A la par de analizar desde el arte, la cultura y la ciencia la República de Weimar, esa Alemania de entreguerras que se alzó como la esperanza de una democracia entre los años 20 y 30 del siglo XXI, y decayó en el arquetipo de los proyectos democráticos fallidos, Jacobo Dayán, quien es especialista en derecho penal internacional, justicia trasnacional y derechos humanos, analiza la situación mexicana, que como la alemana del siglo pasado, tuvo un trágico final debido al totalitarismo, la violencia, la intolerancia, la polarización, el sectarismo y la radicalización ideológica.
Aún con un gran florecimiento de la cultura y las artes, con creadores y pensadores como Sigmund Freud, Albert Einstein, Bertolt Brecht, Thomas Mann, Fritz Lang, Schöenberg y la Bauhaus, entre otros, todos ellos con un activismo muy importante que alertaban sobre el ascenso del nacismo y Hitler, esa Alemania cayó y permite ser un espejo para el México y el mundo actual, asegura en entrevista Jacobo Dayán, a propósito de su libro República de Weimar. La muerte de una democracia vista desde el arte y el pensamiento, publicado por Taurus.
El también director del Centro Cultural Universitario Tlatelolco afirma que la intención de este ensayo es hacer una reflexión y ponernos frente a un espejo, “evidentemente no estamos condenados a repetir lo mismo, y no es lo mismo la República de Weimar que la crisis democrática en los Estados Unidos, en México o en cualquier otro país, pero sí es importante echar una mirada porque hay elementos en común muy preocupantes como lo decía el secretario general de la ONU, António Guterres.
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¿Vivimos hoy los peores males de la República de Weimar?
Tenemos una sociedad polarizada, una clase política intolerante a la crítica, intolerante a la diferencia, vemos violencia de género, violencia política, crimen organizado, gobiernos que se recargan cada vez de manera más importante en el Ejército, la impunidad como norma, los congresos legislativos en el mundo casi convertidos en agencia de los ejecutivos; todos estos elementos ocurrían en Weimar, entonces creo que vale la pena echar una mirada y sobre todo una mirada mucho más cultural, desde algunas películas como El gabinete del doctor Caligari, Nosferatu, Metrópolis o la ópera de Bertolt Brecht.
Creo que es momento de voltear a ver ahí, ahora incluso que se anuncia que este año será el año con más elecciones en el planeta, nunca había habido tantas personas viviendo bajo regímenes democráticos, pero nunca la democracia había estado en tanto riesgo como ahora. Sí, yo comparto la visión del secretario general de la ONU de que vivimos tiempos, que empiezan a parecerse de manera muy preocupante, a la Alemania de hace 100 años. Esto no quiere decir que vamos a repetir la historia y que van a surgir totalitarismos tan oscuros como el nazismo.
¿Pero hay alertas, gobernantes, sean de derecha o de izquierda, que quieren mantener el poder?
En el México de hoy estamos viviendo absolutamente todo, como al pie de la letra: la violencia, la violencia de género, la polarización, las desigualdades, la preponderancia de los militares, la impunidad. Algunas cosas no, porque evidentemente no es una copia. Por ejemplo, lo que acaba detonando el ascenso del nazismo, es una brutal crisis económica. En este período muy corto, de 14 años, Alemania vive dos brutales crisis económicas, eso no lo tenemos, pero no tiene que repetirse la historia de la misma manera, simplemente ahí hay elementos que deberían llamarnos la atención.
¿Cómo vernos en ese espejo, hoy que sentimos que el futuro puede ser peor?
Ese era el sentimiento de Weimar, había un sentimiento de angustia permanente y de inevitabilidad de la tragedia, y eso está plasmado en las obras artísticas. Y eso hace que hoy, en muchos países del mundo, las propuestas políticas de mano dura tengan éxito, es decir, una sociedad angustiada y preocupada quiere que alguien venga a resolverlo. Habría que ver cuáles son las propuestas que hacen políticos contemporáneos como Donald Trump, que una de esas regresa a la presidencia, o Javier Milei en Argentina o Netanyahu, en Israel, o Erdogan, u Orbán, y desde la izquierda tienes a Daniel Ortega, tienes a Maduro y luego Andrés Manuel López Obrador. No estoy diciendo que sea lo mismo, pero hay una visión de reconcentrar el poder y minar la democracia. Los resultados en la historia ahí están.
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¿Lo que vemos no es bueno?
