“A la raza le gusta jalar, le gusta el dinero”, “¿de qué estatus soy? pues de los de aquí de Monterrey” y “no somos trabajadores, trabajan para nosotros” son algunas frases con las que se autodescriben nuevoleoneses en el video “Los regios”, del canal de YouTube Proyecto Escolar, cuyas entrevistas a distintos grupos sociales, desde otakus hasta americanistas, se han viralizado en los últimos meses. La carne asada, el dinero, San Pedro Garza García, el espíritu emprendedor, lo ajeno que es el sur del país y Samuel García son algunos otros tópicos que mencionan los entrevistados, muchos de los cuales conforman la visión estereotipada del regio. Pero ¿qué más hay en ese estado? El libro Nuevo León. El futuro no está escrito, editado por el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco) y RM, tiene como objetivo mostrar la complejidad y diversidad de los regios, a través del lente de 11 fotógrafos contemporáneos.
El libro, que fue primero una exposición con el mismo título y que concluyó a inicios de año, parte del interés del Marco por “reposicionar las problemáticas del norte del país como un eje central de la construcción de arte contemporáneo”, dice en entrevista Taiyana Pimentel, directora del recinto.
En la publicación —bilingüe, de pasta dura, de gran formato y con más de 300 páginas— se podrán ver distintas representaciones del “ethos regio”. Por ejemplo, la cotidianidad de los habitantes de San Pedro Garza García —el municipio más adinerado del país—, capturada por Yvonne Venegas, que contrastan con las fotos de barrios pobres que hizo Aristeo Jiménez, figura clave en este proyecto. El choque entre los recursos naturales, como lo son sus montañas y la presencia (o ausencia) de ríos, y la vivienda social en la periferia es fotografiada por Alejandro Cartagena y Oswaldo Ruiz, el trabajo es un tema que aborda el Colectivo Estética Unisex y Loreto Villarreal, la violencia es fotografiada por Salomé Fuentes, la inmigración es retratada por Sofia Ayarzagoitia, la diversidad sexual se presenta en el trabajo de Ruth Rodríguez, la familia es ilustrada por Juan Rodrigo Llaguno y el gusto por los sonideros y la cumbia de los “cholombianos” es plasmado por Stefan Ruiz.

No todos los exponentes son regios, algunos han desarrollado ahí su carrera y otros han trabajado en periodos cortos, como el neoyorquino Ruiz o la californiana Venegas. La selección fue realizada por los curadores de la muestra e investigadores Ariadna Ramonetti Liceaga y Mauricio Maillé.
La representación de la identidad regia se podría haber abordado en la pintura, escultura, videoarte o cualquier otra forma de expresión artística, pero en este caso se decidió que fuera a través de la fotografía porque “era también una manera de abrir las puertas a toda una serie de creadores que operan a través de este medio y que han recogido las visualidades y problemáticas culturales y sociales de este lugar del país (...) Tiene que ver con esa necesidad de reconstruir la historia del arte mexicano más allá de los discursos del centro”, añade Pimentel.
“La narrativa oficial de cómo se construyó Monterrey y sus alrededores tiene que ver con la cultura de trabajo, el esfuerzo individual. Muchas veces esas narrativas oficiales invisibilizan a las personas que habitan la ciudad, de comunidades que han migrado de otros estados o, como en la actualidad, de otros países, como Honduras y Haití. (...) Monterrey es una ciudad muy compleja y queríamos denotar esas complejidades”, explica Ariadna Ramonetti, una de las curadoras del proyecto.
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“No hay un ejercicio de esta naturaleza. Se hizo un libro importante en la historia de la fotografía en Monterrey”, agrega Mauricio Maillé, curador e investigador.
Lo que distingue al libro de la exposición es que en éste se suman ensayos sobre el trabajo de los fotógrafos, escritos por Alberto Ruy Sánchez, Julián Herbert, Irmgard Emelhainz, César González-Aguirre, Shana Lopes, Pilar Villelo Mascaró, Alfonso Morales Carrillo, Carlos Velázquez, Pablo Landa, Alejandro Castellanos y Vesta Mónica Herrerías. “Profundiza ampliamente y permite que algunas plumas importantes de la literatura del noreste mexicano puedan estar en este libro, hacen que se convierta en un testimonio de gran relevancia”, agrega Maillé.
Aristeo Jiménez
El punto de partida de este proyecto es el trabajo de Aristeo Jiménez (1960), un fotógrafo influyente para el lente regio, pero cuyo trabajo es en gran medida inédito por la falta de difusión y de oportunidades de exhibición. Aunque nació en Ahualulco, San Luis Potosí, Jiménez es importante en Nuevo León porque su trabajo capturó una faceta poco explorada hasta entonces: “La vida en los márgenes citadinos, las primeras generaciones de travestis y mujeres trans que buscaron definir una franja de existencia en el norte del país. (...) Ha documentado la cotidianidad de comunidades vulnerables en Monterrey, abriendo una ventana a la vida nocturna de la ciudad y las zonas de exclusión”, se lee en el prólogo del libro.
Nuevo León. El futuro no está escrito es la primera revisión a profundidad del trabajo de Jiménez. Maillé explica que los “mundos sociales” que capturó el fotógrafo fueron determinantes para la curaduría del proyecto.
El curador cuenta que el lugar de crecimiento, el barrio de Tierra y Libertad, en Monterrey, fue factor determinante para “su mirada al entorno social”, así como su sensibilidad social y política.
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“La vida del propio Aristeo es una vida intensa, llena de aventuras en los márgenes sociales de la ciudad de Monterrey. Desconozco las causas (de la falta de difusión de su trabajo), pero lo que sí tenemos muy presente es que en los últimos 25 y 30 años hubo intentos por diversas autoridades de la cultura en Nuevo León para generar una exposición y nunca se había logrado. Ahora se alinearon las cosas para poder mostrar este trabajo de Aristeo en un merecidísimo reconocimiento a su trayectoria”, agrega Maillé.
Futuro incierto
Cuestionarse la propia identidad no es fácil, mucho menos sentarse a analizar las problemáticas que la aquejan. Aun así, este libro y su exposición buscaban que el espectador, principalmente el regio, se sintiera homenajeado, pero que también despertara la reflexión.
“Si el futuro es algo que no está escrito, ¿qué podemos pensar y hacer con la ciudad (o estado) que tenemos? Porque estamos frente a la ciudad que tenemos, no frente a la que queremos. A lo mejor tampoco a los regios les gusta hablar públicamente sobre todas estas temáticas que estamos anunciando. Sí queríamos que a partir de estas imágenes, podríamos pensar en un diálogo productivo que nos genere perspectivas más realistas de cómo podemos ir juntos como comunidad hacia el futuro”, dice Ramonetti.
La curadora explica que en el tiempo que la exposición estuvo en salas, se identificó que el público reaccionaba más ante el contraste de clases sociales que plantean los trabajos de Jiménez y Venegas, así como la sequía de ríos que documenta Cartagena y el crecimiento urbano fotografiado por Ruiz.
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“El balance es que hay que continuar con las preguntas, profundizar con temas más complejos de problemáticas más difíciles, hay que mantener vivas esas interrogantes. Como todo proyecto, este no es un trabajo conclusivo”, señala Maillé.
Finalmente, los curadores consideran que el cuestionar la identidad a través de la fotografía contemporánea es un ejercicio que podría replicarse en otros estados.