay que saber leer, un país no puede tener futuro si sus habitantes no leen ni escriben.
En el otorgamiento del Doctorado la compararon con Flora Tristán, la peruana precursora del feminismo.
A mí me enorgullece muchísimo esa comparación, me da una alegría enorme, es un honor.
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Me sonó a “Es un honor estar con Obrador”, ¿sigue con Obrador?
Sí claro, soy una seguidora desde hace mucho tiempo, cuando vivía Julieta Campos allá en Tabasco, soy una seguidora, una admiradora de López Obrador, he seguido siéndolo y he votado por él, pero no pertenezco para nada ni tengo la capacidad creo —intelectual claro sí—, pero no tengo la capacidad física de caminar con él como lo hacía de joven. Sigo con él, voté en la revocación y vote por él. Claro que sí.
Ha habido un desencanto, gente que se arrepiente, ¿usted mantiene la certeza de compartir sus causas?
Claro, a lo largo de nuestra vida hay desencantos, hay desencanto frente a nuestros hijos, ante determinados amigos, situaciones, frente al trabajo, el desencanto es parte de la vida, pero eso no quiere decir que desista, que ya no sea parte o se vaya. Yo creo que la crítica también hace mucho bien, a mí, personalmente, si alguien me dice te voy a enseñar a escribir mejor, a darme consejos, yo gano, yo creo que la crítica es parte de la vida humana y que la crítica es muy respetable y que no ser crítico es también un error. Yo no sería una mujer valiosa o interesante, suponiendo que lo soy, si no tuviera capacidad de crítica. No soy un borrego.
¿Usted le ha manifestado sus críticas al Presidente?
No, nunca porque no tengo oportunidad, no lo he visto, lo vi una sola vez en una mañanera en que le llevé a unos estafadores que me buscaron a mi, me dijeron que le iban a dar millones y millones de pesos a nuestro país y yo lo creí como una tonta. Ya no he ido, pero alguna vez iré.
Pero el Presidente no tolera las críticas...
El que mucho se expone, el que mucho está a la vista de todos, es el blanco de muchísimas críticas, y esta mañanera de todos los días creo que propicia también la crítica, propicia que López Obrador está completamente rodeado de palabras, preguntas, interrogaciones, gente que lo busca y esa es parte de su vida, es una nueva forma de dirigir un país, como decía Cosío Villegas, o de estar cerca también de un pueblo. Creo que finalmente el objetivo de López Obrador es estar lo más cerca posible de la gente y eso es exponerse a muchísimas críticas, a cometer errores, a decir palabras que están a veces fuera de lugar, o a responder preguntas con mal humor o con una buena puntada.
¿Le interesa estar cerca del poder?
Yo no tengo la menor capacidad de mando, en mi casa me manda Martina desde hace mil años, me dice qué hacer, me da órdenes; fui una niña que recibía órdenes, que obedecía, creo en la obediencia, además en la religión te enseñan a obedecer, y no tengo ningún afán de dirigir absolutamente nada, no lo podría hacer.
El viernes es uno de sus homenajes, ¿por qué quiso una conversación con estudiantes?
Mi relación toda la vida ha sido con jóvenes, desde 1968, desde La noche de Tlatelolco, desde la cárcel de Lecumberri donde iba a ver a los estudiantes que desgraciadamente ya no viven: Raúl Álvarez Garín, Raúl Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, a sus mujeres, sus esposas; los estudiantes han sido mi medio y lo que yo amo, mi cariño, así que cómo voy a cambiar. Mi medio nunca ha sido el de los políticos; también mi medio siempre han sido mis compañeros de trabajo, para mí fue una enorme sorpresa y un gran dolor que desaparecieron porque trabajé con ellos, José Emilio Pacheco, un gran, gran poeta mexicano; y Carlos Monsiváis, un analista político de primera. Si ahorita viviera estaría aconsejándole muy bien a López Obrador.