Medellín. - En 2009, la fotografía de un grupo de 15 soldados que rodeaba a un hipopótamo tras haberlo cazado, y lo exhibía como un trofeo en medio de un paisaje de selva y río, detonó en Colombia un debate sobre qué hacer con los hipopótamos de Pablo Escobar, a los que también se les ha llamado los hipopótamos de la cocaína, de la mafia o de El Patrón.
La fotografía motivó muchas críticas por el sacrificio del animal y llamados al rescate y control de esa especie. Pero tras ese y los subsecuentes escándalos, estos mamíferos semiacuáticos y herbívoros se siguen multiplicando en el centro de Colombia, en torno del Magdalena, río que recorre el país de sur a norte. Apenas hace unos días el gobierno anunció la implementación del Plan para la Prevención, Control y Manejo de la especie Exótica Invasora Hipopótamo común (Hippopotamus amphibius).
Como en oleadas, al paso de los años el tema de los hipopótamos va y viene cuando ocurren accidentes, apariciones nocturnas de algunos ejemplares o ante las fotografías en redes sociales de turistas, pero también con los aniversarios y las series televisivas en torno del hombre que llevó hasta allí los primeros hipopótamos.
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A la par de estudios científicos, campañas y visitas de influencers, los hipopótamos han motivado obras literarias, películas y piezas artísticas como símbolo de una época, una guerra y una sociedad.
El arte y la literatura han recogido la pregunta primera de qué hacer con estos animales, retomado proyecciones del futuro del ecosistema de la región si no se controla su crecimiento, han abierto reflexiones relacionadas con el colonialismo, el duelo social y las ideas de progreso en América Latina, que a menudo son exotizantes, y de cómo no se pueden reducir los hechos a un realismo mágico.
¿Cómo llegaron a ser cientos los hipopótamos?
A finales de los años 80, el narcotraficante colombiano Pablo Escobar compró más de mil 500 hectáreas de tierras para crear su hacienda, la llamó Nápoles y la transformó en su mayor centro de poder. Escenario de reuniones de los grandes capos del narcotráfico en la época, la hacienda tenía casas, pista de aterrizaje, hangar, estación de gasolina, centro médico y zoológico, como documenta Alonso Salazar en su libro “La parábola de Pablo” (Debate).
En el zoológico llegaron a haber cerca de mil animales, entre rinocerontes, camellos, flamencos, avestruces, elefantes, tigres, cebras e hipopótamos. Fue a inicios de los años 80 cuando Escobar adquirió cuatro ejemplares de hipopótamos, un macho y tres hembras; provenían de Estados Unidos, aunque esta especie es originaria del África subsahariana. Los cuatro hipopótamos de hace 40 años hoy son más de 160 que deambulan por toda la región; varios estudios calculan que en el año 2035 podrían llegar a ser mil.
La hacienda Nápoles -como narra Juan Gabriel Vásquez en su novela “El ruido de las cosas al caer” (Alfaguara)-, por su zoológico se convirtió en uno de los mayores atractivos para los colombianos; fue el más grande del país y, aunque algunos se negaban a visitarlo a sabiendas de quién era Pablo Escobar, otros no perdieron la oportunidad. Animales de Asia y África, y atracciones con nombres que remiten al Mediterráneo –como un pueblo llamado Santorini al lado de la hacienda- fueron y son ejemplos del marcado gusto social por lo foráneo.
Ir a la Nápoles era ver los animales más exóticos, en el más grande y bello de los valles de Colombia, el del Magdalena. Parte de la leyenda era también la avioneta en la fachada de la hacienda, que era el trofeo que representaba la llegada –la “coronada”, se dice también- de un cargamento de Escobar a Estados Unidos.
Después de que Escobar fue capturado y abatido el 2 de diciembre de 1993, hace 30 años, la hacienda Nápoles, su zoológico, sus seis lagos, sus casas y sus animales quedaron abandonados. Fue expropiada por el Estado y hoy es propiedad del municipio de Puerto Triunfo que creó ahí un parque temático. Solo hasta 2019 se retiró la avioneta después de que se había vuelto escenario de selfies para los turistas.
