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La unión de María Félix y Jorge Negrete fue la boda del año. Contó con distinguidos invitados de la esfera política, del espectáculo y cultural, incluso el propio Diego Rivera fue uno de sus testigos.
El evento se realizó en su casa en Tlalpan, la cual estaba desamueblada para hacer espacio a los asistentes y sólo mantuvo el polémico retrato que Rivera le hizo a “La doña”.
Chicharrón, barbacoa, pulque, tequila y agua de jamaica formaron parte del “menú nacionalista” del evento que degustaron Columba Domínguez, “ El Indio ” Fernández y otros amigos y familiares.
Pese a su fama de diva, Félix compartió el reflector y “la boda del año” fue una boda doble, pues una cocinera y un jardinero que trabajaban para la actriz mexicana también contrajeron nupcias.
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Pero, ¿qué ocurrió momentos antes del matrimonio? María Félix se preparó para su boda en el Hotel Regis y además de estar acompañada por su hijo Enrique, un único reportero pudo presenciar los nervios de “La doña” y fue un periodista de EL UNIVERSAL, quien cuenta en una detallada crónica cómo fueron esos instantes de emoción.
Así fue como esta casa editorial cubrió la boda de María Félix y Jorge Negrete en 1952:
Radiante como el Sol que lucía ayer María Félix se casó con Jorge Negrete
19 de octubre de 1952
Epílogo del romance del año ante el juez Próspero Olivares, en la vieja y mexicanísima casona de “María Bonita” en Tlalpan
Ante cerca de mil personas que esperaron por hora y media a la pareja más popular y discutida en estos últimos días, María Félix y Jorge Negrete, se epilogó ayer el romance del año, pues pasadas las 15 horas el también famosos Juez del Registro Civil, don Próspero Olivares Sosa los declaró marido y mujer ante la Ley, sirviéndose después del banquete, en donde solamente figuraron platillos y bebidas del más rancio sabor mexicano.
Foto: El Universal, archivo
“Catipuato”, la vieja casona colonial que se levanta en las calles de Matamoros, de la vecina población de Tlalpan, con sus enormes y bellos jardines, fué (sic.) el escenario de este matrimonio, pues si en amplio jardín frontero y bajo los rayos del sol se colocó la mesa ante la cual se celebró la ceremonia civil; en el magnífico jardín de la parte posterior de la casona se sirvió la comida, que estuvo amenizada por diversos grupos de mariachis que continuamente desgranaron lo mejor de nuestra música vernácula.
Desde las trece horas principiaron a llegar los numerosos invitados —la ceremonia estaba anunciada para las 13.30— y en tanto llegaban los temperamentales enamorados, la concurrencia se daba a recorrer el colonial palacio, completamente desamueblado, pues sólo se admiraba el estupendo retrato que de María Félix hizo Diego, y cuya tela causó el consiguiente escándalo, ya que la artista posó desnuda y posteriormente el actor guanajuatense la cubrió con transparente vestimenta.
Afuera de la casona, centenares de gente del pueblo se arremolinaba frente al zaguán y cientos de automóviles en larga “cola” bloquearon la casa.
Personas reunidas frente a la casona ubicada en las calles de Matamoros en la colonia Tlalpan. Foto: Fototeca/ El Universal, archivo
Actrices del cine —Miroslava, Columba Domínguez—; famosos directores —el Indio Fernández, Bracho—; populares actores —los Soler, el charro y cantante Badú—; escritores: políticos —Chema Dávila, César Cervantes—; periodistas y conocidos valores de la sociedad capitalina se encontraban en dicho lugar con el objeto de presenciar el epílogo del idilio relámpago que en pocos días surgió y culminó ante la ley.
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Como de costumbre en casos extraordinarios, como esta boda que fué (sic.) doble, pues también se unieron ante la ley dos viejos sirvientes de la casa. Remedios Rivera, la cocinera, y Agustín Barreda, el jardinero, un verdadero ejército de fotógrafos -nacionales y extranjeros- de Prensa y Televisión, iniciaron sus tareas desde temprana hora, ya que, como decimos, en los jardines de la casa se encontraban gentes muy conocidas.
Y en el momento de la ceremonia el marmágnum se inició, pues entre los cien fotógrafos y los invitados que trataban de salir en escena, impidieron por momentos la transmisión por Radio del matrimonio, y la pareja y sus testigos tampoco pudieron llegar fácilmente hasta la mesa descubierta verde en donde don Próspero esperaba con su libro, el número 14 de la Octava Agencia del Registro Civil. Un estupendo ramo de orquídeas, enviado por Agustín Lara , daba un toque de extraordinaria belleza.
