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Han pasado 120 años desde que nació Jorge Luis Borges , creador de laberintos sempiternos con puertas infinitas y de una esfera donde cabía todo el mundo, pero también el otro Borges, el escritor cálido, amable con quien tenía enfrente y de fino humor.
Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo, el joven argentino con ascendencia inglesa y que aprendió por sí mismo alemán con sólo un diccionario, mantuvo una estrecha relación con México , país que visitó en tres ocasiones en la segunda mitad del siglo XX y que en dos de ellas fue para merecer premios que se otorgaron en su primera edición: el Alfonso Reyes y el Ollin Yoliztli .
Era 1973 cuando el autor de El Aleph visitó por primera vez México y, desde el momento en que bajaba del avión, ya lo esperaban fotógrafos nacionales para documentar su estancia. Uno de ellos fue Rogelio Cuéllar , quien en entrevista para EL UNIVERSAL recuerda su experiencia con el también poeta, quien viajó con su secretaria, Claudine .
Rogelio Cuéllar muestra una fotografía donde aparecen Jorge Luis Borges, su secretaria Claudine y un periodista. Foto: Carlos Mejía / EL UNIVERSAL
Para ese año, el cuentista estaba perdiendo la vista, aunque alcanzaba a distinguir sombras y siluetas. Al enterarse de esto, al fotógrafo mexicano le interesó la mirada de Borges, por lo que a través de sus imágenes retrató los ojos del también poeta para Revista de Revistas , publicación editada por Vicente Leñero .
La primera vez que Borges pisó el suelo mexicano fue el martes 4 de diciembre de 1973. Al día siguiente salió publicada una nota titulada "Jorge Luis Borges está en México". El autor entonces tenía 73 años y fue para recibir el premio Alfonso Reyes, el cual dijo que era un halago merecer porque "constituye un recuerdo de quien yo he estimado y admiro más en el mundo".
Miguel Capistrán fue el encargado de ir hasta Buenos Aires para convencer a Borges para que viniera a México a recibir personalmente su premio.
El autor de El rostro de las letras fue uno de las personas presentes en el aterrizaje del argentino. Cuéllar, entonces de 23 años, empezó a retratarlo desde el momento en que bajaba y de pronto un coche estaba en el lugar. Todo ocurrió tan rápido que en un momento Borges, Miguel Capistrán , Luis Mario Schneider y el fotógrafo estaban en el auto rumbo al Hotel Del Parque .
Rogelio Cuéllar mostrando un retrato de Jorge Luis Borges hecho en 1973. Foto: Carlos Mejía / EL UNIVERSAL
Días más tarde se reunió con el expresidente Luis Echeverría en el Salón "Colima" de Los Pinos. La entrevista culminó con una cena que se sirvió en la residencia presidencial y en la que estuvieron presentes los miembros del gabinete.
Cuando terminó la cena dijo: " Siempre sentí un particular afecto por el pueblo mexicano , pero hoy me siento más ligado a ustedes por esos efectos que dan la cordialidad y la amistad. Debo decir que nunca he escrito , desde que me inicié como escritor en 1923, con la intención de lograr premios ni honores; lo he hecho sólo con el afán de servir a todos los pueblos hermanos del mundo ".
Borges asistió ese mismo año al Antiguo Colegio de San ildefonso para una serie de encuentros con intelectuales de la época tales como Gabriel Zaid, García Ponce, Tomás Segovia. Esa vez Rogelio Cuéllar recordó que iba con escritor de "El Inmortal" y quizo tomarle una fotografía a él solo, la cual la hizo en unos arcos hasta que el argentino le dijo que quería orinar, por lo que lo llevó al baño.
El fotógrafo recordó que había muchos mingitorios y el lugar estaba vacío, por lo que vio la posibilidad de hacer una imagen. Por un momento dudó apretar el obturador, pero lo hizo y el ruido de la cámara lo evidenció. "Le dio risa, ji ji ji ji, ya "El duende" está haciendo travesuras", expresó el narrador.
Rogelio Cuéllar con la foto de Jorge Luis Borges en el baño del Antiguo Colegio de San Ildefonso. Foto: Carlos Mejía / EL UNIVERSAL
El 9 de diciembre fue el día que realizaron un viaje a Teotihuacan durante el cual Jorge Luis Borges pidió a Capistrán que lo acercara a la Pirámide del Sol porque quería tocar las piedras para sentir la zona arqueológica.
La fotógrafa Paulina Lavista alcanzó al escritor en el lugar. Fue informada de imprevisto del recorrido, tomó unos 20 pesos que tenía, preparó su automóvil y partió rumbo a la ciudadela prehispánica con únicamente tres placas, tomas que le restaban de un rollo.
La columnista de EL UNIVERSAL recordó en entrevista que ella esperaba comprar un rollo en los puestos del lugar, pero no halló lo que buscaba y alcanzó al escritor en un restaurante donde conversó con él por 20 minutos sobre temas como filosofía germana, el " Orlando Furioso ", el problema filosófico de William Molyneux y le pidió una foto.
Al salir, el ganador del Premio Cervantes 1979 posó para Lavista y ella dio sus tres tiros en los que capturó la imagen del escritor, su sombra y una parte de las pirámides al fondo. La fotógrafa dijo que en 1973 lo vio con una pureza espiritual, como un santo porque tenía el cutiz como seda, venía vestido de azul marino refinado y muy pulcro.
Sobre su fotografía Paulina Lavista dijo que lo más importante es que el argentino estaba posando para el acto pues sabía que sería retratado, contrario a lo que pasó en la imagen de Cuéllar en San Ildefonso.
Al final de la visita Borges le estaba dedicando un libro, imagen que también quedó inmortalizada en una fotografía. Entonces el fotógrafo le preguntó: "Oiga, maestro, ¿y nos volveremos a ver?", a lo que le contestó: "Ay, Duende. Ya veremos, ya veremos". "O sea a quién se le ocurre preguntar 'Nos volveremos a ver' a un tipo invidente, eso le dio mucha risa", recordó.
El escritor Jorge Luis Borges llamó "El Duende" a Rogelio Cuéllar. Foto: Carlos Mejía / EL UNIVERSAL
Borges volvió a México en 1978 acompañado de María Kodama y tuvo varios encuentros con intelectuales mexicanos. Pero la última vez que vino fue en 1981 para recibir el premio Ollin Yolliztli, aunque en esa ocasión Paulina Lavista aseguró que vio otro Jorge Luis Borges.
"Era otro Borges completamente diferente al primero que vi", aseguró en entrevista para recordar que en la tercera vez que visitó México lo retrató junto a Octavio Paz y Salvador Elizondo. "Era el segundo Borges, más mundano, que venía vestido de lino, arrugado, despeinado" y que venía con una mujer mucho más joven y moderna, María Kodama, con quien ya había contraido matrimonio.
Paulina Lavista recordó que el día que murió Jorge Luis Borges ella estaba llorando y haciendo muchas copias en el laboratorio de su fotografía. "Fue un gran pensador y literato. Capaz de hacer textos y poemas extraordinarios y de manejar el lenguaje", evocó la fotógrafa mexicana.