Más Información

Asesor del ministro Hugo Aguilar renuncia por señalamientos de presunta corrupción; anuncia acciones legales por difamación

Sheinbaum anuncia documental a un año de su presidencia; abordará reflexiones sobre México y su gobierno

Cónsul de Colombia en México pide a FGR atraer el caso; "se requieren respuestas investigativas a la altura del crimen", dice
Con un aullido de chimpancé, muy armonioso, Jane Goodall arrancó el pasado 26 de septiembre lo que sería su última conferencia magistral, que tuvo lugar en la Ciudad de México. Ayer, por la mañana, la primatóloga falleció de causas naturales en California, Estados Unidos, donde se encontraba para continuar su gira.
“Los descubrimientos de la Dra. Goodall como etóloga revolucionaron la ciencia y fue una activista incansable por la protección y restauración del mundo natural”, declaró el Instituto Jane Goodall en sus redes sociales, al anunciar su fallecimiento.
Ese viernes, antes de hablar con estudiantes de la Universidad de la Libertad, la científica atendió a periodistas en grupo, se decidió hacer una pequeña rueda de prensa y no entrevistas individuales por su “avanzada edad”, explicaron los organizadores. Sin embargo, Goodall, quien tenía 91 años, llegó con energía y sostuvo sin contratiempos la charla con la prensa por más de 30 minutos y todavía posó junto a admiradores suyos —la pasión de los jóvenes era lo que la motivaba—. Con disposición, atendió las preguntas de los reporteros; habló desde lo que considera su mayor legado hasta su experiencia como asesora para la primera película de El planeta de los simios (recordó con gusto la forma en que lograron que el comportamiento de los simios fuera real).
“Dos cosas serán mi legado. Primero que nada, haber hecho entender a la gente que los animales tienen sentimientos, emociones e inteligencia. La segunda será mi programa Roots & Shoots, que inspira a los jóvenes en temas ambientales para que cambien sus comunidades y tengan un impacto positivo en el mundo”, declaró.
Jane Goodall, nació en Londres, Inglaterra, en 1934 y se ganó la reputación de ser “la mejor amiga” de los chimpancés. Fue pionera en el estudio de estos animales en estado salvaje en una época en la que ese campo era exclusivo para los hombres. Su investigación de largo aliento en el Parque Nacional Gombe (Tanzania) marcó un antes y después porque descubrió conductas y habilidades de los chimpancés que entonces no eran conocidas, desde el uso de herramientas y consumo de plantas para sanar, hasta la expresión de sentimientos como amor y enojo. “Desafortunadamente los chimpancés, como nosotros, tienen su lado oscuro: pueden matar, tienen una especie de guerra primitiva”, dijo el pasado viernes, cuando este diario le preguntó qué debería de aprender el humano de los chimpancés sobre vivir en comunidad. “Pero, como nosotros, también un lado amoroso y altruista”, añadió.
La científica inglesa comenzó su carrera de investigadora sin haber ido a la universidad, pero, como reconoció frente a estudiantes mexicanos, pudo llegar lejos gracias a las personas y animales que alimentaron su curiosidad: su madre, a quien dio todo el crédito de su carrera; su perro Rusty, primer animal en el que observó la presencia de sentimientos; Louis Leakey, paleontólogo y arqueólogo que conoció en Kenia y la impulsó para dedicarse a la investigación, y David Greybeard, el chimpancé canoso de Gombe que fue el primero en depositar su confianza en Goodall y el primero que la científica vio usar herramientas.
Entre los 60 y 70, Goodall estudió ciencias naturales y etología en la Universidad de Cambridge, escribió más de 20 libros y fue reconocida con la Orden del Imperio británico, el Princesa de Asturias y el Premio Tyler por logros medioambientales y la la medalla Stephen Hawking, entre otros. Su fama la llevó a ganarse un lugar en el imaginario popular, donde fue representada en un capítulo de Los Simpson y hasta en una Barbie. Goodall continuó trabajando hasta los últimos días de su vida como Mensajera de la Paz, que le asignó la ONU.