A un año de la muerte de Mario Lavista (1943- 4 de noviembre de 2021), el Colegio Nacional realizará hoy un homenaje al compositor.
Las mesas fueron organizadas principalmente por dos miembros de la institución: el arquitecto y urbanista Felipe Leal y el escritor Juan Villoro, con la curaduría de la compositora Gabriela Ortiz.
El homenaje será a las 18:00, en la sede de la institución (Donceles 104, Centro), con las palabras de bienvenida de Julio Frenk, presidente en turno del Colegio Nacional y su objetivo es —en palabras de Claudia Lavista, coreógrafa, bailarina e hija del compositor— ofrecer un panorama amplio, desde diversos ángulos, de la figura del autor de la ópera “Aura”, basada en la novela homónima de Carlos Fuentes.
Se abordará, por ejemplo, la figura de Lavista como maestro de las compositoras Gabriela Ortiz y Ana Lara, o como colaborador del Colegio Nacional, algo de lo que hablará el lingüista y miembro de la institución, Luis Fernando Lara.
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Pero destaca la visión que su hija, Claudia, ofrecerá de él: “Me pidieron que hablara de las colaboraciones de danza y música que mi papá y yo hicimos. Cuando me puse a escribir el texto me di cuenta de que no quería hablar de eso porque la colaboración con mi papá era la vida cotidiana. No hablábamos de arte, música, danza o poesía sólo al colaborar en un proyecto, sino todo el tiempo”, dice, en entrevista, la coreógrafa.
Quiero hablar desde mi perspectiva como hija —continúa—. Una hija que creció con un padre que era genial, por supuesto: un artista prolífico y respetado. “Pero también un ser humano normal, que jugaba póker, billar y dominó; que se moría de risa conmigo en la casa y con el que fui de viaje. Yo quiero hablar de eso porque nadie, más que yo, puede hacerlo (…) Es la perspectiva de una hija que después se convirtió en artista. La colaboración era, repito, en lo cotidiano, donde hablábamos de arte o temas existenciales. O de chistes y problemas privados. Es una imagen, a través de mi mirada, que refleja los 52 años de vida que compartí con él; es el ámbito cotidiano, no el de la estrella o el maestro súper conocido, sino el de la persona normal que andaba en bata, pijama y pantuflas por la casa”.
Para Claudia Lavista no sólo fue, entonces, alguien que exploró y expandió su talento, sino un padre del que guardó buenos recuerdos. “Cuando yo nací, él tenía 26 años. No era un músico reconocido, no había tenido premios, no tenía becas. Era sólo un joven músico que estaba tratando de ganarse la vida. Recuerdo que íbamos al mercado de San Ángel a comer arroz con plátanos fritos porque, en esa época, él no podía pagar un restaurante. Y para mí era lo máximo ir a comer al mercado. Quiero hablar del ser humano normal, que se equivocaba, que metía la pata y arreglaba las cosas”.
La coreógrafa también habla de su entusiasmo ante las palabras de las compositoras Ana Lara y Gabriela Ortiz, quienes desde muy jóvenes, a los 18 o 19 años, se convirtieron en alumnas de Lavista. “Ellas tienen una larga conexión con mi papá, lo vieron en muchas facetas. No es lo mismo hablar del Mario Lavista de las épocas en las que yo nací que el de hace unos años. Lo importante es compartir una mirada más amplia de un personaje muy importante para el arte y la cultura en México”.
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En el programa, el Trio d'argent (“conjunto francés, maravilloso”, dice) interpretará “Cánticos a Eugenio”, para tres flautas, obra que Lavista le dedicó al pianista Eugenio Toussaint. Después seguirá “Patios serenos”, para piano, pieza que Gabriela Ortiz le dedicó a Lavista y después será el turno de Simurg, pieza para piano creada por el propio compositor.
“Después van a tocar el ´Cuarteto n.º 8: Toque de silencio´ y una obra, ´Memorial, para cuarteto de cuerdas´ que Ana le dedicó a mi papá. El programa cerrará con el ´Cuarteto n.º 2: Reflejos de la noche´ que interpretará el Cuarteto de Cuerdas José White”.
Cuando ha pasado un año del deceso de un miembro del Colegio Nacional, se devela un retrato en su honor. En este caso, el artista plástico Arnoldo Coen es el autor del cuadro, cuya develación cierra el evento. “Es simbólico porque Arnaldo y Mario fueron amigos toda la vida, Arnaldo hizo el retrato ya con mi papá en el otro plano. Sé que para Arnaldo es importante porque eran amigos del alma, como hermanos”.
Un recuerdo entrañable
Claudia recuerda el año de 1988, cuando su padre ganó la Beca Guggenheim: “Era la primera vez, en su historia profesional, que ganaba algo de tal magnitud. Se la dieron para producir la ópera ´Aura´. Mi papá consiguió el dinero para producir la obra y decidió gastarse la beca en un viaje conmigo. Yo tenía 18 años y me invitó a conocer Italia y Francia”, cuenta.
Para realizar el viaje, el compositor rentó un carro. “Íbamos de ciudad en ciudad y visitamos todos los museos. Mi papá era una enciclopedia viviente y me abrió las puertas del mundo del arte con las obras enfrente: los cuadros de El Bosco, de Uccello, de Piero della Francesca”.
Un mes y medio viajaron juntos, y se hospedaron en hoteles baratos. Incluso se encontraron en Francia con Octavio Paz, con quien pasaron cuatro días, comiendo cerezas y hablando de música y poesía. También coincidieron con el compositor Eduardo Mata, con quien se emborracharon en la plaza central de Siena.
“Ese viaje nos unimos mucho. Mi papá y yo siempre nos llevamos muy bien, pero después de ese viaje hubo una conexión más fuerte y profunda. Fue también como mi entrega al mundo porque a los pocos meses me fui a vivir sola a Venezuela”, concluye la bailarina.
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