Ana Elena Mallet (Ciudad de México, 1971) es la mujer que llevó el diseño a las salas de los museos mexicanos. Ahora, tras dos décadas de trabajar como curadora independiente, es la encargada de llevar por primera vez el diseño latinoamericano al Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York.
El 8 de marzo se inaugura la exposición Crafting Modernity: Design in Latin America, 1940–1980, curada por Mallet, que recorre la historia del diseño en México, Brasil, Argentina, Venezuela, Colombia y Chile, durante el periodo de la posguerra. Este proyecto corona, hasta ahora, la larga carrera de Mallet y la convierte en una de las mexicanas a seguir en 2024.
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Cuando Mallet comenzó su camino como curadora de diseño no había tanta información a la mano, ni siquiera colecciones para trabajar. Tenía que rastrear a los propietarios de piezas importantes en la historia del diseño por la Sección Amarilla. “No había redes sociales. Ahora pienso, por los temas de seguridad, cómo esa gente nos abrió las puertas de sus casas. Era otro mundo”, rememora sobre sus inicios.
Ahora, Mallet es una de las expertas en diseño más destacadas, al grado que la clase de diseño mexicano que imparte en el Tecnológico de Monterrey ha tenido tal éxito que para poder impartirla en distintos campus a la vez, ha dado clases en holograma.
En entrevista con EL UNIVERSAL, la curadora reflexiona sobre su profesión, la relevancia del diseño, el reto de convencer a los museos de que el diseño es digno de exhibirse y sus futuros proyectos.
¿Qué es ser curadora?
Parte de la curiosidad, de estar buscando todo el día temas de investigación, sobre lo que hacen diseñadores y artistas y eso sucede en la calle, sucede mirando los objetos, viendo qué exposiciones hay. Es parte de alimentar la visión del curador, entender lo que pasa en el mundo y a partir de ahí se seleccionan tema.
¿Cómo fue que decidiste ser curadora?
Acabé la licenciatura en Letras latinoamericanas, me fui a hacer el servicio en el Museo Tamayo, me encantó y me moví de un museo a otro. Yo quería escribir ficción, al final uno no tiene ni el talento ni la disciplina. Me interesaba contar historias y ahora las cuento de otra manera.
¿Por qué te especializaste en diseño?
Siempre me interesó el diseño. En el Museo Carrillo Gil, a finales de los 90, como curadora de la colección permanente me dejaron proponer algo distinto y ahí reflexioné que el diseño no estaba llegando a los museos mexicanos. Entonces , hice una expo de diseñadores que habían trabajado en México. Fue muy polémica porque los artistas señalaron que tenían pocos espacios para exhibir, por lo que no tendríamos que poner esos objetos en las salas. Pero nos dimos cuenta que llegaron distintos públicos al museo. Los temas de diseño atraen a públicos distintos porque es mucho más cercano a la gente que el arte. No todos podemos tener un cuadro en nuestra casa, pero todos nos vestimos, nos sentamos en una silla y tomamos un vaso. Después toqué puertas y puertas para tratar de convencer a los museos de que había que hacer exposiciones de diseño. Me di cuenta de que no había un marco teórico para contextualizar de dónde vienen, estaba fragmentado y escrito por algunos académicos que circulaban en círculos muy pequeños. Tampoco había colecciones ni archivos y muy poca bibliografía. Eso me empezó a llevar a la parte histórica y sí había hemerografía, pero hubo que recurrir también a la historia oral.
Siempre fue un reto porque los museos mexicanos, salvo pocas excepciones, no están acostumbrados a pagar investigación, entonces es el curador independiente quien invierte tiempo, dinero y esfuerzo para levantar esas investigaciones.
¿Por qué es importante hablar de diseño?
Nuestro discurso fundacional y de identidad está incompleto porque no se ha investigado el diseño. Es una avenida académica que se ha dejado de lado, hay pocas investigaciones sobre el tema. Sabemos quién diseñó las casas, quién hizo las pinturas, pero no sabemos quién hizo las sillas y las copas. Eso nos falta para redondear el tema de la producción cultural y de evolución industrial y de la sociedad.
Como mujer, abrirle espacio al diseño en los museos mexicano, ¿fue difícil?
