Como un golpe de rayo en medio de la nada, el amor irrumpe en la vida de los protagonistas de “Los reyes del impulso o La fiesta del cuarto jinete del Apocalipsis”; un hombre y una mujer maduros, pero jóvenes aún, ahogados por el tedio del día a día y una vida plana. Así como la monotonía es asaltada por la revelación del amor, al amor lo asalta la presencia de la muerte. Pero no exactamente con la muerte del cuerpo, explica, en entrevista, Alejandro Massa Varela, dramaturgo y director de la pieza.
"No se trata sólo del momento límite de la muerte, la desaparición física, la gran muerte, sino aquello que muere en la vida cotidiana. Tomamos ciertas decisiones y hay caminos que se cierran tras tomar una elección. El cambio es una presencia constante, así como la desaparición de muchas cosas y la idea de que se tiene que renunciar a unas para tener otras. Tiene que ver con esa dosificación de la muerte", abunda Massa Varela.
En otras palabras, trata de aquello que se consume en el día a día. Entre estas pequeñas fracturas, que recuerdan que, al final, la muerte es un camino inevitable, se analiza a una pareja que atraviesa una de las llamadas crisis de la edad. Jóvenes, en el umbral de la madurez, que a cada paso están construyendo las personas que serán y las vidas que los esperan en el futuro.
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"Aún están en la juventud, pero ya toman decisiones definitivas. La elección de pareja es un tema difícil, por ejemplo, porque es una edad en la que uno empieza a dejar de ser tan superficial. La obra aborda también la ruptura de la incertidumbre ante la soledad y lo desconocido. Quizá es el medio de darse cuenta de la presencia de la muerte mientras sucede el tránsito entre ser un joven y un adulto".
Acostumbrado a escribir obras trágicas, como "Bastedad o ¿Quién llegó a devorar a Jacob?" y "El cuerpo del Sol o Diálogo para enamorar al Infierno", Massa Varela quería hacer una pieza sobre el amor. "El amor es distinto al erotismo; el erotismo tiene que ver con el placer y esto no significa que el amor no se relacione con el placer, pero, al final, amar tiene que ver con la individualidad y la elección de un otro que se vuelve cómplice. Me interesaba el tema y quería ponerle una contraparte porque si fuera sólo algo positivo sería cursi. Yo quiero la otra cara de la moneda, lo que complejiza el amor y el tema de la muerte, le podía dar redondez a la historia".
La pieza, por supuesto, no está exenta de los momentos que le dan contraste y en los que los personajes se lanzan a expresar sus emociones o a vivir situaciones graciosas. "La obra empieza a mostrar la vida cotidiana de la pareja; vidas frustradas, con sueños no cumplidos y complejos propios que llevan a los personajes a aceptar un estándar de vida común y que desemboca en la neurosis".
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Pero el amor transgrede lo cotidiano de esas vidas aburridas. Cuando los personajes dudan si sus amores son correspondidos, si la otra persona los quiere por igual, al mismo nivel, el espectador se adentra un poco en lo que sienten a nivel de pareja: tienen miedo a dar un salto, decir lo que sienten y volverse vulnerables. "Ponen barreras porque al abrirse a una persona no hay vuelta atrás. Por mantener ese miedo se alejan un poco mutuamente".
Es importante destacar que la muerte se introduce en la obra como un personaje interpretado por la actriz Natalia Lara y los actores de doblaje Víctor Hugo Aguilar (conocido por darle voz al personaje de caricatura "Johnny Bravo" e Irasema Ezcurdia. "La muerte existe como un ser y significa introspección porque lleva a los personajes a analizar toda su vida. El límite que tiene la vida es la muerte y al ver lo que ésta significa, se convierte en el plano en el que puede evaluarse todo. No quise que la muerte fuera representada como una parca o algo solemne. La muerte aquí es la locura, aparece bailando como un ser extraño y de ella salen voces femeninas y masculinas, entremezcladas, que no pueden identificarse".
Esta presencia, además, permite que la realidad de la pieza se desdoble; que los personajes cambien de plano temporal y regresen al pasado o se adentren en los sueños incumplidos que tuvieron en la niñez y la adolescencia. "Ellos tienen la oportunidad de hacer una elección por el otro y ser comprendidos. Al final, aunque vivan 10 o 40 años más, la muerte también se va a tragar todo. Cuando entienden eso, deciden dejar de reprochar malestares".
Es un umbral, una crisis, en el que la muerte aparece como posibilidad. El epígrafe de Epicuro, al inicio de "Los reyes del impulso", lo explica desde otro ángulo: "Debemos buscar a alguien con quien comer y beber antes de buscar algo que comer y beber, pues comer solo es llevar la vida de un león o un lobo". En escena también están los actores Emmanuel Pavía y Erandi Zenil. La pieza se encuentra a la mitad de su temporada y puede verse el 8, 22 y 29 de mayo, a las 20:00 horas, en la Sala Julián Carrillo, al interior de Radio UNAM. Acceso con contribución voluntaria.
melc