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Hay una niña dentro de Socorro Venegas que busca a su padre perdido en el alcohol, hay también una joven viuda que busca recuperarse a través de los recuerdos que quedan en las cosas de un desconocido, hay en ella además una madre que no halla el amor materno, hay niños con enfermedades terminales y niños perdidos en la oscuridad. Hay en Socorro Venegas un hueco, una soledad, una memoria, una pérdida y también la muerte.
La narradora y editora ha reunido en su libro de cuentos La memoria donde ardía (Páginas de espuma, 2019) un conjunto de relatos donde todos los personajes se buscan porque hay mucho que han perdido.
Este es “un libro desgarrador, infinito, que nos habla de la música de la soledad, de la risa de la infancia acosada o de la huida de una madre que escapa dejando una cuna durante cualquier noche”, como se afirma en la cuarta de forros.
Venegas asegura que a lo largo de los libros que ha escrito ha hablado sobre la pérdida más que sobre la muerte, “siempre hay una pérdida cuando dos se separan, cuando se pierde el amor, también hay una pérdida cuando estás viviendo una enfermedad cotidianamente, cuando cada día algo se va perdiendo, cuando el cuerpo se va degradando, también hay una pérdida cuando la madre no logra comprender ese desprendimiento del hijo, cuando no logra comprender la metamorfosis que está viviendo. Ese es más el territorio de estos cuentos”.
En este libro que marca el ingreso de la escritora al catálogo de la editorial española Páginas de Espuma, que desde hace 20 años se dedica sólo al cuento, Socorro Venegas refrenda sus preocupaciones u obsesiones por la pérdida.
“La ausencia del padre en estas historias es una situación de doble filo, por un lado ese tipo de padre que es un alcohólico también es un sobreviviente que necesita agarrarse de algo y para él el alcohol es la única manera de vadear la vida, de soportarla, de sostenerse en ella. Para la niña es una pérdida. Hay ahí un mundo que puede ser desolador también puede ser bello, esa es la apuesta, eso es lo que yo quise buscar en esos personajes desolados, esa niña que va caminando para buscar a su padre es una niña que se va buscando ella misma”, asegura Venegas.
La también autora de Vestido de novia, Será negra y blanca, Todas las islas y La muerte más blanca quiso hablar de la maternidad desde una mujer que no la siente. “Esta madre se pregunta ¿Qué pasa si no logro sentir algo por la criatura? Ella está buscando un gesto auténtico y parecería que no hay esa oportunidad, pero ahí está ese doble filo de la paternidad: es una pregunta desde la literatura, ¿qué pasaría si en lugar de ser un ausente el padre termina suplantando a la mujer en su maternidad?
A Socorro Venegas le interesan las ausencias, las pérdidas, las soledades y los huecos emocionales que tienen sus personajes, pocas veces le interesan las atmósferas, los lugares donde sitúa las historias y dónde ubica a estos seres perdidos o ausentes.
“En general no me interesa mucho el lugar donde se sitúan las historias, justo porque pienso que en realidad el campo de batalla del que estamos hablando es el corazón, es un juego siempre entre estar narrando lo que ocurre con los personajes, lo que hacen y la mirada; me interesa siempre no descuidar lo que ocurre en el paisaje interior, donde a veces es mucho más importante mirar”, señala la narradora y editora.
Sin embargo dice que hay algunas historias donde sí le pareció fundamental el escenario, como en el caso del cuento “El coloso y la Luna”, donde la calle es una amenaza clara para los niños y entonces ella conectaba con esta idea que quería comunicar sobre la fuerza y el poder de los niños, esa capacidad que tienen para sobreponerse y lidiar con el mundo, muchas veces de una manera más eficaz que los adultos.
“Como adultos hemos mirado muy poco, muy superficialmente hacia los niños y tenemos mucho que aprender de ese mundo que nosotros habitamos pero que hemos olvidado”, asegura Socorro Venegas, quien sigue su indagatoria sobre las pérdidas.