Inaugurar un espacio cultural en medio de la pandemia no es una empresa fácil. Sin embargo, pese a la carrera a contrarreloj y los obstáculos, en el plazo de un año lograron la inauguración, el pasado 26 de abril, del Museo de los Diablos Rojos del México, dentro del Estadio Alfredo Harp Helú.
¿Por qué hablar aquí del llamado deporte de la pelota caliente? Porque más allá de atraer a aficionados del beisbol y del equipo, al poner en exhibición su archivo histórico, el Museo de los Diablos Rojos del México también se ha convertido en un nuevo espacio artístico: cuenta con dos salas temporales dedicadas al arte. Una de ellas alberga una colección de otro tema que también abordó el artista oaxaqueño Francisco Toledo (Juchitán de Zaragoza, 1940-Oaxaca de Juárez, 2019): su amor por el beisbol.
La exposición Francisco Toledo. Sobre beisbol tiene alrededor de 60 obras de arte realizadas por Toledo, divididas en bocetos, grabados, objetos intervenidos, sus característicos papalotes, obras en óleo, gouache y tinta, entre ellas destaca un dibujo inédito que ilustra un juego de beisbol, y que fue una de sus últimas obras. Además hay una serie de fotografías de Graciela Iturbide con Toledo vestido como cátcher, jugando ante algunas avestruces. “Estas piezas en específico sobre beisbol son poco conocidas porque no hizo mucho del tema y son piezas muy especiales que hizo por la amistad que tuvo con la familia Harp Grañén (dueños de los Diablos Rojos)”, explica Jorge Contreras, uno de los curadores de la muestra.
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Dice que el beisbol fue un tema que Toledo trabajó en momentos especiales, “no se trata de un tema que el maestro haya mantenido a lo largo de su carrera”. Algunas de las obras con temática del deporte las hizo para los aniversarios 75 de la Liga mexicana de beisbol o por los 80 años de los Diablos Rojos.
A propósito de los retratos de Toledo hechos por Iturbide, Contreras destaca que las fotografías dejan ver el optimismo que sentía el artista hacia este deporte. “Yo creo que el maestro entendía que el beisbol podría ser una metáfora de la vida, porque en el deporte hay el deseo de ganar, la integridad, la pasión, pero también hay fracaso. Hay triunfo, riesgos, tristeza, alegría y todas las emociones. En su obra hay un mensaje de vida, de que es posible disfrutar el juego”.
La obra inédita de Toledo está al centro de la sala. Es el último trabajo relacionado con beisbol que el artista hizo antes de morir. Está dibujada con pastel, un poco de tinta y gouache, sobre varias capas de un papel muy delicado, por lo que al recibirla, la enviaron a Oaxaca para ser restaurada, y llegó un par de semanas antes de la inauguración del museo. El dibujo fue creado para la familia Harp Grañén.
Talento oaxaqueño
En la entrada del Museo de Diablos Rojos del México, los asistentes encuentran las esculturas El extraterrestre y El insecto, de Leonora Carrington, una alusión a la forma del diablo, explica el director del estadio, Francisco Ramos Peña Roja. También se puede ver la instalación de Sabino Guisu (Juchitán, 1986), titulada Guardianes del Museo, que son dos samuráis ataviados con el equipo de un cátcher y con bates intervenidos como armas de guerra.
En la segunda sala temporal, la exposición El mejor campo de pelota para vivir, muestra un conjunto de esculturas en barro de jugadores de beisbol, creadas por el artista Víctor Vásquez, comisionadas por la Fundación Harp Helú. “No les puso colores estridentes porque quiso conservar el quemado natural. Como las esculturas son muy grandes, no pudo quemarlas dentro de un horno convencional, por lo que tuvo que hacerlo en un horno a la intemperie. Por eso en algunas partes las piezas tienen manchas negras, porque hubo quemaduras de más”, dice Contreras sobre el proceso creativo.
El escultor Adán Paredes exhibe esculturas con pelotas de beisbol colgadas en el aire y un conjunto de bates. “La obra de las pelotas recuerda a una idea planteada en un libro de Alfredo Harp Helú: que cada experiencia de vida puede verse como un juego de pelota”, agrega el curador.
