Para Beatriz Zamora (Ciudad de México, 1935) “el negro no es un juego”, lo es todo. La artista ha dedicado más de 40 años a la creación de obras de arte exclusivamente de este color. Todo comenzó después de hacer unas obras con tierra, luego, cuenta, un día llegó el negro a su habitación y, paradójicamente, lo iluminó todo. Aunque desde niña Zamora tuvo una conexión con el negro, pues su padre fue químico y trabajó en Petróleos Mexicanos y entre sus tareas estaba analizar muestras de este denso líquido negro.
La artista actualmente presenta la exposición El negro de Beatriz Zamora, como parte del programa del 60 aniversario del Museo de la Ciudad de México. Fue curada por su hijo, Francisco Hernández Zamora, quien eligió 94 piezas que dan una idea del oscuro universo de la artista, compuesto por más de 4 mil obras. En el recorrido se ve su primer El Negro —todas sus obras se titulan El Negro y lo de las distingue entre sí es el número con el que fueron seriadas—, la pieza con la que inició todo en 1977.
También hay otros lienzos, algunos con corazones y otros con minerales, cuyo brillo hace que parezca una ventana al universo. Cuadros con obsidiana, piedras y barro negro también forman parte de la exposición y el camino filosófico que emprendió la artista.
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Una nueva exposición es una oportunidad de llegar a nuevos públicos, es por eso que en entrevista con EL UNIVERSAL, Beatriz Zamora habla de lo que es el negro para ella, de cómo lidió con el violento rechazo a su obra —en 1978 ganó el Salón Nacional de Artes Plásticas con El Negro nº4 y su obra fue destruida en Bellas Artes por el pintor Enrique Guzmán, quien estuvo inconforme por el resultado— y de si su búsqueda por explorar este color ha llegado a su fin.
¿Usted cómo describiría su obra, más allá de que es de color negro?
Hay un prejuicio muy grande al color, pero ¿qué es en realidad? Dentro de nosotros está el negro absoluto. Cuando te cortas, ahí entra un poco de luz, pero herméticamente somos el negro y es tan perfecto. Vivimos en él.
¿Cuál fue su primer contacto con el negro?
Órale, me hace una pregunta de lo que pensé hace 60 años. No sé. Mire, empecé por la tierra, hice una obra de tres metros sin esperanza de vender uno. Como que el artista no debe comer, no debe abrigarse, porque tiene una misión y esa misión para la gente pues no vale nada. Esta obra por años no ha valido nada, sin embargo vale todo, ha valido todo. Así son los precios.
¿Pero usted está de acuerdo con esa idea?
Claro que no estoy de acuerdo con esa cultura, ¿cómo crees? Se necesita cultura, entonces, si se necesita, hay que hacerla. Si somos conscientes y responsables de qué le falta a tu país, pues te pones a hacerlo. Aunque no tengas (apoyo). Es un trabajo que hay que hacer sin pedir le permiso a nadie, ni el gusto de nadie.
Hay miles de obras de El Negro, ¿qué tiene ese color que no se agota de trabajar en él?
Pues es como dices, ¿qué tengo yo que no me agoto a mí misma?, ¿no te dije? Dentro de mí, dentro de todos, está el negro. Tú no puedes agotar lo que tienes.
¿Cuál es su relación con los otros colores?
No me he ocupado de esas cosas, sino en lo que tengo que hacer. Es decir, haz lo que tienes que hacer, y lo demás, cállate. ¿O qué te importa? Porque si te importa, te quita tiempo y energía.
¿Cómo decidió que este color sería su objeto de trabajo?
Porque en una parte de la historia del arte se buscó hacer el negro. Se empezó desde 1950 y tantos en Nueva York, que fue donde nació el arte contemporáneo. Una parte de los creadores que hicieron todo ese trabajo del arte contemporáneo eran cuatro o cinco que querían llegar más allá de todo. Y ese más allá era el negro. Uno de los más sobresalientes de la historia del arte es Rothko. Y fue el último que se quedó en la búsqueda del negro, y finalmente se suicidó. El negro no es un juego, es una determinante absoluta que va más allá de quién lo quiere y sabe lo que es y para qué.
Después de eso quedó ahí el asunto, y ya en los 65, 68, casi 70 empezó otra vez la búsqueda del negro, tanto en Alemania, Italia y Francia. No te digo en México, porque en México la gente es lógica y razonable y no se mete en eso. Pero como yo no soy nada de eso, y digamos loca, pues me meto en todo.
Todos estos artistas estaban en una búsqueda de un absoluto. Veía que eran hombres muy fuertes y muy capaces, muy cultos, muy amorosos, que buscaban eso. Yo no me sentía capaz de buscar eso, porque, como mujer mexicana, pues estoy devaluada, verdad, no valgo nada. Veía que no podían y que hacían cosas casi negras y ya le ponían un color. Así pasaron años hasta que, estando yo en mi taller trabajando, entró el negro. Llega y no es un juego, es terrible. Entró a mi casa como un trueno, endemoniado, iluminó todo. Y me dijo: ‘el negro es tuyo y lo vas a hacer así’. Me dijo una sola condición: ‘Si alguna vez le llegas a poner un punto de color, se acabó’. Es tuyo, es mío y ha sido mío en toda la historia del arte. Las cosas te eligen a ti. Tú eres el medio de hacer. Tú eres su sirviente, pues.
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¿Es demandante?
Hay que ser humilde, hay que ser obediente, hay que tener paciencia, hay que tener constancia. Hay que resistir la maldad de la gente, la agresión, la ignorancia. La pobreza.
¿Por qué cree que su obra llega a tener un rechazo incluso violento, como en Bellas Artes?
Por ignorancia, mi hija, nada más por ignorancia.
¿Cómo ha sido enfrentarse a todo ese rechazo?
Aguantar nada más. Aguantas todo —dice, con voz entrecortada. El cansancio del trabajo porque hacer un cuadro como este, se tiene que hacer en un día, porque se seca la materia. La vida de un artista es bastante difícil porque se enfrenta con todo el mundo.
¿La gente comprende más su obra hoy en día?
Ha cambiado. Toda esa gente ya se murió hace mucho. Toda su problemática ya murió. Lo que espero es que cuando venga alguien, se le abra un poquito la cabeza y el corazón.
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¿Continúa pintando?
Mira, ahorita estoy muy delicada de salud. Me acabé los brazos, me acabé la cadera, porque para hacer esto (se necesita) la cadera, las piernas, los pies.
¿Desde cuándo no hace una pieza nueva?
No sé, unos tres o cuatro meses.
¿Y extraña o ha encontrado una forma distinta de explorar el negro?
No se puede explorar más. ¡Oye, tengo 40 años o más de exploración! No es cierto —dice entre risas. Pues el negro es... una continuidad. Sí lo extraño y sí lo necesito y espero recuperarme para poder continuar, voy a cumplir 90 años y pues no he acabado.