El Diccionario de uso del español, de María Moliner, está en la casa de todos quienes se dedican al lenguaje y a la escritura, pero pocos saben quién fue María Moliner y cómo emprendió y concluyó un proyecto ambiciosísimo, incluso, temerario, de hacer, ella sola, un diccionario en un tiempo donde las mujeres sorteaban la imposición masculina.
En Hasta que empieza a brillar (Alfaguara), el escritor hispano argentino, Andrés Neuman desentraña la fascinante vida de María Moliner, lo hizo desde su formación de filólogo y su pasión por la vida de esta lexicógrafa y filóloga española que, con audacia y sentido común, con temeridad y pulsión idealista y quijotesca, creó una obra única.
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¿Qué te fascinó de Moliner?
Desde que era estudiante de filología tenía la sensación de que era un diccionario con una marca personal muy fuerte y muy raro, por un lado, tenía una gran vocación política y era capaz de representar con mayor amplitud y generosidad a la comunidad de hablantes de nuestra lengua, pero que por otro lado era un diccionario con una gran personalidad propia y que de algún modo revelaba el temperamento de su de su creadora. Es el diccionario escrito por una mujer moderna en pleno siglo XX que, aunque estaba viviendo en mitad de una dictadura, pertenece a una de las primeras generaciones de la historia, de mujeres que trabajaron, tuvieron su sueldo propio, que fueron a la universidad y en el caso de María Moliner fue la primera mujer en ejercer la docencia en la Universidad de Murcia. Fue una de las primeras mujeres en concursar en la administración pública y tener cargos públicos de responsabilidad. Antes del diccionario elaboró un plan bibliotecario para toda la España republicana.
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¿Fue fuerte y aguerrida?
Tuvo una vida intelectual, laboral y académica muy intensa, sumado a su experiencia familiar, a sus vivencias como madre y más tarde como abuela, todo eso sentía que estaba en el diccionario. Al estudiar su vida me quedé absolutamente deslumbrado de hasta qué punto tuvo una biografía llena de peripecias, de adversidades, de pérdidas, de luchas, de luces y sombras, y hasta qué punto su vida abarca buena parte del siglo XX y es muy representativa de una generación muy valiosa. María Moliner, aunque consideró con su familia exiliarse, decide quedarse, pasa a formar parte de lo que se denomina “el exilio interior”.
Cuando empecé a sentir que era una biografía verdaderamente propia, digna de una novela, volví a leer su diccionario, pero esta vez ya de manera más sistemática y más fluida y confirmé absolutamente la sensación de que se trataba de un diccionario autobiográfico y confirmé que ella inventó buena parte de los ejemplos de uso de su diccionario. No son citas célebres, son ejemplos inventados. Ella, aparte de como una lexicógrafa genial, la más importante de todos los tiempos, procedió como una escritora, una poeta que recurre a su memoria personal y a sus vivencias biográficas e históricas al usar libremente la lengua.
¿Las virtudes del Diccionario son muchas?
Es un diccionario escrito por una persona en una época de su vida con plena conciencia de la situación histórica de su tiempo. Por razones de género está en un lugar más periférico con respecto al poder de la época, pero también está en una periferia de clase, porque no procede de una familia de alcurnia ni con dinero; encabezó misiones de alfabetización y labor bibliotecaria. Se puede decir que lo que Lorca hizo con el teatro en La Barraca para llevar teatro a todos los pequeños pueblos del país, María Moliner lo hacía con las bibliotecas. Es una figura irrepetible.
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¿Por eso señalas que el diccionario es su obra literaria?
Para mí el diccionario de María Moliner no es solamente una fuente de consulta lexicográfica, sino que es una obra de arte, es una obra literaria que no solo está metido en las reglas de la lexicografía, sino que es una oda, un canto a las facultades de cada hablante para apropiarse su lengua, usarla con libertad y compartirla con su prójimo.
Y esto para mí la convierte en una escritora y una poeta secreta, porque si pensamos en que su diccionario, que le llevó casi dos décadas, que la hizo acumular casi medio millón de fichas en su casa que ella ordenó sin extraviarlas porque era una archivera profesional, está compuesto de cientos de miles de ejemplos de uso inventados por ella y para hacerlo necesariamente tienes que actuar como una escritora. Ella no se limita a citar frases de la tradición literaria o extractar obras ajenas, ella crea lengua. A mí me fascinaba insistir en este aspecto a veces omitido del diccionario y poner a María Moliner no solamente en la historia de la lengua, sino en la historia de la creatividad lingüística.
¿Te sedujo su gran visión?
Tenía un gran sentido de la justicia aplicada a la democratización del conocimiento, a la divulgación de la cultura. Son principios que aplicó como docente y como bibliotecaria, fundó y cuidó un centenar y pico de bibliotecas rurales, y aplicó el mismo principio como lexicógrafa. Estaba interesada en la justeza y la justicia; es decir, en la precisión y en la generosidad. Hay un olvido parcial de su figura. Su diccionario ha pasado a la posteridad, pero el resto de su legado no. Y yo tengo claro que su ejemplo como ciudadana y hablante de nuestra lengua y como persona comprometida con la cultura resulta sumamente útil, saludable y necesaria en el tiempo que vivimos.