Sobre la selección de artistas y el título de la exposición de esta sala temporal, el curador explica que para Alfredo Harp Helú, Oaxaca es “el mejor campo de pelota para vivir” y ha estrechado relaciones con muchos artistas. “(Montar) estas dos exposiciones temporales fue voltear a ver qué hay en Oaxaca”.
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Al rescate de su historia
El Museo de los Diablos Rojos del México quiere contar la historia del beisbol en México y la del equipo. Entre las 14 salas del recinto hay una recreación de los vestidores; en colaboración con el Museo de la Filatelia de Oaxaca (también propiedad de la familia Harp Grañén) crearon casi 500 pelotas de beisbol hechas con sellos postales; hay memorabilia de cómo se solían narrar los juegos; hay incluso una sala dedicada a los uniformes que ha tenido el equipo, entre ellos se encuentra un diseño hecho por Dr. Lakra, hijo de Toledo.
En la planeación del museo, los organizadores liderados por Santiago Harp y con la guía de la historiadora de arte María Isabel Grañén, determinaron rescatar el archivo histórico de los Diablos Rojos. “Los jugadores no suelen guardar nada y ahora queremos recuperarlo”, dice el cronista de los Diablos, Agustín Castillo, y director del Museo.
"Estas piezas en específico sobre beisbol son poco conocidas porque no hizo mucho del tema; las hizo por su amistad con la familia Harp Grañén (dueña de los Diablos Rojos)”
Jorge Contreras
Curador de la muestra
Entre los objetos perdidos de los Diablos están sus trofeos de campeonato. Para llenar el vacío, en la sala de exhibición seleccionaron a un grupo de artistas a los que comisionaron crear una escultura para representar cada campeonato ganado. Así reunieron a Sergio Hernández, José Ángel Santiago, Demián Flores, Adán Paredes, Victoria Villasana, Amador Montes, Hola Lou, Isauro Huizar, David Troice y Jaime Ruiz Martínez, a partir de la propuesta de la curadora Mariana Zardain, quien dice: “se querían diferentes generaciones de artistas, desde los grandes como Amador Montes, pero también dar espacio a promesas del arte. Quise que todas las técnicas fueran muy diferentes e insistí en que se incluyeran a artistas mujeres”.
Muros de arte
El Estadio Alfredo Harp Helú no limitó la expresión artística al interior del museo. Al exterior hay una “macroescultura” de Francisco Toledo: la reja perimetral de 75 metros con grabados sobre acero con un terminado oxidado muy al tono escarlata de los Diablos Rojos. La reja fue otro de los últimos trabajos del artista oaxaqueño. Las maquetas y bocetos de la obra forman parte de la muestra de Toledo.
Camino a las butacas del tercer piso, entre botanas y cervezas, hay seis murales distribuidos a lo largo de los pasillos, pintados por artistas oaxaqueños: Demián Flores, Amador Montes y Sergio Hernández.
En la planta baja están los murales en barro bruñido Vivir y morir jugando beisbol, de José Luis García, con los emblemáticos jugadores de los Diablos. Al pie de la obra, un esquema indica los nombres de los jugadores y la habilidad en la que destacaron.
Y como es tradición en este deporte, es casi un requisito que a la entrada del estadio se encuentre la estatua de algún jugador leyenda para ser tocada por el público en señal de buena suerte. El Estadio Alfredo Harp Helú dio su propio toque a esta tradición colocando un “muñeco” —como se dice en la jerga beisbolera— que representa al diablo vestido de cátcher. Esa estatua de bronce también fue creada por Sergio Hernández.
Las exposiciones temporales Francisco Toledo. Sobre beisbol y El mejor campo de pelota para vivir estarán abiertas al público hasta el final de la temporada, en agosto próximo. El museo abre de martes a domingo de 11 a 19 horas, y los días de partido sus puertas se abren a la una.
60 obras realizadas por Toledo conforman la exposición Francisco Toledo. Sobre beisbol
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Un “muñeco” (el diablo vestido de cátcher), de Sergio Hernández, da la bienvenida al estadio.
jgt