Siempre. En ese momento era mujer y joven, había todas las desventajas y a la gente le cuesta trabajo darte credibilidad y pensar en que lo harás bien. A un curador hombre lo escuchaban mejor. Pero eso ha ido cambiando, ahora hay muchas mujeres en el ámbito cultural y trabajando de manera muy seria.
¿Aún lidias con eso?
Todo el tiempo. Ha sido impresionante la reacción con la exposición del MoMA. He recibido correos de hombres que no conozco diciéndome cómo tengo que hacer mi exposición. Hacer curaduría implica editar e implica dejar cosas fuera, porque uno tiene un cierto bagaje y una historia que contar de acuerdo a lo investigado. Sigue esa generación masculina que piensa que te tiene que explicar cómo hacer las cosas porque creen que una no entiende. Las exposiciones son como un equipo de futbol, todo mundo quiere ser el curador, el director técnico y decidir a quién meter y a quién sacar. Es así, pero ya no me afecta tanto.
Has investigado el rol de la mujer en el diseño mexicano. ¿Cómo inició esto?
Cuando empecé la investigación para la exposición del MUAC (en 2022), que en realidad es parte de la investigación que he hecho en los últimos 20 años, me di cuenta de que había muchas mujeres que estaban produciendo en los años 50 y no se mencionaban en los libros, no estaban documentadas. Estaban en algunas revistas, pero después de eso pasaron al olvido. No nos damos cuenta de lo que han hecho, por ejemplo, la producción editorial de libros de arte que se ha hecho en los últimos 20 años en este país está hecha por mujeres. Ni hay fotos de las diseñadoras y las artesanas. Esa es otra relación que me interesa mucho, la del diseño con la artesanía, porque tienen una raíz en común. Es importante hacer esta reflexión de qué pasa con las comunidades indígenas y rurales que están produciendo cultura material y ver cómo eso se integra a los discursos de diseño, porque los hemos dejado de lado.
¿Cómo fue que llegaste al MoMA?
Estaba en el momento y lugar correcto. Ellos me buscaron y me ofrecieron poder trabajar una exposición desde México, fue una invitación de sueño. Me pidieron proponer algo, que partiera del 40% o 50% de la colección, que tenía seis semanas para prepararla. Yo venía de hacer la gran exposición del MUAC de 70 años de diseño mexicano y pude haberme repetido, pero quería retarme y salir de mi zona de confort. Entonces fue como decidí hacer la muestra sobre diseño latinoamericano moderno, con seis países que tuvieron este momento en común entre los años 40 y 80 de buscar la modernidad y la industrialización. Pensé que es momento de contar esa historia del diseño latinoamericano. Me dieron un año y ocho meses para hacer la exposición. Ha sido un proceso muy gozoso, nunca había trabajado tanto ni había estado tan estresada en toda mi vida. Llegué por mi trabajo, por mi dedicación. Creo que la exposición va a ser un momento importante, poder contar estas historias latinoamericanas con voces latinoamericanas, me parece que es un avance enorme para una institución norteamericana hegemónica, que abre las puertas para contar estas historias. No es una exposición totalizadora, son ventanitas latinoamericanas. La historia del diseño en Latinoamérica no está contada, todo la bibliografía que existe de diseño latinoamericano está segmentada y es muy nacionalista, y esta investigación que hicimos no existe en un libro ni en inglés ni en español.
¿Qué sigue después del MoMA?
Tengo en agosto una exposición para el Museo San Carlos, con su colección vista desde el género, el cuerpo y la moda. Es un reto increíble. Estoy trabajando con el Fomento Cultural Banamex una exposición sobre cerámica popular y contemporánea para el año que entra. Me gustaría trabajar ese libro de diseño latinoamericano. En el Tec estoy haciendo muchos proyectos de investigación; la parte de la docencia se ha convertido en una parte importante de mi vida y me gustaría dedicarle más tiempo. Cuando entré al Tec me di cuenta que no se daban contenidos de historia del diseño en México y Latinoamérica en casi ninguna universidad pública o privada. Eso me parecía grave. Armé una serie de cursos de historia del diseño de México para mis clases y otras universidades me empezaron a invitar a dar mis cursos, pero no puedo porque estoy de tiempo completo en el Tec, entonces para poder compartir mis cursos me gustaría en los próximos años, junto al Tec, desarrollar un libro de texto, impreso, económico y que cualquier universidad pueda tener para armar una clase o curso de historia del diseño en México.