Gritos, empujones, súplica, pisotones y por fin, María Félix, que lucía un vestido en color rosa de corte muy campesino y Jorge Negrete, el charro cantor, que llevaba la varonil prenda de nuestros hombres a caballo en color café: pudieron escuchar las graves palabras de la Ley, que los unió quien sabe por cuánto tiempo.
Los testigos: José María Dávila, político y banquero; Renato Leduc, periodista; Antonio Badu, actor de cine y popular cantante; Diego Rivera, el internacionalmente famoso pintor; Crox Alvarado, también popular actor, y otras personas más. Apenas si pudieron firmar el acta correspondiente, pues los invitados arremolinados ante la mesa, no dejaban en su empeño de estar cerca de los novios.
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Momentos después de la ceremonia, los cerca de mil concurrentes pasaron al jardín posterior de la casa y en torno a las mesillas, o bien acompañando en larga mesa a la “feliz pareja”, tomaron asiento y gustaron de las “carnitas”, del chicharrón, de la tradicional barbacoa y del mole poblano que, junto con otras viandas muy mexicanas, integraron el nacionalista “menú” que fué (sic.) rociado también con bebidas mexicanas: pulque, tequila, agua de Jamaica, orchata y también whisky, cognac y otros licores extranjeros.
La mesa en donde comieron los recién casados lució artístico adorno muy mexicano y frente a ella se colocó un enorme pastel de cuatro pisos, que fué (sic) partido cerca de las 18 horas por los novios.
Y todavía al anochecer, en la vieja casona quedaba el recuerdo de este matrimonio.
Foto: Fototeca/ El Universal, archivo
Van a Yucatán
Los cineactores Jorge Negrete y María Félix se pusieron misteriosos con los cronistas de sociales y declinaron decir dónde iban a pasar la “luna de miel” después del matrimonio efectuado ayer sábado.
Sin embargo, poco después de la ceremonia en Tlalpan, para nadie era un secreto que habían reservado pasajes para salir hoy a temprana hora con destino a Mérida, en el Super DC-6 de la Mexicana de Aviación.
Foto: El Universal, archivo
No faltó quien dijera que obraban de acuerdo con el señor Tomás Marentes, para tratar de distraer un tanto la atención pública de los yucatecos del gravísimo problema que enfrenta en estos momento el Gobierno de la entidad.
Crónica sobre lo que ocurrió detrás de la boda de María Félix y Jorge Negrete
Ataviada de rosa, la artista de nuestro cine estuvo bloqueada al salir del “Regis” por una muchedumbre que la aclamó sin cesar
Nota de TAMEZ
Un sonoro carrillón de la Avenida Juárez de la primera hora de la tarde, mientras una multitud compacta con exponentes de todas las clases sociales de nuestro México vocinglero, espera desde hace tiempo a las puertas del Hotel Regis, materialmente bloqueado, la aparición de la afamada estrella cinematográfica María de los Ángeles Félix, cuya boda se anuncia oficialmente para las 13.30 en su residencia de Tlalpan, con el charro cantor y líder sindical Jorge Negrete.
Otra muchedumbre colma totalmente la capacidad del espacio “hall” del mencionado hotel, entablándose, entre esa concurrencia un discreto duelo de buen gusto y distinción.
Procedemos como en los crímenes policiales a bloquear todas las puertas. Nos hemos organizado perfectamente para que la despampanante estrella no nos obsequie con un mutis inesperado haciéndose invisible por cualquiera de los múltiples ascensores y puertas de salida que tiene el Regis.
Nuestra estrategia es perfecta, no hay escapatoria posible…. Los minutos pasan, primero velozmente; después, como plomo. Mil pupilas se detienen en el marcador luminoso del ascensor que, definitivamente, se le ha reservado con carácter de exclusividad a “la diosa”. Pero ese número ocho, el que lleva al “suite” presidencial, que resume la emoción de los circundantes, no hace su luminosa aparición.
Ya son las dos de la tarde. Tenemos la sensación de que la figura de la consentida del público del idioma castellano está a punto de hacer su triunfal aparición, y optamos, con la complicidad del capitán del barcp, Carcho Peralta, a posesionarnos en compañía del elevadorista, del mágico artefacto que llevará a la “doña”, rumbo a la presentida felicidad.
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El único periodista que la acompaña…
Nuestra intuición es largamente premiada. Blandamente el elevador nos deja en el octavo piso, sede de la lujosa “suite”, y María hace su apoteótica aparición. Es cordial al saludarnos y se sorprende de que allí
esté representada la prensa capitalina, en la única persona del redactor de esta crónica. Acompañan a la protagonista del nuevo y brillante film su señora madre, que no puede disimular su intensa emoción. Quique, el mimado, se toma del brazo de su madre y su abuelita, mientras una hermana de María y un sobrino tratan de hacerle espacio al diseñador de los modelos de la “diosa” y autor del traje de boda, que ya ocupara nuestra atención.
