Frida Kahlo no sólo ha cautivado en el campo de la historia y las artes plásticas, sino también en el científico. A 70 años de la muerte de la artista mexicana, la neuróloga Hatice Kumru, junto a un grupo de investigadores, diagnosticaron que Kahlo habría padecido el síndrome cauda equina o, como es popularmente conocido, Síndrome de la Cola de Caballo (SCC), lo que explicaría el dolor crónico con el que la pintora lidió toda su vida.
El malestar físico en la vida de Kahlo se remonta a su infancia, cuando a los seis años fue diagnosticada con poliomielitis, lo que causó que su pierna derecha fuera más corta que la izquierda. Sin embargo, lo que marcó su vida fue un accidente de autobús en 1925.
“Anoche, a las diez y nueve horas, en la esquina que forman las calles de Cuauhtemotzín y Calzada de San Antonio Abad, se registró un formidable choque entre el motor número 829 de la línea de Tlalpan. Las personas que resultaron con lesiones en este accidente son las siguientes: Señorita Frida Kahlo, que pertenece a una distinguida familia de la municipalidad de Coyoacán, que presenta contusión profunda de las vísceras abdominales; probable fractura de la pelvis, y fractura del pie derecho. (…) En el hospital de la Cruz Roja se nos dijo que las heridas que recibieron las señoritas Kahlo y Mejía, son de aquellas que necesariamente causan la muerte”. Así fue como EL UNIVERSAL reportó el accidente de Kahlo el 18 de septiembre de 1925.
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Desde entonces el dolor siempre estuvo presente en la vida de la mexicana, quien entre 1946 y 1950 se sometió a ocho operaciones. Ese malestar que la atosigó, la artista lo expresó de forma escrita y visual, como en la famosa pintura La columna rota, de 1944, o en sus cartas, como por ejemplo una que Frida Kahlo envió el 24 de julio de 1944 a su doctor Leo Eloesser: “Ahora te estoy escribiendo desde la cama porque sigo ‘fregada’ de la espina, Cada día estoy peor”. El documento se exhibe actualmente en la exposición Kahlo sin fronteras, en la Casa Estudio Diego Rivera.
Investigación científica
El interés por el arte de Frida Kahlo, fue lo que llevó a Kumru a querer estudiar más sobre las lesiones de la pintora.
Fue hace cinco años, antes de la pandemia, cuando la especialista del Institut Guttmann en Barcelona buscando una imagen para una presentación que trataría sobre lesión medular, eligió el cuadro de La columna rota por contener signos de dolor neuropático.
“Por eso especialmente empecé a buscar más historias, a ver dónde había problemas, qué sufrió. Tomando información de diferentes partes, de literatura, de sus libros escritos, fue formándose la idea de que ella podía tener Cola de Caballo”, asegura Kumru en entrevista con EL UNIVERSAL.
La especialista en neurofisiología explica que al final de la médula hay una parte que son una especie de “raíces” donde los nervios se separan y tienen forma de cola de caballo. “Esta parte en principio es la zona lumbar y donde tuvo fractura Frida. Tardó el diagnóstico y después la operaron, le hicieron la artrodesis —cirugía que une de forma permanente dos huesos en la columna vertebral. Después de este tiempo, Frida empieza a quejarse siempre: ‘mi ciática, mi ciática’”, cuenta Hatice Kumru.
La neuróloga explica que, años después de esa intervención quirúrgica, un doctor de Kahlo estableció que la artista había perdido sensibilidad en esa región. Por su parte, la pintora registró la pérdida de sensibilidad en la zona genital. Kumru asegura que el polio no causa alteración de sensibilidad, por lo que todo apunta a que sí padecía el Síndrome Cola de caballo. La experta señala que este síndrome causa un dolor muy fuerte que es resistente al tratamiento.
