A partir de una mudanza de casa que la poeta, ensayista y crítica literaria, Malva Flores, tuvo que hacer en dos semanas y en esa mudanza depurar su biblioteca, la también académica no sólo emprendió, junto con su marido, el también crítico literario y escritor, David Medina Portillo, una selección de los libros con los que se quedaban y aquellos que se iban, sino también comenzó a delinear un conjunto de ensayos sobre crítica literaria, literatura y defensa del lenguaje que ha dado lugar a “Manual para el crítico literario en emergencias”, que acaba de comenzar a circular coeditado por Ediciones El Equilibrista y la Universidad Veracruzana.
“La mudanza efectivamente existió, es decir, no es un artificio, la construcción del libro nace justamente en esa mudanza intempestiva”, asegura Malva Flores en entrevista, en la que agrega que la crítica prácticamente no existe, pero además cuando alguien se atreves a hacer una crítica fundamentada, sin odios, te quieren linchar, aunque ese alguien sólo dijo que el texto estaba mal hecho desde su perspectiva y trata de argumentarlo.
“Estamos pasando por un momento de muchas maneras terrible dentro de la cultura, no sólo en México, sino en todo el mundo, y es un momento difícil porque hemos olvidado la importancia de la crítica, la crítica literaria, la crítica política y la autocrítica sobre todo. Nos da gusto hablar de lo que sea, juzgar a quien sea, pero no por sus méritos o sus defectos intelectuales, sino por toda una serie de circunstancias que están alejadas realmente de la literatura.
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Malva Flores asegura que los críticos literarios o los que pretenden serlo “nos hemos convertido en policías y nos hemos olvidado de la literatura, la literatura es lo que menos nos importa; lo que queremos es levantar cargos judiciales contra alguien y eso es grave para la cultura”. Incluso habla de las cancelaciones, que las califica no solo de ridículas, sino de que son profundamente estúpidas, puesto que lo que hacen la literatura, el cine y el arte en general es mostrarnos lo que somos.
“Lo que somos no es bonito, pero no hay mejor manera para darnos cuenta de qué somos qué reflejarnos en la literatura o en el arte, de tal manera que si cancelamos estamos perdiendo la opción de la crítica y en algún momento de algún tipo de mejora como especie. Yo no tengo ya ninguna esperanza al respecto, ya no me va a tocar verlo, pero ojalá sí llegue un momento en que esto se detenga y dejemos de estar llorando permanentemente por cosas que son tan irrelevantes frente a la verdadera tragedia de la humanidad que es la humanidad misma”, señala.
Y en ese camino ahonda en otro tema que le preocupa, aún más, el abandono del lenguaje literario, asegura que los escritores han cambiado el lenguaje por fórmulas y eso está hasta en poemas. “Utilizamos un lenguaje plano, eunuco, que proviene de la Academia en la que da lo mismo a qué te refieras porque siempre se califica de la misma manera, y justamente la literatura y la crítica lo que buscaban era ser específicos en el lenguaje, tener un lenguaje, no sólo hermoso, eso es lo de menos, hay lenguajes terribles, pero son lenguajes verdaderos, no lenguajes codificados”.
Su verdadera pelea, agrega, es porque no homogeneicemos la crítica y nos refiramos lo mismo a un cuento de Poe que a un poema de Jaime Sabines, pues al utilizar las mismas palabras están destruyendo la literatura.
La también autora de “Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes; crónica de una amistad, hace una autocrítica y reconoce que la verdad ella nunca fue una crítica muy dura o una francotiradora, y dice que su marido sí y muy duro; más bien, pasados los años ella se ha convertido en una apostadora solitaria de escritores jóvenes, de poetas que tienen talento y considera que hay que apoyarlos, pero incluso allí se topa con un lenguaje académico y eso realmente la irrita mucho, “me molesta tener que leer esas cosas, pero creo que es posible salvarse”.
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“Manual para el crítico literario en emergencias”, escrito con el poder de la ironía y la auto burla, es un libro que cuestiona a la literatura, a los escritores y a los críticos literarios. Un libro que defiende el cuidado del lenguaje puro y rico.
“Nosotros los que nos dedicamos a la literatura siempre estamos diciendo que la literatura es una conversación, pero cuando escribimos no conversamos; por eso intenté que el libro fuera una conversación con los lectores, conmigo misma, pero también por supuesto con David, no solo porque llevo toda mi vida con él, sino porque efectivamente siempre estamos platicando y siempre me está enseñando cosas o yo a él y discutimos todo el tiempo desde hace casi 40 años”, asegura.
Dice Malva Flores que el libro está dedicado a David Medina Portillo porque efectivamente es con la persona con la que más habla todo el tiempo. “Y como los dos, de algún modo, pienso, nos sentimos como fuera de lugar, nos hemos refugiado en nosotros mismos y en lo que platicamos y lo que leemos y discutimos. Entonces también este libro es una deuda de amor pagada”, concluye.