La hora de salida es relativamente temprano, 7:30 de la mañana, con el fin de “escapar” del calor y va entrecomillado porque Doha, Qatar, amanece a 25º en el otoño. Se trata de una excursión al desierto para ver la instalación de arte “Shadows Traveling on the Sea of the Day”, de Olafur Elliason.
Se advierte que será un viaje largo, de aproximadamente una hora, pues la obra se encuentra al lado opuesto de West Bay, zona hotelera de Doha. Tal cual se cruza el país de extremo a extremo, 105 kilómetros, en el mismo tiempo que toma cruzar —en promedio— de Indios Verdes a Ciudad Universitaria en metro (22 kilómetros), en la Ciudad de México.
No hay tránsito, probablemente porque es viernes por la mañana. En los países musulmanes, los viernes son día de descanso y está dedicado a la oración, al menos la primera mitad del día, por lo que la gente no sale y negocios y espacios, como museos, abren hasta por la tarde.
Antes de tomar la carretera, se puede ver una amplia muralla blanca que protege una de las residencias de la familia real, misma en la que se hospedó la princesa Diana en su única visita a Qatar en 1986. El chofer afirma con entusiasmo que se construyó con ese fin, aunque el dato no es verificable, bien deja ver que Diana también cautivó en medio oriente. En el camino se cruza debajo de un arco en forma de red de pesca y es que no es raro ver en el malecón a los locales con sus cañas de pescar, siendo esta no sólo una actividad popular entre sus habitantes, sino también una fuente importante de ingresos, se estima que este año le ha generado 171,58 millones de dólares.
Ya en las afueras de la ciudad, abundan los complejos residenciales, algunos agrupados al estilo de casas del Infonavit, sólo que en este caso son grandes mansiones. Entre éstas se asoma uno que otro minarete de las mezquitas o alguna grúa de construcción, depende el caso.
El recorrido por carretera recuerda lo joven que es esta nación, fundada en 1971, pues el simple hecho de que recién plantaron árboles que aún requieren de un soporte para que no crezcan torcidos, evidencía que el país, aun después de su debut internacional con el Mundial de futbol, sigue en construcción.
Finalmente se llega al punto del desierto donde está la obra de Eliasson, está cerca de la costa del mar que rodea al país vecino, Bahrein. No hay señalamientos de tránsito que indiquen la presencia de la instalación artística, pero sí de Al Zubarah, una zona arqueológica cerca, que de hecho fue el primer lugar patrimonial de Qatar en recibir declaratoria de la Unesco.
“Shadows Traveling on the Sea of the Day” está compuesta por 25 piezas de grandes dimensiones, un par son aros de metal dobles, otras tres son aros de metal sencillos y el resto con anillos de metal con un espejo circular encima, de lejos parecen sortijas.
Sebastián Betancourt, empleado de Qatar Museums y quien trabajó con Elliason para la creación de este proyecto, explicó que el conjunto pareciera que es un espejismo en medio del desierto, por lo que “Mirage” por mucho tiempo fue parte del título de la obra que se hizo en 2022.
Ya en el desierto, de frente a la inmensidad de las piezas, hay un aire de ciencia ficción en el ambiente. Parece una escena de película en la que los protagonistas, perdidos en medio del desierto se encuentran con una nave espacial. Esa sensación de ajeno es una constante al visitar un país como Qatar, donde el idioma está lejos de ser uno que puedes “medio entender”, sus costumbres y tradiciones son lejanas a lo que uno vive en Occidente y su arquitectura, tanto la antigua de los souks (mercados), como la contemporánea de sus alocados rascacielos, se encargan de recordar que se está lejos de casa.
La obra propone observar la relación del humano con el planeta, según explica Betancourt. El espacio deshabitado del desierto qatarí recordó a Elliason al vacío de Islandia, de donde son sus padres.
“La obra, sus espejos y estructura te invitan a ver el paisaje con otros ojos, el lugar puede parecer simple, vacío o común, ojalá te ofrezca una nueva relación con el piso que se encuentra debajo de tus pies”, dijo el artista danés-finlandés a inicios de año a CNN.
Al igual que Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, Qatar ha apostado por el deporte, la cultura y el arte como medios por los cuales diversificar su economía y también para cambiar la hostil imagen estereotiopada que tiene occidente hacia estos países. Ha dado carta blanca y recursos necesarios para que artistas y arquitectos famosos del mundo puedan hacer y deshacer, a cambio de dejarle al país una obra que le dé prestigio.
Una prueba de que la estrategia está funcionando, es que es perfecta para los tiempos de Instagram, son pocos los que se resisten a hacerse una foto frente a la escultura –aunque para los más ezquisitos no pasa de ser un “bonito estacionamiento–, que se llena de turistas.
Otro éxito de la estrategia es que, además de la construcción de museos, es que al fondo de la escultura de Eliasson: un grupo de hombres ya ha establecido un negocio de paseo de camellos y de comida en las típicas tiendas jaimas (tiendas de campaña típicas en el desierto).
Así es como lo que pareciere una rápida excursión para ver la instalación de Eliasson en el desierto, se convirtió en un recorrido que revela mucho más de lo que es Qatar.