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A Eduardo del Río, "Rius" no le gustaban los homenajes. Siempre lo dijo. Pero hoy la Feria Internacional del Libro ( FIL ) de Guadalajara le quiso rendir uno, el póstumo.
La ocasión se aprovechó para escuchar su testamento, leído por uno de sus amigos, Rafael Barajas, El Fisgón; escrito en pleno uso de sus facultades: "Les dejo a los mexicanos, lo que escribí para ellos, ojalá lo sigan leyendo; les dejo a Calzontzin, a Chon Prieto, a Don Perpetuo del Rosal. También les dejo el recuerdo de San Garabato antes de que una minero se lo lleve con todo y sus cerros. Muy a pesar mío, y esto se los digo con toda tristeza, les dejo un país en ruinas, saqueado por su clase política, asolado por la delincuencia, sólo les pido que no lo frieguen más, es más, les pido que lo defiendan".
Y Rius dejó más: "También les dejo un presidente que no ha leído tres libros en su vida y a ese presidente le dejo tres libros míos para que los lea. Que lea aunque sea algunos pasajes de Su majestad el PRI , La truculenta historia del capitalismo y La revoluncioncita mexicana . A los que manejan este país hoy en día, les dejo un cheque en blanco pero como los de Paquita la del Barrio y con ella les digo: 'me decepcionaste tanto que ahí te dejo un cheque en blanco, a tu nombre y para ti, es por la cantidad que quieras, y en donde dice 'desprecio, ese debe ser tu precio y va firmado por mí'".
El monero, que ha sido definido como el gran caricaturista narrativo, cuyas cuatro letras que conforman su nombre son los cuatro puntos cardinales del humor en México; el hombre que que alertó las consciencias y que siempre unió el humor con la inteligencia, también puso en su testamento a la derecha y a la izquierda mexicana.
"A la derecha mexicana le dejo la campaña de 'No más sangre', a Donald Trump y Marcial Maciel; a la izquierda mexicana le dejo varios libros, muchas críticas y el consejo de que mantenga un espíritu crítico y autocrítico. Toda la izquierda tiene que revisar sus paradigmas y renovarse".
Entonces se acabaron las risas, la ironía, el humor porque llegaron las palabras para Micaela, su esposa, y un último deseo, acaso, el más importante de todos: "A Micaela, mi esposa, que ha estado a lado mío en las buenas y en las malas, le dejo todo lo que tengo, todo mi cariño, todo mi agradecimiento; sobre todo, lo más preciado y amado, a mi hija Citlali. A todos ustedes les encargo a Citlali, no les pido que la cuiden porque yo sé que ella se sabe cuidar sola, únicamente sugiero que se den cuenta de que tiene un talento extraordinario, una calidad humana y una inteligencia que me enorgullece; como dicen allá en Francia: es una chingona".
Ahí estaba Micaela, con las emociones a flor de piel. "Eduardo siempre fue reacio a los homenajes. Sin embargo, se los merecía. Fue un artista notable, un historietista genial, un maestro generoso y un hombre bueno, un mexicano en muchos sentidos, un padre ejemplar, una gran persona. Y ahora que no está aquí para rechazar los homenajes y es justo que lo celebremos. En uno de sus libros dijo: 'Cuando yo no esté, hagan los homenajes que quieran'".
Y ahí estaban muchos de sus amigos, Bef, Helguera, El Fisgón, Patricio; pero sobre todo estaban sus lectores, aplaudiendo al monero que nació en Zamora, Michoacán, "cuando era aún muy chiquito", que a los pocos días de nacido fue bautizado en una pila con agua bendita, "pero se da el caso que el acólito de esa parroquia era un joven de 14 años muy persignado llamado Marcial Maciel al que le daba por hacer cosas asquerosas como hacerse pipí en el agua bendita", por lo que desde el día de su bautizo le agarró "repulsión a los hipócritas persignados y a las instituciones que los encubren".
Al monero que se fue de Zamora y se metió al Partido Comunista, se volvió ateo, hereje y comunista, y que toda su vida fue en contra de los postulados esenciales de la mayoría del país: "En plena Guerra Fría hablé bien de la Revolución Cubana y del Che Guevara, en el momento de mayor gloria de presidencialismo priísta ataqué al PRI y caricaturicé a López Mateos, a Díaz Ordaz y a Luis Echeverría. Cuando los grandes periodistas eran cínicos y chayoteros, yo fui cándido y honesto; fui caricaturista en un país solemne. El colmo, en el país de las carnitas me volví vegetariano".
Antes del homenaje y de la lectura del testamento, sus amigos, sus alumnos y herederos se dedicaron a hablar de él, a pensarlo como le hubiera gustado, con humor e inteligencia.
sc