En algunas áreas del parque hoy se pueden observar, desde lejos, los lagos donde toman el sol los hipopótamos, la especie que más ha crecido e impactado de las que habitaban el zoológico. Y como pasa con la historia que se vivió en esa región y en todo Colombia hace ya casi medio siglo, los hipopótamos siguen ahí, en una especie de limbo como muestra el trabajo de algunos artistas.
Intervenciones en una especie
En 2010, los hipopótamos motivaron al artista Camilo Restrepo Zapata a crear la instalación “Bloque de búsqueda”; ese mismo año, el novelista Juan Gabriel Vásquez escribió “El ruido de las cosas al caer”, con el que obtuvo en 2011 el Premio Alfaguara.
Tanto Restrepo como Vásquez se basaron en la fotografía de 2009, donde la anécdota se resume en que un hipopótamo huyó de su manada, dañó cultivos y causó descontento entre la población; dado que el ejemplar podría traer más problemas a la comunidad, se montó un operativo para cazarlo. A ese individuo lo llamaron Pepe.
Pero el de Pepe es un nombre que tiene otros significados en esta historia: con el término Los Pepes se definió al grupo de enemigos de Escobar que se unió con fuerzas del Estado colombiano para detener y acribillar al narcotraficante en 1993; los Pepes es acrónimo de Perseguidos por Pablo Escobar.
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El artista Camilo Restrepo hizo una instalación que llamó “Bloque de búsqueda”, el mismo nombre que tomó el comando que dio caza a Pablo Escobar en Medellín. En su instalación, un hipopótamo de miniatura, hecho de cerámica, se enfrenta a un contingente de siete mil soldaditos de plástico, en medio de un desigual duelo de fuerzas.
Juan Gabriel Vásquez partió de la figura del hipopótamo pero para ocuparse de la memoria, de cómo nos afectaron a distintas generaciones de colombianos los hechos de esos años y, en particular, cómo hechos públicos moldearon las vidas privadas. Ese proceso se ha resuelto, quizás y sólo para algunos, a nivel individual, mas no como sociedad.
Junto a estos proyectos ha habido otros que toman al hipopótamo como símbolo de la realidad nacional. El colectivo colombiano de artistas Calderón y Piñeros, conformado por Diego Piñeros y Elkin Calderón, creó la obra “Hippos in Gravitas”, en 2022 para el 47 Salón Nacional de Artistas. A partir de los hipopótamos, ellos revisaron la idea del progreso y el no lugar para estos animales.
“Hippos in Gravitas”, que se ha expuesto en centros culturales de Colombia, consta de hipopótamos blancos inflables, y un video donde, al final, uno de los animales mira directamente a los espectadores. La decisión de los artistas fue situar a los animales en una especie de limbo para preguntarse a dónde llevar estos especímenes, pero también a dónde llevar hechos del pasado.
Calderón y Piñeros trabajan juntos desde 2013; en México se presentaron en 2018 en el Museo de Arte Carrillo Gil. Para “Hippos in Gravitas”, el colectivo realizó una investigación con la cual conocieron la situación de los hipopótamos, el entorno social, las propuestas para trasladar ejemplares–a Sinaloa y a la India-; los proyectos de cacería y esterilización –el costo del procedimiento en cada ejemplar sería de 180 mil pesos mexicanos pero la logística es compleja porque no se sabe con precisión dónde están y cuántos son-.
“Las dimensiones del problema se incrementan cada vez, pero es verdad que los hipopótamos no han matado a nadie, sólo han sido como unos tres casos de herir a personas, en más de 40 años. En este momento hay polarización, mucha gente pide que los eliminen, pero hay que considerar que existe una población que tiene una economía alrededor de estos animales”, dice Diego Piñeros.
Desde el arte, la pieza “Hippos in Gravitas” propone una aproximación poética, en lugar de una denuncia. “No quisimos llegar tema por el cliché de la droga o por Pablo Escobar. La idea principal para nosotros era contar el limbo en el que viven estos animales, la levitación, lo espectral; en el video los animales son como almas en pena, fantasmitas que están andando y divagando en un limbo: no pueden estar acá, pero tampoco pueden llevarse de regreso a África: ya ese no es su lugar”.