No, y otra cosa ocurrió entonces y ocurre hoy, es que el Estado está en crisis, pero también lo multilateral está en crisis. Entonces se venía saliendo de la Primera Guerra Mundial y crean la Liga de las Naciones pretendiendo que con eso se iba a solucionar el problema de la paz y seguridad internacional, pero la Liga acabó fracasando 10 minutos después; hoy, el sistema multilateral también está en crisis, la ONU no está resolviendo los grandes problemas que tiene la humanidad, ni la violencia, ni el cambio climático, ni la migración, ni la desigualdad. Entonces, si el Estado está en crisis y lo multilateral está en crisis, ¿qué queda?
¿Y qué queda, Jacobo? ¿Se requiere una transformación social y política para reemprender el camino?
En el libro lo relato, hubo muchas voces, de muchos sectores sociales e incluso políticos, que llamaban al diálogo, que llamaban a retomar el camino de la convivencia pacífica. Yo creo que evidentemente siempre hay tiempo de retomar, no soy muy optimista de que seamos capaces de hacerlo, pero hay voces levantadas en todo el planeta haciendo llamados por la cordura, por el diálogo, por el cambio, por el fortalecimiento institucional, y lo hay en México, la pregunta es si seremos capaces de generar una masa crítica social en local y en lo global.
El tema del cambio climático me horroriza, venimos oyendo esto por décadas y cada vez que se toman decisiones, parece que son insuficientes y tardías, parece que si no hay una articulación social muy amplia nada cambiará. Igual el debilitamiento del Estado, y las distintas instituciones sociales, más allá de los partidos políticos, también tienen responsabilidad, los medios tienen una responsabilidad, y la ciudadanía, evidentemente. El único foco de esperanza que yo podría encontrar, o la pequeña luz de esperanza es un despertar social que hoy veo de manera muy pequeña. Hay algunos movimientos, a mí me genera mucha esperanza el movimiento feminista a nivel global, por ejemplo, creo que ahí hay una movilización importante; los pueblos indígenas en México organizados, el Congreso Nacional Indígena, el Ejército Zapatista, que llaman la atención de cosas que queremos no ver: la devastación de tierra y territorio, el daño ecológico y evidentemente la violencia de la que son víctimas.
¿Pero tenemos una violencia brutal y el crimen organizado tomando todo?
Y al igual que en Alemania en esos años, aquí estamos entrando a un proceso electoral, pretendiendo que más o menos hay una vida democrática, ¿de qué vida democrática podemos hablar cuando el territorio está controlado por grupos criminales, como también estuvo Alemania en esos años?, ¿cuál democracia cuando hay 4 mil fosas clandestinas, más de 100 mil desaparecidos, los feminicidios a tope, la violencia política, los asesinatos, que también hubo en Alemania?
¿Cómo ves a los tres precandidatos presidenciales?
Tampoco soy muy optimista, creo que será una elección polarizada, con mucha descalificación y poca propuesta. Yo esperaría que, por ejemplo, en temas de seguridad e impunidad, las candidatas y el candidato tuvieran la altura suficiente como para decir 'a ver, tenemos visiones muy distintas de cómo se debe manejar la economía, cómo debe de ser la educación, pero sabemos que el modelo de seguridad que tenemos es fallido’, que eso ya lo implementó el PAN, el PRI y Morena, y este camino no funciona. La impunidad absoluta no funciona. En este país no ha habido justicia en 200 años de existencia.
Si me preguntas, qué esperaría, y no creo que ocurra, es que las candidatas y el candidato o los partidos que los están proponiendo, pudieran sentarse y encontrar una solución de Estado a los tres grandes problemas de México. La violencia no se va a resolver en un gobierno, ni como Fox que dijo que resolvería Chiapas en 15 minutos, ni como Andrés Manuel que dijo que iba a acabar con la violencia en tres meses. La violencia que estamos viviendo, la penetración de grupos armados es de tal tamaño y su vínculo con grupos económicos y políticos es de tal magnitud, que requerimos una solución sostenida a mediano y largo plazo.
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Lo mismo ocurre con la impunidad, no se va a acabar de un día para otro como Andrés Manuel dijo. Es algo mucho más complicado que echarle ganas y que decir “yo doy el ejemplo y como yo no robo, nadie va a robar”.
¿Lo único que nos salvará es una solución de Estado?
Es que en temas como impunidad, búsqueda de desaparecidos y seguridad requeriríamos un acuerdo de Estado, donde se sienten a la mesa los partidos políticos y se llame a las personas expertas en esos temas a ponerse de acuerdo en una política de Estado, que no pase después a la rebatinga política en el Congreso y que si la Suprema Corte y que si el partido y que el gobernador fulano o la gobernadora no quiere, porque entonces seguimos pensando que esto es un asunto de gobierno, y esto es un asunto de Estado. Eso es lo que yo esperaría, no creo que ocurra.