Más Información
José Francisco Araiza
(Ciudad de México, 4 de octubre de 1950), cantante de ópera, de tesitura tenor, recuerda: “Mi padre fue músico, pianista, cantante y director. En la familia todos nacimos, crecimos y nos educamos en la música.
"Mi madre, al ver que él tenía que trabajar muchísimo para poder mantenerla a ella y a siete hijos, siempre manifestó que no deseaba ese tipo de trabajo para ninguno de sus hijos”.
Sin embargo, con el paso del tiempo y una vez que todos los hijos habían cumplido con las mejores calificaciones en la escuela, desde la básica hasta la universitaria, Francisco le dejó ver su gusto y su deseo de estudiar música formalmente.
Así, ingresó a la Escuela Nacional de Música de la UNAM, con la idea de convertirse en organista, como su padre. La clase de Conjuntos Corales era obligatoria, y ahí, los maestros descubrieron la voz del entrevistado. Muy pronto le aconsejaron que tomara el camino del canto, cosa que él no consideró de inmediato, pero poco a poco su destino se iba perfilando.
“Tomé la clase de Canto Complementario, me gustó, y decidí tomar Canto como materia principal”, señaló. Ante esa decisión tuvo que cambiar de escuela. En el Conservatorio Nacional de Música entró a la clase de la maestra Irma González (Ciudad de México, 1916-2008), soprano y profesora de canto, y posteriormente a la de Erika Kubacsek (Viena, 1926-Ciudad de México, 2015), clavecinista, preparadora musical, pianista y una gran directora de coros.
Además de haber hecho una importante labor artística en México, Kubacsek lo adoptó musicalmente. “Fue mi madre musical, me regaló sus fines de semana para enseñarme todo lo referente a la literatura alemana concerniente a la ópera, concierto y repertorio operístico”. Ella fue la primera en detectar, oficialmente, el enorme potencial de Araiza.
También, ella creó un grupo de cinco personas alrededor de Araiza: Los maestros Irma González, Carlos Díaz Dupont, Luis Berber y la misma Erika Kubacsek, así como el señor Ricardo Rondón, quien en ese tiempo era gerente de American Air Lines. El plan inicial era mandarlo a Viena a estudiar, pero Kubacsek, experta, le aconsejó otra cosa.
“Perteneciente a una sociedad de alto rendimiento como ella era, me dijo que sería conveniente que tomara parte en un concurso internacional de buen nivel, para que me diera cuenta de qué me faltaba. Así, me inscribí en el Concurso Internacional ARD que organiza Radio Bávara en el Prinzregententheater de Múnich… y gané el tercer lugar”.
Era el año 1974 y ese triunfo le abrió, inmediatamente, las puertas del mundo para comenzar una carrera internacional. Los contratos llegaron naturalmente, y al mismo tiempo, ese éxito le ahorró pasar por la escuela de Viena.
Para aprovechar tiempo y estancia, se quedó a estudiar en la Escuela Superior de Música y Teatro de Múnich. Fue miembro de la Ópera de Karlsruhe de 1974 a 1977 y su debut operístico europeo tuvo lugar 15 de mayo de 1975 en el Teatro Estatal de Karlsruhe, Alemania con la ópera de Mozart “ Così fan tutte ” dirigida por Klaus Weise.
Pese a lo anterior, y a sus éxitos a tan temprana edad en el extranjero, hoy se considera a sí mismo como “un cantante made in México”. Tiene claro que su debut fue un éxito rotundo por varios factores. En primer lugar, por la preciosa producción, “de aquellas que inspiraban al público a seguir asistiendo a la ópera, lejos de la moda actual de crear teatro experimental en la ópera, a veces, por gente que no tiene la menor idea ni la preparación suficiente para hacer lo que ofrece en el escenario”.
Antes de la premier de esa noche, Araiza tenía un contrato por dos años con opción a un tercero. Tras la función y mientras todavía duraban las ovaciones, el director del teatro lo llevó a su oficina, rompió ese contrato y le extendió otro, con mejor sueldo y afianzado el tercer año. El entrevistado sabe que nada es circunstancial, y que todo está predestinado.
