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A los 47 años, Margo Glantz Shapiro entró a la literatura con el pie izquierdo; ninguna editorial quiso publicar su primera novela: Las mil y una calorías, novela dietética porque su apuesta era por una narrativa fragmentaria. Hoy, a sus 90 años —que celebra mañana—, la narradora, ensayista, crítica literaria y académica es una de las voces contemporáneas más transgresoras y radicales de la literatura hispanoamericana.
Sin embargo, la etiqueta de transgresora no le inquieta, prefiere decir que ha sido coherente, “mantuve esa escritura porque pensé que era la única forma en que yo podía expresarme y no hice concesiones, traté de mantenerme coherente”, afirma a EL UNIVERSAL la autora de El rastro, Las genealogías y Saña, quien es integrante de la Academia Mexicana de la Lengua, profesora emérita de la UNAM, Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances y consejera del Centro de Estudios de Historia de México Carso. Fundación Carlos Slim, que el próximo 31 de enero, le rendirá un homenaje con más de 15 invitados que participan en cuatro mesas.
“Siempre trabajé el fragmento y ese fue uno de los problemas fundamentales para no publicar ficción hasta los 47 años, otro problema era que la mezcla de géneros no era canónica, no contaba yo historias de una manera organizada según el canon, y por eso también era difícil que llegarán y me publicaran; ahora está siendo absolutamente normal que suceda eso pero yo me adelanté en México, claro que ha habido otras personas que lo han hecho, no me siento heroína; el propio Arreola, Alfonso Reyes, Julio Torri, gente que es muy importante, yo me inserto en esa genealogía”.
¿Su mirada sobre el cuerpo se fue modificando con los años?
En Argentina acaba de salir un libro Cuando el texto encuentra un cuerpo, es un libro donde el cuerpo es fundamental y que me ha llevado a ver mi relación con el cuerpo envejecido. Aunque yo escribí textos muy eróticos como Apariciones, también escribí textos donde el problema del cuerpo enfermo, como en “Palabras para una fábula” que está en Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador, obviamente el cuerpo va cambiando y no es la misma relación con el cuerpo joven que con el cuerpo que se está agostando.
Pero usted se ve muy bien...
A veces me cuesta mucho trabajo oír, ya estoy perdiendo facultades; mis ojos necesitan operación de cataratas, necesito usar audífonos, mis pechos están caídos, ya no es el mismo cuerpo, no tengo mucha panza porque he hecho dieta; soy muy ágil, camino muchísimo pero me caigo, digamos ya no soy la misma de cuando tenía 30 años.
Afortunadamente tengo mucha salud, mucha lucidez, y a pesar de que cumplo 90 años todavía puedo pensar que puedo vivir varios años bien, no quisiera vivir como imbécil; tengo probablemente buenos genes y me mantengo bien en lo que cabe, con un poco de sordera, con cataratas, con algún problema de azúcar, pero ¿qué más puedo pedir?
¿Sigue interesándole todo, el mundo, la vida?
Este último mes y medio he estado muy deprimida, probablemente por el hecho de que tengo poco futuro y eso da un poco de tristeza y porque además ahorita no he estado escribiendo y para mí eso es fundamental, hay cosas que son muy importantes y me siguen manteniendo viva: mis hijas, mis nietos que son maravillosos, y mis amigos, aunque ha muerto casi toda mi generación, desgraciadamente se murió Sergio Pitol, un amigo entrañable, se murió Luz del Amo, una amiga a la que le llamaba por teléfono todos los días; me hacen falta esos amigos, pero creo que me debo vanagloriar de que tengo amigos muy jóvenes.
Los 90 años, ¿han abierto un paréntesis a su rutina de vida?
Son 90 años, no quiero homenajes, me abruman, sin embargo acabo teniendo homenajes, me han pedido en muchas partes hacerme homenajes, siento que me he convertido en una joya arqueológica y no me interesa; en ese sentido, con toda proporción guardada admiro enormemente a Toledo, que no acepta calles y homenajes, yo sí acepté algunos pero siento que ya empecé a ser una joya arqueológica.
¿Ha hecho el balance de sus 90 años?
He hecho muchísimas cosas, he sido muy fecunda tanto en la vida académica como en la vida periodística y en la difusión cultural, como en la creación, además he viajado mucho, tengo afortunadamente amigos maravillosos, gente que ha venido especialmente a México para celebrar mi cumpleaños, gente que no ha podido venir pero que está conmigo todo el tiempo a través de Facebook y WhatsApp, tengo amigos en Alemania, Colombia, Argentina, Perú, España e Inglaterra y los frecuento mucho. Me encanta viajar por viajar porque me renueva y porque además tengo la ocasión de ver a gente a la que estimo enormemente. Eso sí me vivifica mucho.
¿Habrá celebraciones íntimas?
Voy a hacer una pequeña reunión en mi casa, muy íntima, hay otra gente que me van a hacer una cena, y luego voy a hacer una reunión un poco más grande con muchos amigos a los que quiero mucho.
Tiene amigos muy jóvenes ganados en las redes sociales.
Los jóvenes en Twitter me siguen mucho, una chica española me va a hacer un documental; es muy gratificante ver que lo uno hace le interesa a los jóvenes. Es lo que más me importa porque envejecemos y muchos nos anquilosamos y creo que el contacto con amigos jóvenes, con alumnos jóvenes y la posibilidad de renovarse y seguir trabajando para no anquilosarse en lo que hago es una de las cosas que me mantienen viva y le dan a uno la idea de futuro aunque yo sé muy bien que mi futuro es muy corto, eso me da mucha depresión, porque quisiera ver a mis nietos crecer.
¿Qué le falta por hacer?
Viajar mucho. Quisiera ir a Vietnam, a Corea, a Islandia, a Paraguay, me gustaría volver a ver a mis amigos, hacer nuevos amigos, más jóvenes; mi más joven amiga, Ana Negri, prepara un libro de ensayos que va a salir en agosto, organizó mis ensayos de una manera muy nueva y fascinante. Otra gente que me parece fascinante es Jazmina Barrera que tiene 30 años, y Gabriela Jáuregui que me ha leído con una inteligencia y una claridad que me emociona profundamente; hay muchos Carla Feasler, Yolanda Segura, Verónica Gerber, Daniel Saldaña, los Rabasa, Monge, Pablo Soler, Luis Felipe Fabre, Brenda Lozano, eso es muy importante para mí.
¿Qué quiere hacer después de las celebraciones?
Me voy a operar de cataratas, voy a conseguir audífonos, tengo un pequeño cancerito en el labio me lo tengo que quitar; en fin, me voy a dedicar un poquito a mi cuerpo viejo para que se renueve un poco; luego tengo varias invitaciones a Londres, Berlín, Madrid, Guatemala, y muchas en México. No sé si pueda acudir a todas.
¿Libros por terminar?
Hay un libro muy largo que iba a parecer en Sexto Piso, con mis editores decidimos que era fallido todavía, que tenía que replantearlo, reescribirlo y hacerlo más ligero, tenía como mil páginas; ahora que tenga un poco más de cabeza, me voy a poner a trabajarlo.