Armando Valdez Peza no puede ocultar su nerviosidad mientras trata de dar cabida al capitán de Tránsito que durante el largo viaje conducirá el veloz Cadillac de nuestra heroína. Nos limitamos a observar y a registrar el diálogo que se mantiene. No es el momento oportuno para preguntas, indudablemente indiscretas…
“Quique… ¿Estás seguro de llevar los anillos contigo?...” —pregunta María visiblemente emocionada, dirigiéndose a su vástago Enrique Álvarez Félix.
“Sí mamita. Estate tranquila. Los llevo en la bolsa, aquí conmigo” —responde el simpatiquísimo Quique.
María Félix y su hijo Enrique Álvarez Félix, en 1958. Foto: Casasola: Fotógrafo vía
Un breve silencio subraya el leve descanso y una explosión de aplausos y exclamaciones recibe como en sus mejores escenas dramáticas a la heroína de “Enamorada”.
Ya hemos llegado al amplio “loby” del Regis, en donde, prácticamente no se puede dar un paso y en donde, como es de suponer, comienzan las escenas de verdadero pugilato, pues todos quieren acercarse, saludar, tocar, estrechar a la refulgente estrella del cine mexicano. Francamente, no es para menos. María de los Ángeles Félix está hermosísima…
Y fieles intérpretes del sentimiento popular representado por la masa de nuestros lectores, volamos, prácticamente, junto al carro de “la doña”, atentos a las menores sorpresas que se puedan registrar. Nuestra emoción no es para menos, desde un ángulo espectacular, la noticia no puede ser menos apasionante…
Ataviada como una princesa
Fuimos los primeros en anticipar el tocado elegido por “la diosa” para su anunciado enlace. En verdad, Armando Valdez Pesa y María saben lo que hacen… La dominante de rosa —el color de la gente feliz, como nos dijo María hace apenas dos días— aureola su cara morena, de madona botticellina. Sus ojos son dos brasa encendidas. Sus fosas nasales, aleteos breves de paloma en celo. El rubí de sus labios, diríamos, complementa esa sinfonía en “technicolor”… Se la ve bonita, auténticamente bonita…
Nosotros protegemos la espalda de María tomados del brazo de Valdez Pesa. Quique se toma a nuestras espaldas dándole protección a la buena madrecita de la futura consorte y así, formando un verdero bloque humano, prácticamente a empujones, llegamos hasta la portezuela del lujoso Cadillac verde oliva, placa 81.282, que conducido por un oficial de Tránsito parte velozmente. Nosotros nos pegamos a los flancos del carro de María, pues no podemos perderla de vista…
Foto: El Universal, archivo
Viaje meteórico por la ciudad
Con la atenta cooperación de dos carros de la policía, el coche de María Félix vuela a velocidades meteóricas por las calles de nuestra ciudad. Paseo de la Reforma, depsués Insurgentes, un dédalo de calles y cortadas para desmbocar finalmente en la Calzada de Tlalpan.
Una impresionante corte de carros van en nuestro seguimiento y no es tarea fácil darle escolta a la estrella.
Hace su aparición el veloz automóvil de Jorge Negrete, en cuyo interior viaja su señora madre y su pequeña hijita, que rápidamente se acerca a los flancos del Cadillac verdeoliva de su prometida. Nuestra capacidad de automovilistas se pone a prueba. Eso no es correr… prácticamente es volar.
Y en alas de la emoción realmente cinematográfica del momento, llegamos a la señorial mansión de tipo colonial de María de los Ángeles Félix, donde una masa compacta, integrada por el auténtico pueblo mexicano, rinde escolta de honor, que sonoramente irrumpe en un grito largo de bienvenida para los dos astros tan queridos de nuestra cinematografía.
En el interior de casa Catipuato
No es tarea fácil traspasar la pesada puerta de acceso a Catiouato, que será nido de amor de los flamantes contrayentes. Pero venciendo, arduamente, todos los obstáculos, llegamos semiquietud de una casa solariega, de amplios jardines y frescas estancias, donde una multitud de colegas, camarógrafos, fotógrafos, locutores radiales —micrófono en ristre— personalidades del mundo artístico y otras esferas sociales de nuestro país, se han adherido cordialmente al tan esperado enlace.
Cien brazos cariñosos se extienden hacia la famosa pareja y mientras se queman decenas y decenas de flashes. Jorge estampa hasta cinco besos en las mejillas frescas de la “diosa”, que se muestra muy nerviosa. Las escenas propias de estos eventos y finalmente, a la sombra de copudos árboles que esparcen gratísima sombra se inicia la consagración civil del matrimonio de María de los Ángeles Félix y Jorge Negrete.
Foto: El Universal, archivo