Providencialmente, esa noche, en esa ciudad, estaba el más grande scout de Herbert von Karajan (Salzburgo, Austria, 5 de abril de1908- Anif, Austria, 16 de julio de 1989) el más brillante director de orquesta durante la era de posguerra, y tal vez de todo el siglo XX, y cuya capacidad le permitió dirigir durante 35 años a la Orquesta Filarmónica de Berlín.
“De pura casualidad iba pasando por Karlsruhe. De camino de Frankfurt rumbo a Zúrich se sintió somnoliento y decidió pernoctar en Karlsruhe. Llegó al hotel, y al registrar su estadía, casualmente vio el programa y decidió ir a la ópera”. El tenor fue el primero que cantó, con una entrada espectacular. El tipo quedó atónito ante el joven y atlético Araiza.
El bien preparado mexicano ofreció en su actuación tal muestra de preparación, pureza de estilo y belleza de sonido en su voz, que hizo que el scout corriera de inmediato para comunicarse por teléfono con Karajan e informarle sobre su enorme descubrimiento. “El señor era el Director Administrativo de la Ópera de Zúrich, a donde me fui después”.
Una vez que se encuentra uno frente al tocador, las piezas del rompecabezas, que eso es la vida, comienzan a caer una a una para armar la existencia de cada uno de nosotros, reflexionó el entrevistado, pensamiento que tiene su origen en todos los dichos y creencias de su abuela, mujer sabia, pensante y analítica a quien Francisco Araiza amó.
Antes, debutó en México el 2 de octubre de 1970, en la versión de concierto de la ópera Fidelio , de Beethoven, interpretando el papel del primer prisionero, bajo la batuta de Eduardo Mata en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Y sigo cantando, lo que representa que ya son 47 años de carrera profesional”, acotó el maestro.
“Yo nunca aspiré a nada, más que a hacer bien las cosas que se me presentaban. Siempre tuve la oportunidad de llevar a cabo mis planes, de realizar mis visiones, acompañado de gente de mucho valor, tanto en lo personal como en lo intelectual, amigos de gran calidad humana también. He vivido una situación totalmente privilegiada”, rezó el tenor lírico.
Salió de México para tomar parte en el ARD con la responsabilidad que tenía con el grupo de cinco personas que creyó en él y que hizo todos los esfuerzos posibles para mandarlo a Europa en una forma estructurada, no a la aventura. Si éxito es la suma de preparación y oportunidad, Araiza dijo que él puso todo lo que debía poner.
Su padre fue un talentoso músico de voz privilegiada. Joseph Pierson, mexicano, era un maestro de canto, sobre todo, de tenores, y a la sazón el scout principal del Metropolitan de Nueva York. Un día, el padre, quien se había hecho cargo de su madre desde los siete años, cuando ella quedó viuda, audicionó y Pierson se la quiso llevar a Nueva York.
“Estoy casado y mi esposa debe ir conmigo”, dijo el papá, y el maestro aceptó, aunque condicionó el viaje de ella a que hiciera la limpieza, cocinara y lavara ropa y trastos allá. “Pero también debe ir mi mamá, a quien yo cuido”, añadió el talentoso músico, quien por respuesta recibió la disyuntiva de escoger entre su carrera, o cuidar a su propia madre.
“No hay nada que escoger, me quedo con mi madre”, respondió firme Araiza padre. Al paso del tiempo, el entrevistado debutó en el Metropolitan de Nueva York. Sus padres lo acompañaban. Una noche, en una cena de gala, el padre dijo orgulloso a su esposa: “¿Ya ves?, así te quería traer yo a Nueva York, no como sirvienta”.
Ese honor tocó a Francisco. Por esa razón, considera que su carrera es una justicia cósmica al sacrificio que hizo su padre en aquel entonces al dejar de lado la enorme oportunidad para mostrar preparación, por cuidar a su su madre. Esa noche en Nueva York, la mamá del entrevistado obsequió la más tierna de sus miradas a su hijo, quien primero estudió Administración de Empresas en la UNAM.
sc