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Cuando están a punto de cumplirse los cien años de la ejecución del zar Nicolás II y su familia, una selección de cartas, telegramas y diarios permiten asomarse a la vida de los Romanov en sus últimos meses de vida en forma de "novela epistolar", un libro que no existía y que ha abordado una editorial española.
"Crónica de un final: 1917-1918 Románov. Correspondencia y memoria de una familia", es un libro que "no existía, ni siquiera en ruso", asegura a Efe Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma , la editorial que ha puesto en marcha este recorrido por los meses convulsos en los que los Romanov vivieron tres encierros y en los que la correspondencia y los diarios fueron su vía de escape.
Documentación de archivos de San Petersburgo y mucha bibliografía, con traducción de Tatiana Alekseevna y Ezra Alcázar, han sido la base de este libro que intercala cronológicamente fragmentos de diarios, telegramas y cartas escritos desde la intimidad por el zar, su esposa e hijos o su profesor, que retratan tanto la atmósfera cotidiana como la histórica en la que transcurrieron los últimos meses de los Romanov.
Los textos, escritos también por personas allegadas a la familia o responsables de los cautiverios, se suceden en una construcción cronológica con un hilo narrativo, al estilo de una novela epistolar, señala el editor.
Además incluye numerosas fotografías de los Romanov, de cartas y documentos oficiales así como un dibujo realizado por el heredero al trono, el zarévich Alekséi, al que en las cartas sus padres apodan como "Baby".
Entre la revolución de febrero 1917 y la ejecución de los Romanov en julio de 1918 tuvieron lugar varios sucesos que marcaron el destino: la abdicación del zar en marzo y los posteriores encierros de Tsárskoye Seló, Tobolsk y Ekaterimburgo mientras el Sóviet de Petrogrado y los bolcheviques se hacían con el poder.
En las cartas y diarios de Nicolás II y la zarina Alejandra Fiódorovna se revela la incertidumbre e incomprensión ante la situación que viven y la evolución de su vida cotidiana, estrictamente vigilados al principio y bajo llave más tarde.
Conforme pasaba el tiempo las privaciones y las limitaciones de movimientos son cada vez más grandes.
"En la noche oímos cómo mandaban a los guardias a vigilar atentamente cualquier movimiento en nuestra ventana. Desconfían otra vez desde el día en que abrimos la ventana. Ahora ni siquiera nos permiten sentarnos en el alféizar", escribe desde Ekaterimburgo la zarina en su diario el 15 de junio de 1918.
Señales y mensajes de lo que iba a ocurrir que "no supieron leer", señala Casamayor, que considera que el zar y la zarina confiaron en la presión y el apoyo internacional.
Tras la noche del 16 al 17 de julio en que son ejecutados, con una fotografía de cómo quedó la sala donde ocurrió y varias páginas en negro, la edición reproduce el comunicado oficial del Soviét de la región de los Urales y varias entradas del diario de la madre del zar en las que expresa su dolor por los rumores que hablan de su muerte: "es muy doloroso vivir sin noticias verdaderas", dice.
Una muerte que se convirtió en un mito: "eran todos extremadamente bellos y acabaron en un sótano sucio tiroteados", indica el editor.
Ocho días después de los asesinatos, Ekaterimburgo fue ocupada por el Ejército blanco y comenzó la investigación.
Pero en la actualidad, cien años después , todavía no están del todo claras las órdenes que llevaron a la muerte a los Romanov y no se han encontrado documentos que responsabilicen al gobierno de Moscú, con Lenin a la cabeza, de haber ejecutado la orden, como sostuvo Trotski, explica el libro en su epílogo.
akc