Con un fuerte apretón de manos, un agudo sentido del humor y expresando su frustración por depender ahora de la silla de ruedas, (Bandung, Indonesia, 1942) deja ver su audaz carácter. Ella fue una de las primeras curadoras de arte independiente en México y pionera en la promoción de arte latinoamericano en la escena internacional contemporánea. Su fuerte es el arte chicano y el feminista.

En 1958 llegó a México, comenzó como periodista, su audacia la llevó a cuestionar a artistas como José Luis Cuevas y Mathias Goeritz. En la década de los 60 trabajó como asistente curatorial de Fernando Gamboa, uno de los fundadores del Instituto Nacional de Bellas Artes, en proyectos como la 34° Bienal de Venecia y Expo '70 (Osaka, Japón). Adelantada a su tiempo, como la describen dentro de la comunidad artística, Stellweg es clave para la crítica de arte por fundar la revista bilingüe Artes Visuales, del , que sigue siendo referente.

En 1982 se mudó a Nueva York, su casa se convirtió en parada obligada de todo artista latinoamericano que buscaba internacionalizarse. Fue profesora de la Universidad de las Artes Visuales de NY hasta 2022. Su legado fue celebrado en 2023 por el Museo Tamayo.

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Ahora, Stellweg reconoce que está en el ocaso de su vida: “Siento que voy a morir muy pronto”, por lo que su herencia, dice, será el libro Ser y devenir: cruzando fronteras y otras barreras (Cubo Blanco, 2025), que recopila algunos de sus artículos, seleccionados por el crítico de arte Edgar Alejandro Hernández, quien explica que no es una lectura cronológica sino que muestra la variedad de sus áreas de dominio: el arte feminista, arte latinoamericano, mercado del arte, museografía, fotografía y periodismo cultural.

Aunque el archivo de Stellweg esté en acervos públicos y privados de Estados Unidos, ella digitalizó todo lo que ha escrito.

¿Qué la motiva a escribir?

Me lanzo a escribir cosas que por el momento aún la gente no está prestándole suficiente atención. Yo creo que es una deformación profesional. Ya está uno en eso y sigue en eso. No voy a cambiar de profesión a estas alturas de mi vida, es lo que más me gusta.

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¿Qué tema es el que más le interesa hoy de arte y cultura?

Estoy escribiendo mis memorias. Apenas voy en el año 1975 y tengo 83 años. Es muy complejo porque de repente recurres a ciertas cosas que a lo mejor ofendería a algunas personas que tuvieron participación en ese episodio. Entonces es también un ejercicio de cómo dejar de autocensurarme, ¿no? Soltar todo y a la buena de Dios, a ver qué pasa.

¿Hay un tema de arte que ronde por su cabeza actualmente?

Estoy en Cuernavaca. El diario lo recibo virtualmente y estoy al tanto de lo que veo de México, Nueva York y Europa. En la Ciudad de México creo que hay un exceso de exposiciones, un exceso de galerías y poco tiempo para poder ir a verlas con ganas. Entonces la gente termina por tener su ruta y siempre va a las mismas galerías, ya sea kurimanzutto, la GAM o Pequod. ¿Cómo alcanza el tiempo no sólo para ver sino para digerir? Está complicadísimo lo que es la cultura en general, el gobierno ha recortado drásticamente todo lo que son los fondos para la cultura. Es una pena terrible.

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Se dice que hoy muchas cosas son homogéneas y con poca diversidad, ¿comparte esta opinión?

Yo creo que sí, todo mundo está dándole a la misma cuerda, como si fuera un contagio.

Mencionaba que escribe sobre temas que aún no ve la gente, ¿como cuál?

Hace pocos días acabó una exposición en el Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano, ahí Luis Felipe Ortega, que instrumentó una intervención sonora, muy difícil de explicar en palabras si no copias el sonido dentro del texto. Describir un sonido es algo que nunca he hecho, es un reto, a lo mejor me lanzo.

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En el libro dice que en los artistas latinoamericanos pesa el tema de la identidad, ¿sigue siendo así?

Ese tema sigue siendo manoseado por muchos. También la idea de la identidad, o de las dos identidades diversas, ha sido modificado o ampliado por otros ingredientes, como la identidad indígena, cómo influye en lo del arte contemporáneo, el arte negro, o sea, todos esos temas son los que reiteran la cuestión de la identidad. Hoy se podría volver a escribir ese artículo incluyendo algunas otras cosas de lo que está pasando.

En un artículo de los años 80, sobre la escena en Nueva York, menciona una xenofobia cultural. Eso me hizo pensar en la cultura de apropiación, ¿qué opina de ésta?

No sé si llamarlo expropiación o más bien transformación. Yo creo que es válido tomar de todas partes. No creo que uno se deba limitar a tratar de ser, entre comillas, original, todo viene de algo, no hay nada en este mundo que no proviene de alguna y otra inspiración o fuente.

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En un artículo de 1981 habla de la gratificación inmediata de la fotografía. ¿Ha cambiado su relación con la foto?

Ha cambiado con la inmediatez de los medios. La cantidad de cosas que uno ve, ¿cómo puedes tener una relación con eso? Es pasajero, no te deja ninguna huella.

En el libro hay una entrevista a Luis Camnitzer, le pregunta qué es un artista y qué es el arte y yo quería preguntarle su definición de estos conceptos.

Un artista es alguien que te hace reflexionar sobre aspectos de la vida y la muerte… No tengo respuesta, no me atrevería. He escrito tratando de comprender lo que pasa, cuando uno escribe está tratando de entender el mundo desde el que escribe.

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¿Hay alguna preocupación que tenga sobre el mundo del arte?

Siento que voy a morir muy pronto, desde esa perspectiva como que todo te deja de interesar. Estoy poniendo un punto final, por eso estoy escribiendo mis memorias. Mi vida fue extraordinaria, he vivido tanto. Hay una recomendación que siempre doy a mis alumnos: “Hay que amanecer y hacerse una pregunta que aún no tenga respuesta”.

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