“En el tiempo de Frida no puedo imaginar cómo sufrió, porque casi no había ni medicación ni tratamiento. Y después este dolor, si no se trata, se va generalizando; es decir, que en un punto, si no lo tratas, te duele todo. Es un cuadro bastante doloroso y difícil de controlar”, dice la autora del estudio.
Para esta investigación, que fue publicada en la revista científica "Journal of Neurology", los científicos recurrieron a los escritos de Kahlo en su diario, que están reunidos en el libro El diario de Frida Kahlo: un íntimo retrato, así como en los libros Frida: a biography of Frida Kahlo. Harper and Row, de Hayden Herrera, en Frida Kahlo, una vida abierta, de Raquel Tibol, y en Frida Kahlo, 1907–1954: Pain and Passion, de Andrea Kettenmann. También consultaron estudios científicos que se han realizado en el pasado sobre la artista, como “Frida Kahlo’s neurological deficits and her art”, del neurólogo lituano Valmanta Budrys, y en “Peg Leg Frieda. International review of neurobiology. The neurobiology of painting”, del neurólogo Espen Dietrichs, de la Universidad de Oslo.
“Tardamos cuatro o cinco años. Tomamos cada detalle y los juntamos como un rompecabezas y después nos dirigió hacia este cuadro, este síndrome”, afirma Kumru, quien explica por qué para la época de Frida Kahlo no se había nombrado este síndrome y aún no había los medicamentos necesarios para tratarse, por lo que era obvio que la artista tendría un tratamiento inadecuado, como el uso de corset.
“Al principio me costó mucho trabajo acostumbrarme, pues es de la chingada aguantar esa clase de aparato”, escribió Kahlo en una carta a Eloesser.
“Hoy se sabe que estos métodos a menudo pueden conducir a una atrofia muscular, empeorar el dolor y causar trastornos de la marcha, lo que probablemente contribuyó a su discapacidad (…). Hay que fijar la médula, haciendo eso, reduces mucho el dolor y después empieza la rehabilitación. Hay que hacer rehabilitación y ya tenemos mucho más medicación”, explica la experta.
Comprobación de la hipótesis
Esta investigación lleva a creer a la doctora que Frida Kahlo no tuvo espina bífida, como se ha asegurado, pues antes del accidente no se quejó de dolor alguno. También considera que la artista pudo tener otros problemas neurológicos, pero Kumru explica que se requiere tener mayor acceso a la información médica de Kahlo para alcanzar un diagnóstico más certero. Sin embargo, señala que no siempre es posible porque son documentos privados y además se requiere analizar el caso con un comité de ética.
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“Me parece que tenía más cosas, pero finalmente tenemos datos limitados y hay que respetar también sus datos, su titularidad y la familia. También podía tener piernas inquietas o dolor de amputado, porque el último año también le amputaron la pierna. Eso también causó un dolor increíble lo que tenía Frida. De esta manera también se entiende más el sufrimiento de ella”, concluye.
Los documentos de la estancia de Frida Kahlo en el hospital American British Cowdray, hoy Centro Médico ABC, precisamente se exhiben, por primera vez al público, en la exposición Kahlo sin fronteras, en la Casa Estudio Diego Rivera.
La exposición, curada por Cristina Kahlo y Javier Roque Vázquez, deja ver detalles como los hospitales en los que se trató Kahlo y los doctores que la atendieron. Por ejemplo se exhibe una factura de su estancia en el hospital, en 1950, donde se detalla que Kahlo pagó $998.50 por su estancia en el nosocomio, así como una carta de Matilde Calderón Kahlo, donde ésta da cuenta del deterioro de la salud de su hermana. También hay fotos de su bata de hospital realizadas por Graciela Iturbide, fotos de la artista en cama y pintando, realizadas por Juan Guzmán y Raúl Anaya, documentos que pertenecen a las colecciones de Fundación Televisa y de Cristina Kahlo.
Esta muestra permanecerá abierta al público hasta este domingo 3 de noviembre.