“Esta es una restauración apresurada, sin cientificidad”, dice arquitecto y especialista en restauración de monumentos históricos, al analizar el exterior de lo que hoy es el abandonado Centro Nacional de Culturas de la Salud y Bienestar (Lieja 7), que hace 100 años había iniciado su construcción como sede de Salubridad e Higiene, bajo el diseño del arquitecto Carlos Obregón Santacilia, autor también del Monumento a la Revolución.

El edificio, que el sexenio pasado dejó de ser la sede de la Secretaría de Salud, fue sometido a restauración desde 2022 para adaptarse a este nuevo centro cultural que, aunque se inauguró en 2024, sigue cerrado al público. El proyecto es controvertido, no queda claro cuánto le costó al erario, pero la cifra oscila entre 282 mdp y 359 mdp.

Para Alcántara, expresidente de ICOMOS México (organización asociada a la UNESCO que vela por el patrimonio), la millonaria cifra no se refleja en la restauración que se observa al menos en el exterior del inmueble. De acuerdo con Conahcyt, dependencia que bajo la dirección de María Elena Álvarez-Buylla se encargó de la obra, también se hicieron trabajos en la estructura, afectada por los sismos, y al interior, pero las autoridades han negado a este diario el ingreso.

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Abandonado, así luce el Centro Nacional de Culturas de la Salud Kalan (Lieja 7); incluso hay plantas en los escalones. FOTOS: CARLOS MEJÍA. EL UNIVERSAL
Abandonado, así luce el Centro Nacional de Culturas de la Salud Kalan (Lieja 7); incluso hay plantas en los escalones. FOTOS: CARLOS MEJÍA. EL UNIVERSAL

“Desde el punto de vista de proyecto es un fracaso, desde el punto de vista de la ejecución de la obra es un rotundo fracaso, totalmente, se perdió una oportunidad única”, dice el experto, quien llega a esta conclusión luego de hacer un recorrido perimetral, donde identifica trabajos mal hechos tanto en la fachada del edificio, como en sus jardines.

Hablar sobre la calidad de la restauración no solo es importante por el millonario costo, sino también porque el edificio es un símbolo del art déco relevante, por albergar los primeros símbolos de la modernidad en la ciudad —como los puentes de cobre o entrar por la esquina de una calle— y ser de los primeros ejemplos de integración plástica al contar con murales y vitrales de Diego Rivera, esculturas y bajorrelieves de Manuel Centurión y lámparas de William Spratling, explica Louise Noelle, investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

El valor de este edificio lo llevó a ser declarado Monumento artístico por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).

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El edificio

Los malos trabajos son perceptibles a simple vista para un ojo especialista como el de Alcántara, pero que también puede identificar un inexperto, pues el mayor delator es el estado de la cantera, que no luce uniforme o limpia, sino que tiene marcas oscuras o blancas y manchas de un color distinto por doquier. Las más oscuras y blancuzcas son marcas que ha dejado la humedad. “Toda la cantera, vemos que no tiene tratamiento alguno definitivamente”, señala el arquitecto. La humedad, que desciende desde las cornisas o la que asciende por el suelo, ha llegado a manchar los rostros de esculturas de Centurión que decoran las paredes del edificio.

Al preguntarle si esas marcas de humedad son resultado del año que ha estado sin funcionar, Alcántara lo niega y explica que estas se deben a que no se erradicó la humedad de raíz. Incluso señala que la situación está ocasionando que crezcan plantas entre las piedras: “No tendría que ser, después va a haber raíces”.

“Le hubiera puesto luxan o algún elemento de protección para evitar las humedades descendientes. Ya está carcomida también la piedra. No es una intervención de no sé cuántos millones”.

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Los estragos que ha causado la humedad también son visibles en la parte trasera del edificio, con marcas de escurrimiento en la torre y caída de pintura en los muros.

La piedra de cantera también ha sufrido desprendimientos que han sido solucionados de forma improvisada con resanes de cemento, en vez de rellenar con fragmentos de la misma piedra o una técnica similar. Este método, dice el experto, delata el trabajo apresurado.

El cemento también se hace presente en las juntas del rodapié del edificio, hecho con piedra volcánica. El contraste entre la piedra oscura y las líneas claras del cemento es un error, explica el experto en restauración, pues en el diseño original las juntas pasaban desapercibidas y el protagonismo de las actuales líneas rectas van en contra de las líneas fluidas y flexibles que caracterizan al edificio art déco. “Dañan las visuales”, comenta.

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El jardín

Los jardines de Kalan también son un tema de conversación. Alcántara, quien se encargó de la restauración del jardín del Castillo de Chapultepec, señala que el de este edificio era histórico, de estilo art déco y que fue destruido: se sustituyó por una “ensalada” de especies que no combinan entre sí porque algunas son de desierto y otras requieren mucha agua, plantadas en cascajo compactado, lo que afecta las visuales originales del edificio.

“Quien hizo el jardín no entendió el sentido de un jardín art déco de un artista como Obregón Santacilia (…) Es un jardín vulgar, no tiene cientificidad ni cultura en lo absoluto. Yo creo que la presión política fue de tal magnitud que esto se hace porque se hace”, comenta Alcántara.

Pero más allá de lo estético, el experto señala que las ocurrencias también cobran vida, en este caso la de árboles y plantas que ahora están enfermos y muertos. Alcántara explica que se debió realizar un análisis fitosanitario del jardín antes de realizar uno nuevo y asegura que no habría implicado un mayor gasto, implicaba “simplemente tener sensibilidad sobre la naturaleza y la correlación de los jardines con el edificio”.

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“No hubo una profesionalidad aquí ni siquiera para comprender el palimpsesto de un edificio art déco (…). Cada vez que salvamos un jardín dentro de un patrimonio artístico como este, nos estamos acercándo nuevamente a la naturaleza”, comenta Alcántara, quien considera que el desdén a los jardínes históricos se debe a que el humano no valora la naturaleza.

Se ha solicitado en múltiples ocasiones entrevista con autoridades de Secretaría de Salud y Ciencia para abordar la situación de Kalan, pero hasta el cierre de edición no hubo respuesta.

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