El colectivo tampoco situó el problema entre buenos y malos: “Quisimos hablar de que los hipopótamos no son cosa del realismo mágico que pasa en Latinoamérica sino que son un problema real. Construimos un relato, una fábula, donde el hipopótamo está contándonos cómo es víctima”.
Pero además, la figura del hipopótamo llevó a Calderón y Piñeros a referirse a fenómenos de la historia, de algo muy colonial como es la introducción de especies que alteran a las endémicas, una fascinación exótica muy socorrida también por monarcas europeos, no sólo por narcotraficantes latinoamericanos.
“Hoy el turismo también nos está mostrando esas derivas. Como artistas a quienes nos interesan las tecnologías obsoletas queremos hacerle preguntas a una sociedad sobre ¿a dónde quiere ir?, ¿cuál es la idea de progreso que quiere? y ¿para quién es el progreso? Son preguntas sencillas sobre lo que es ser colombiano, latinoamericano, humano. Como latinoamericanos tenemos un afán de pertenecer a algo moderno, de no ser lo que somos, de tener referentes europeos. Esa es una idea de ser modernos: ser otros. Colombia, por lo menos, es muy arribista; siempre quiere ser otra cosa”, dice Diego Piñeros.
Más allá de Colombia, los hipopótamos también han sido un símbolo poderoso para pensar en la relación con la naturaleza y, desde otras perspectivas, en la colonización. En la Berlinale, en febrero pasado, fue reconocido el trabajo del director dominicano Nelson Carlo de los Santos Arias que presentó una pieza que partió de aquella escena de la fuga y posterior caza del ejemplar Pepe, animal que da nombre a su película.
Con “Pepe”, De los Santos ganó el Oso de Plata a la mejor dirección en la Berlinale. El director ha explicado que este animal ha sido el elemento para reflexionar sobre la circularidad de la colonización. En ese sentido su propuesta fue pensar en las migraciones y recordarnos cómo existen procesos de colonización que no se han cerrado.
Como otras figuras en el mundo de la cultura, el director dominicano llama a abrir una discusión: "Hay una imagen filosófica que se desprende de la película y es la circularidad del colonialismo, que produce una subjetividad eurocéntrica, de la que aparentemente no se puede escapar, tal vez solo a través de la muerte o de una muerte simbólica", dijo ante medios de comunicación al presentar la cinta.
El cineasta ha relato que la muerte rondó no sólo el tema sino el proceso de creación de su película, que fue rodada en torno del río Magdalena, en territorios “cargados por la muerte”, como escenario del poder de Pablo Escobar y de los paramilitares; la muerte tuvo que ver también con el tiempo en que se realizó, en medio de la pandemia del coronavirus.
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De los Santos también recoge a través de la imagen del hipopótamo la migración de África hacia América, y equipara al hipopótamo fugado, Pepe, con la figura de los soldados cimarrones que huyeron de la esclavitud. “La colonización fue una pandemia que aún padecemos y el Caribe fue el paciente cero, pero sobre todo la República Dominicana fue el paciente cero de la colonización”.
Finalmente, ante propuestas de trasladar un grupo de hipopótamos a otros países, como a México, para mitigar el problema, es conveniente revisar la duda que plantea el artista Diego Piñeros: “Básicamente sería hacer lo mismo que hizo Pablo Escobar, tendría que garantizarse que no va a pasar igual. No es ético ir repartiendo el mismo problema por el mundo”.
Esa acción no se descarta en la ruta de manejo que presentó hace unas semanas el ministerio de Ambiente de Colombia, llamada Plan para la Prevención, Control y Manejo de la especie Exótica Invasora Hipopótamo común, que fue resultado de un trabajo conjunto entre el Instituto Humboldt, la Universidad Nacional y Cornare. Este plan contempla la cacería de control, la translocación, el confinamiento, las alertas tempranas y la intervención social. Dependerá de la implementación constante de ese plan que la especie de los hipopótamos no continúe en el limbo en que lleva más de 40 años.